Capítulo 8
En el bar, Celeste se encargaba únicamente de preparar las bebidas. El trabajo era sencillo y, además, recibía propinas de vez en cuando. Con su sueldo, podía ganar un buen dinero al mes.

Después de servirle una bebida a un cliente, Celeste dejó sus utensilios de bar, saludó a sus compañeros y se dirigió al baño. Mientras caminaba por el pasillo, alguien la abrazó por detrás y esto la sobresaltó. Al voltearse, vio a un hombre de mediana edad, calvo, que la estaba abrazando. Su expresión cambió rápidamente y comenzó a luchar fuertemente, exclamando:

—¡Señor García, suélteme!

—Jajá, mi querida Celeste, te he extrañado tanto… Hueles muy bueno y déjame abrazarte un poco… —dijo el señor García con un fuerte aliento a alcohol.

Él era un cliente frecuente del bar, tenía más de cincuenta años y sentía atracción hacia Celeste por su belleza. En varias ocasiones le había propuesto mantenerla económicamente. Celeste siempre intentaba evitarlo, pero no esperaba que se encontraran nuevamente.

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