Narrador:Un avión privado, imponente en su diseño y decorado con grandes letras que resaltaban “SULLIVAN” en un elegante dorado, aterrizó con precisión en el aeropuerto de Nueva York. De él descendió un hombre cuya sola presencia irradiaba autoridad y carisma. Vestía un impecable traje de tres piezas en un sofisticado tono gris claro, cuya confección evidenciaba un gusto exquisito. Cada paso que daba era una mezcla perfecta de confianza y elegancia, este no era otro que Axel Sullivan.En sus manos llevaba dos cajas que parecían ser más valiosas que cualquier contrato multimillonario que hubiese firmado en su vida. Una, más grande, contenía el vestido perfecto, envuelto con un delicado papel de seda, casi como si protegiera una obra de arte. La otra, más pequeña, albergaba un collar exclusivo, diseñado con una meticulosidad que desbordaba significado, pues el pequeño fonendoscopio inspiraba su sueño de ser doctora.A pesar de su habitual compostura y el aura de autocontrol que solía
Narrador:El lujoso The Plaza Hotel, un ícono neoyorquino, resplandecía esa noche en toda su magnificencia. El cumpleaños de Victoria se celebraba en su legendario Grand Ballroom, un salón de ensueño que parecía haber salido de un cuento de hadas. Los techos altos y abovedados, adornados con relucientes candelabros de cristal, reflejaban la luz cálida que envolvía el ambiente. Las paredes, decoradas con molduras doradas, contrastaban con los arreglos florales en tonos azules, celestes y blancos que llenaban el espacio. Las flores, elegidas cuidadosamente, incluían hortensias, lirios y rosas, creando un ambiente elegante y fresco, casi etéreo.El centro del salón estaba presidido por una imponente pista de baile de mármol blanco, rodeada de mesas redondas cubiertas con manteles de lino azul celeste y adornadas con delicados candelabros dorados que sostenían velas parpadeantes. Todo estaba impecablemente dispuesto, una combinación perfecta de lujo y calidez que reflejaba el esmero con e
Narrador:La mañana amaneció con un brillo especial, como si el universo supiera que aquel día sería inolvidable. Thomas Carson observaba desde la ventana el ir y venir de las nubes en el cielo, perdido en sus pensamientos. La noche anterior en la fiesta de Victoria había sido un recordatorio de lo mucho que amaba compartir momentos con Helena. Aunque la vida les había regalado un pequeño milagro con el nacimiento de Eliot, sentía que aún le debía algo esencial: una boda religiosa que simbolizara la unión de sus almas bajo la bendición de Dios.Con esa determinación, Thomas comenzó a preparar cada detalle para la Nochebuena. Había reunido a todos sus amigos y familiares, desde Derek y Emily hasta Victoria y Axel, quienes habían pasado por tantas vivencias recientes. La cena sería sencilla pero exquisita, con un banquete que reflejaba el espíritu de las fiestas y un ambiente cálido en la gran sala adornada con luces doradas y velas parpadeantes.Thomas revisó el anillo que había esco
Thomas Carson, un joven atractivo e inteligente de 24 años, estaba a un día de ser nombrado CEO de Carson Corporation, la empresa familiar que había revolucionado el mundo de la tecnología con sus innovadoras aplicaciones y software avanzado, herramientas que ha llevado a la empresa a ser la número uno en Nueva York. Era su herencia y tenía la responsabilidad como único heredero, pues sus padres los señores Timoty y Elizabeth Carson, solo pudieron tener un hijo que por suerte fue varón, su legado lo dejarían en él. Sin embargo, a pesar de su éxito, Thomas no podía escapar de las sombras de su pasado. Los recuerdos de sus errores juveniles lo atormentaban, cada noche, robándole la calma. Había cometido actos de los que se arrepentía profundamente, y aunque había intentado rectificar su vida, el peso de su oscuro secreto lo mantenía despierto. Sabía que si su pasado salía a la luz, no solo su carrera, sino también su vida personal, se verían d
