Al día siguiente, el ambiente en la mansión era tenso.William, Westin y Dante, todavía heridos en su orgullo después de los acontecimientos de la noche anterior, se reunieron en el despacho de William. Aunque las palabras de la abuela habían dejado claro que Hades no era un enemigo a tomar a la ligera, ninguno de ellos estaba dispuesto a aceptar que un Alfa externo, y mucho menos uno con una reputación como la de él, se quedara con Elena sin luchar. Menos sin saber de que clase de casta viene. El bebé de Elena para ellos era más un peligro que una bendición.—Esto no puede seguir así —dijo William, cruzándose de brazos mientras miraba por la ventana. Su mandíbula estaba apretada, claramente molesto.—¿Y qué propones? —preguntó Westin, sentado con las piernas cruzadas en uno de los sillones de cuero, jugueteando con un vaso de whisky.—Separarlos —respondió William con firmeza—. Es la única manera de salvar a Elena de sí misma y unirla a tí.Dante, que estaba apoyado en el escritorio
Victoria se sentó en su oficina, rodeada de pilas de papeles y la pantalla de su computadora mostrando un informe que no había avanzado desde hacía horas.Los números y gráficos parecían un idioma desconocido, incapaz de retener su atención. Su mente estaba atrapada en un bucle, recordando una y otra vez esa absurda guerra de feromonas que se desató la noche anterior en la casa de Elena y Hades.El perfume natural de Amir había sido una bomba atómica para su sistema. Su pecho se tensaba con solo pensarlo, algo completamente inaceptable para una Alfa dominante como ella.“¿Cómo demonios pasó esto? Nadie me había afectado jamás.”—Victoria, ¿me estás escuchando? —preguntó Lucas, su hermano menor, mientras dejaba una carpeta en su escritorio.Ella lo miró, sobresaltada. Lucas era más relajado, siempre despreocupado, pero no por eso menos observador. Su ceja arqueada dejaba claro que había notado su desconcentración.—Claro que sí —mintió, enderezándose en su silla.—Ajá… Entonces dime, ¿
Elena respira hondo mientras camina por los pasillos de la universidad, acompañada por Hades y Amir.Sentía una mezcla de emociones: nerviosismo por regresar a clases después de tanto drama y determinación por avanzar lo más posible en su carrera antes de que su embarazo fuera evidente. Hades, como siempre, estaba alerta, con una mano en la parte baja de su espalda, asegurándose de que estuviera bien.Amir, caminando a su lado, intentaba bromear para relajar el ambiente, pero Elena sabía que ambos estaban tan preocupados como ella.—¿Estás segura de que quieres hacer esto, Elena? —pregunta Hades por tercera vez, inclinándose hacia ella.—Sí, ya te lo dije. No quiero dejar todo tirado. Avanzaré lo más que pueda antes de suspender por un tiempo —respondió con firmeza, acariciando ligeramente su vientre con discreción.Llegaron a la biblioteca, donde su amiga Leila ya la esperaba. Era una joven brillante, con una personalidad vibrante y una sonrisa que iluminaba cualquier lugar. Al verla
Hades camina rápidamente hacia la sala de maestros, su corazón latía con furia contenida.No iba a permitir que nadie tocara a Elena, ni mucho menos que la vieran como una víctima de rumores infundados cual sea que se esté expandiendo como pólvora. Cuando llegó a la puerta, se detuvo por un momento, respiró profundamente y entró sin esperar.Al ver a Elena sentada allí, rodeada de los tres profesores, una oleada de ira lo invadió. Los tres maestros la miraban con una mezcla de incomodidad y preocupación, pero ninguno de ellos se atrevió a interrumpirlo cuando Hades irrumpió en la sala.—¿Qué está pasando aquí? —demandó, su voz grave y autoritaria.Elena levantó la vista, aliviada al verlo, pero al mismo tiempo algo nerviosa. No quería que Hades se metiera en problemas por ella.—Hades ¿Qué haces aquí? Pensé que estarías en tu clase de deporte... esto...—intentó decir, levantándose de su asiento.—Terminé antes de tiempo y te estaba buscando, ¿nos vamos?. —Hades cortó su intento de exp
