Capítulo 456
La brisa nocturna agitaba suavemente las hojas, llenando el aire con un susurro tranquilo.

Detrás de la majestuosa mansión de los Jiménez, un automóvil negro permanecía estacionado en la penumbra.

Dentro del coche, tres figuras ocupaban sus asientos: el conductor en el frente, mientras Isabella y un hombre corpulento se encontraban en la parte trasera.

—¿Dónde está? —preguntó el hombre, mirando con impaciencia a Isabella.

Justo entonces, Viviana apareció y abrió la puerta del copiloto. Al entrar, lanzó una mirada fría hacia los pasajeros de atrás, deteniéndose un instante en el hombre antes de hablar:

—Ya llevé a Celeste al jardín. Ahora todo depende de ustedes.

En el jardín, bajo la sombra de los árboles, la delicada figura de Celeste parecía sacada de un sueño, casi irreal, iluminada por la suave luz de la luna.

Isabella señaló con un destello de odio en sus ojos:

—Esa es Celeste, ¿la ves?

El hombre, de constitución robusta y algo torpe, tenía una expresión vacía, casi infantil.

Sin
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