Helena: Soy Helena Russell, originaria de Baja California. Hace tres años, llegué a Nueva York siendo apenas una adolescente, huyendo de la depresión que consumía a mi padre. Su enfermedad fue un golpe devastador para mí, pero su muerte me destrozó el alma. No teníamos más familia que los dos; él me tenía a mí y yo a él. Nuestra vida había sido acomodada, pero mi padre quebró y tuvimos que vender todo. A los 16 años, mi infierno comenzó. Desgracia tras desgracia me llevó al punto de quiebre absoluto a los 17. Recuerdo cuando mi padre me engañó, haciéndome creer que seguir adelante era lo mejor. Intenté ayudarlo, pero su enfermedad lo consumió. Sus intentos de suicidio me hicieron madurar rápido. Hace cuatro años, nuestras vidas cambiaron para siempre. No lo juzgo; solo le pedí que luchara por mí, que no me dejara sola. En cada crisis, él parecía entenderme, pero al final, me dejó sola en este mundo. En Nueva York, con lo poco que nos quedó, encontramos un mini departamen
Helena: En el proceso de reconstruir mi vida he puesto mucho empeño, y por ello, en tan solo ocho meses me graduaré. La universidad me ha ofrecido la oportunidad de continuar mis estudios para realizar una maestría en ciencias de la computación. El esfuerzo que he hecho para avanzar cada día más hacia mi meta y convertirme en la mejor del área, no solo en programación sino también en el diseño y creación de algoritmos, ha sido inmenso. Suspiro al pensar en todo el esfuerzo que he hecho y en que cada paso ha valido la pena; más aún sabiendo que una de las recompensas probablemente sea trabajar en Carson Corporation, una de las empresas más sólidas y adelantadas en tecnología. Una dulce voz me distrae de mis pensamientos: —Lena, hijita, ¿cómo te fue en la gala anoche? —me dice mi querida Carmelita, a quien hace mucho tiempo aprendí a llamar abuelita. —Bien, abuelita, fue una gala impresionante. Asistió el futuro CEO, el señor Thomas Carson —le cuento con emo
Thomas: Al finalizar la charla, los estudiantes se acercan para agradecerme por la presentación. Emily se encarga de organizar a los asistentes, pero mi atención está fija en Helena, quien se mantiene al margen, observando. Finalmente, cuando la multitud se dispersa, Helena se acerca. Su presencia es tan impactante como la noche de la gala. Nos quedamos en silencio por un momento, simplemente mirándonos. —Helena, no esperaba verte aquí —digo, tratando de mantener la compostura. —Señor Thomas, ha pasado mucho tiempo —responde ella, con una sonrisa que ilumina su rostro. Nos dirigimos a un rincón más tranquilo del auditorio para hablar. Helena me cuenta que está en la universidad cursando sus últimos créditos. Su voz es suave y calmada, y cada palabra que dice me envuelve en una sensación de paz. —Su charla fue muy impresionante, señor. Le deseo mucho éxito en su cargo de CEO —dice Helena, sus ojos verdes brillando con admiración. —Gracias, Helena. Tú
Narrador: La noche estaba en pleno apogeo y la pista de baile era un hervidero de cuerpos que se movían al ritmo de la música. Thomas, Emily y Axel se sumergieron en la pista, cada uno con su estilo haciendo que hombres y mujeres dirigieran sus mistadas a los tres dioses que movían sus cuerpos en medio de la pista. Axel, con su presencia imponente, no tardó en llamar la atención de una pelinegra sexy y atrevida. Ella se acercó a él con una sonrisa seductora y una mirada que parecía decir —ven y conquístame Axel— sin dudarlo, la tomó de la mano y la llevó a la pista. La pelinegra se movía con una gracia sensual, su cabello brillando bajo las luces de la discoteca. Axel la rodeó con sus brazos, sintiendo el calor de su cuerpo y la miró a los ojos, hipnotizado por su belleza, ella era la elegida de esta noche y vaya que la disfrutaría, pensó. Mientras tanto, Emily se encontraba en el centro de la pista, bailando con una confianza y una pasión que llamaba la ate