Capítulo 9
Celeste se asustó un poco por la voz llena de frialdad y finalmente se dio cuenta de que todavía tenía agarrado el brazo de Lorenzo. Rápidamente lo soltó y se disculpó en voz baja, con la cabeza agachada:

—Perdóneme, señor Vargas... No fue mi intención irrumpir así. Lamento mucho las molestias causadas. Me voy ahora mismo.

Después de decir eso, Celeste se levantó y se dispuso a irse.

Sin embargo, el rostro del hombre se ensombreció aún más. ¿Acaso ella solo lo necesitaba cuando quería algo y luego lo ignoraba con una simple disculpa y se marchaba sin mirar atrás? ¿Era tan fácil ofenderlo?

El hombre entrecerró los ojos y luego le dijo fríamente:

—¿No viniste a acompañarme?

Celeste se detuvo, sin entender a qué se refería. Lorenzo la miró a los ojos, que eran limpios e inocentes, y le hizo una pregunta bastante ofensiva:

—¿O has venido a vender tu cuerpo de nuevo?

Las palabras del hombre hicieron que Celeste se sintió un tanto incómoda. Le respondió:

—No, estaba trabajando. El hombre me
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