En otro rincón del campus, Hillary sonreía con suficiencia mientras escuchaba a un grupo de estudiantes comentar los rumores que ella misma había sembrado estratégicamente. Sabía que no podía arriesgarse a ser descubierta, pero disfrutaba cada segundo viendo cómo la atención se desviaba hacia Elena y Hades.Lo que no sabía era que Hades estaba dispuesto a hacer lo que fuera para proteger a Elena, sin importar quién estuviera detrás del escándalo, haciendo de su privacidad un show mediático.Frente al pasillo que llevaría a Elena a su clase, él la miró con suavidad, tomando su rostro entre sus manos.—Elena, no dejaré que nadie te haga daño, ni a ti ni a nuestra familia. No me importa lo que digan o piensen los demás. Lo único que me importa es que estés bien. Y no voy a permitir que hablen de ti de esa manera.Elena sonrió, tocando su pecho, donde sentía el calor de su amor y protección.—Gracias.Pero antes de que pudiera decir más, un sonido interrumpió su momento: alguien pasó rápi
Hades sabía que el tiempo era su mejor aliado y su peor enemigo. Durante días había esperado pacientemente, observando cada movimiento de Hillary y su pequeño grupo de cómplices.Aunque tenía pruebas suficientes para confrontarla, quería manejar el asunto de forma directa. Hillary no solo estaba jugando con la reputación de Elena, estaba jugando con su paciencia, y eso era algo que nadie en su sano juicio debería hacer.Una tarde, mientras cruzaba uno de los pasillos de la universidad, la vio sola. Era el momento perfecto.—Hillary —llamó su atención con voz firme, deteniéndose a unos metros de ella.La joven se giró con aparente sorpresa, aunque su sonrisa forzada traicionaba su nerviosismo.—¡Hades, cariño! Qué inesperado encontrarte aquí. ¿Qué puedo hacer por ti? —respondió con una voz demasiado dulce para ser sincera.Hades no perdió tiempo en rodeos. Su mirada, fría y calculadora, era suficiente para hacer retroceder a cualquiera, pero Hillary no era cualquiera. Aunque se notaba
El fin de semana llegó con un aire de tranquilidad inusual, pero Elena no sabía que la paz pronto se convertiría en caos controlado.Esa mañana, Alena, su madre, y su abuela Isabelle habían decidido visitarla en su apartamento. Como era típico de ambas, llegaron sin previo aviso.—¡Cariño! —exclamó Alena mientras entraba con un ramo de flores que parecía más adecuado para decorar un salón de bodas que un apartamento pequeño.—Espero que no te moleste nuestra visita sorpresa, querida —añadió Isabelle, colocando su sombrero cuidadosamente sobre el perchero como si fuera una obra de arte.Elena, todavía en pijama, parpadeó confusa, intentando procesar la escena frente a ella.—Claro que no... ¿quieren café? —preguntó, dirigiéndose a la cocina.Mientras su madre y su abuela se acomodaban en el sofá, comenzaba a preguntarse cuánto tiempo planeaban quedarse. Pero lo que no sabía era que la situación estaba a punto de volverse aún más interesante.Hades había salido temprano para atender alg
—Esto es increíble, no sabía que nací para complacer a mi padre.Hades deja escapar una carcajada profunda, casi burlona, al imaginar la furia de su papá.El eco de aquella risa resonó en la sala, donde Elena, acurrucada con un libro entre sus manos, levantó la vista con curiosidad. Aunque el sonido era casi intimidante, a ella le fascinaba ese toque de desafío que siempre acompañaba a Hades.—¿Qué pasó? —pregunta, cerrando el libro y levantándose.Hades le responde con una sonrisa pícara mientras extendía los brazos para envolverla en un abrazo. Al contacto, Elena sintió su calidez, pero también la tensión acumulada en los hombros de él.—Mi padre está... molesto, pero no es nada que no pueda manejar.Elena arquea una ceja, escéptica.—¿Molesto? ¿Qué hiciste ahora?—Digamos que colgué antes de que pudiera darme su sermón completico.Elena abre los ojos como platos, retrocediendo un poco. Aunque su relación con Hades había pasado por muchas pruebas, siempre le sorprendía su falta de t