Capítulo 329
Lorenzo estaba sentado allí, con un traje oscuro, los botones de la camisa abrochados hasta el último, usando una corbata pulcramente anudada. Su apuesto rostro de líneas angulosas era frío y distante, emanando un aura gélida y ascética. Sus ojos eran tan profundos como un abismo sin fondo.

El ánimo oprimido de Celeste se alivió de repente.

Ella se acercó a él mientras le preguntaba:

—¿Qué haces aquí...¡Ay!

Justo al llegar al sofá, ¡de repente tropezó y cayó!

—¡Señorita, cuidado!

De pronto, una sombra negra se movió con rapidez y los brazos firmes del hombre la recibieron, cayendo juntos sobre el sofá.

La frente de Celeste golpeó el hombro del hombre, y se oyó un gruñido apagado de él. Ella se incorporó cubriéndose la frente con la mano:

—Ay, Lorenzo, tu pecho es tan duro…

—¿Te caes y me culpas a mí? Qué tonta eres, ¿cuántos años tienes ya y aún no sabes caminar? —habló Lorenzo con frialdad, pero su gran mano acariciaba suavemente la frente de ella, con gesto adusto—: Eres ya una tont
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