René ChapmanEn mala hora vine a decidir hacer el almuerzo de inversores.¿Cómo se supone que piense en una cosa diferente a mi esposa siendo una infiel?No solo bastaba con que fuera una mentirosa, sino que también debía seguir añadiendo calificativos negativos a la lista.—Maldición, Ivette —dije con frustración, caminando de un lado a otro—. Tú si que has sabido como joderme la vida. No importa cuánto intente reponerme después de esto, creo que nunca lo lograré por completo.Hablaba desde lo más profundo de mi ser y de mi sufrimiento.—René… por favor —espetó entre lagrimas, acompañadas de un llanto desgarrador—. No tienes que ser tan cruel, por favor, no tienes que hacerme sentir de este modo.—¿Y a ti alguna vez te importó cómo me sentí yo? —Llevé un puño a mi pecho—. ¿Tú alguna vez te detuviste a pensar cómo sería todo esto para mí?—Lo siento, lo siento… —Sus piernas empezaban a ceder ante el peso de su cuerpo—. Por favor, para ya. Deja de ser tan cruel, por favor. Sé que no te
Ivette RussellEsto es una completa mierda y decirlo ya está demás.Aventé un poco de agua fría en mi rostro con la esperanza de que la hinchazón disminuyera al menos un poquito.Bendita suerte mía.Ahora está mucho más inflamada y enrojecida que antes.Escuché un ligero golpeteo en la puerta y supe que debía tratarse de Clariss, así que simplemente concedí el paso sin preguntar quién era el anunciante.Haciendo gala de mi mala suerte, para variar, se trababa nada más y nada menos que de Julius.—Auch. —Hizo una mueca al mirar mi cara.—¿Qué haces aquí? —Lo miré de mala gana, cruzándome de brazos.—El invitado estrella llegó, esperamos por ti.—¿Y por qué has tenido que venir tú a decírmelo?, ¿Dónde está Clariss?—Yo también me pregunto lo mismo —suspiró.—¿Qué quieres decir?—No lo sé, la chica parece haberse ocultado en algún lugar de la casa.Oh, mierda.—¿René…?—No. No lo creo. Tal vez se siente un poco incomoda con la situación.—Da igual, ella no es ese tipo de chica.—¿Por qué
René Chapman—Creo que lo mejor es que me vaya — dijo Julius, aclarando su garganta, después de varios segundos de incomodo silencio.—Te llamaré luego —espeté, a modo de despedida.—No digas nada —pronunció mi esposa, una vez estuvimos solos—. Solo… no digas nada.Se veía totalmente devastada y yo me sentía como un malnacido por no consolarla.—Las sorpresas contigo nunca van a parar, ¿Verdad? —espeté en cambio.—No tuvimos el tiempo suficiente para conocernos. ¿Cómo puedes pretender que sea diferente?—Tienes razón. —Asentí—. Y, sinceramente, creo que a estas alturas es demasiado tarde para ambos.—¿Lo crees? —Sus ojos se veían llenos de ilusión.Traté de disolver el nudo que tenía en mi garganta, antes de añadir:—Estoy seguro de ello.Vi como algo se fracturaba dentro de ella.—En ese caso, permíteme ser egoísta una vez más.—¿A qué te refieres? —pregunté con confusión.—Firmaré los papeles del divorcio. Pero en cambio, tendrás que subirnos a mi hija y a mí a un avión y enviarnos
Ivette RussellNunca había experimentado un temor tan apabullante como el de este momento.Sentía como las paredes de mi interior ardían mientras se caían a pedazos. Era un dolor tan profundo que perfectamente se confundía en un sentido físico.Mientras René hacía sus llamadas telefónicas, yo me consumía en el desespero.—No, no ha sido una petición, Michael. Es una orden, debes cerrar todas las carreteras ahora mismo —espetó, mientras la vena de su cuello saltaba un poco—. No me importan tus malditas campañas, es mi hija de quien estamos hablando.Igual de frustrado que yo, cortó la llamada, guardando su teléfono en el interior de su traje antes de salir por la puerta.—René. —Corrí detrás de él, tomando su brazo.—No tenemos tiempo para esto, Ivette —Me hizo a un lado—. Iré a entrevistar a seguridad, tú espera aquí.Estaba completamente loco si pretendía que yo iba a quedarme de brazos cruzados, sin saber el paradero de mi hija.Haciendo caso omiso a sus palabras, lo seguí muy de ce
Julius ZanattaSonreí abiertamente.Nunca estuvo en mis planes. Pero, tal parece que la guerra entre Ivette y yo había iniciado.—Jactarte de algo provisorio, es la cosa más estúpida que puedas hacer.—Como sea —chasqueó la lengua—. No tengo tiempo para perder, mucho menos contigo.La seguí de cerca, monitoreando cada uno de sus movimientos.Al entrar a su habitación, la vi agachada frente a la mesilla de noche.—¿Qué es eso que tienes ahí? —pregunté con genuina curiosidad, observando el paquete que ahora tenía en las manos.—No lo sé —dijo—. Mi padre me lo ha dado, dijo que sería una especie de seguro.—¿Un seguro?Mi mente empezó a viajar a tres mil por segundo.»—Será posible que él…—¡No! —espetó, a la inmediatez, llena de indignación—. No creo que mi padre pueda…La miré con obviedad.—Por favor, Ivette. Te obligó a casarte con un hombre que no conocías. ¿Por qué no sería capaz de entregarle tu hija a ese mismo sujeto?—Te equivocas, Jul. Papá… él se veía realmente muy abatido. Y
René Chapman La sensación de haber sido burlado es algo que no se irá fácilmente. Pero la desesperación que me causa no saber sobre el paradero de mi hija, no tiene comparación.Aunque a regañadientes, Michael terminó haciendo lo que le pedí y eso era un punto a mi favor.No sé cuánto tiempo de ventaja me lleva, pero al menos le pondría difícil salir de la ciudad.Si alguna deidad me acompañaba durante este proceso, al finalizar el día habría acabado este tormento.Llevar a Tabatha con su madre y que ella esté bien, es lo que más deseo.La pantalla de mi celular se activó, anunciando una llamada entrante.—¿Abuelo?Fruncí el ceño.—La gente no para de hablar de lo mismo. Y quiero que seas tú quien me diga si es o no, verdad.—Pues, últimamente con todo lo que se habla de mi es hate. Así que deberías ser más específico, abuelo.—¿Irrumpieron en tu casa y se llevaron a tu hija?—Eso no es del todo cierto, abuelo.—Ay, que alivio. En verdad...—Tabatha fue secuestrada, pero nadie ha irr
Ivette Russell—¿Qué diablos es esto? —La mirada de Jul viajaba del papel a mi.—Yo... —Vamos, Ivette. ¿Supiste esto todo este tiempo? —Me encaró.Como no dije nada, añadió:»—Esto es increíble. Aún cuando no espero nada de ti, logras decepcionarme.—Espera un momento. —Llevé ambas manos a mi pecho—. ¿Podrías considerar el hecho de que el único que no lo sabías eras tú? —espeté—. Para ya de darlo todo por sentado cuando se trata de mi. Es realmente molesto.—¿Qué estás diciendo?Su rostro pasó de molestia a dolor.—Que René no te lo haya dicho, no es para nada mi problema.—¿Por qué se guardaría para sí mismo algo como esto?—Cuando lo veas, deberías preguntarle.—No puede ser... —Cabeceó—. Si él... si lo supo desde un principio, ¿Cómo fue que accedió a casarse contigo? —inquirió.Definitivamente, esto era un montón de cosas para procesar.—Prosigamos mirando los documentos, por favor. —Te utilizó como parte de su venganza, ¿Es eso?—Te lo dije, Jul. No soy quien para responder a un
René ChapmanVolar nunca había sido un problema para mí, pero hoy me sentía particularmente ansioso.—Los tenemos.—¿Qué?Miré a Michael, quién tenía el teléfono en sus manos.—Está aquí. La tenemos.Señaló algo en el GPS de su celular y pronto cambiamos el rumbo del vuelo.—Gestión de activos ubicó el auto donde se marchó la niñera.—¿Está registrado en cámara?—No es la mejor toma, pero haré que la depuren. Tenemos algo grande. Con esto no hay manera que el juez se niegue a dar una sentencia justa.Di unas cuantas palmadas en la rodilla del gobernador, sintiéndome muy agradecido.—Jamás olvidaré esto, Michael.—Con que sigas financiando mis campañas, es suficiente para mí. —Rio.Decidimos bajar en el próximo helipuerto, para seguirlos de manera terrestre.La comitiva de Michael ya la tenía rodeada y yo moría por ver los ojos de esa perra traidora.Desde que toda esta pesadilla había iniciado, me maldije a mi mismo por escuchar a Ivette y no investigarla. Si hubiese hecho valer mi