Capítulo 3

Meses después

Kira Petrova.

Me encuentro terminando de empacar mis cosas cuando de pronto la puerta de la habitación se abre abruptamente. Levanto la vista para divisar de quién se trata y veo a mi madre de brazos cruzados observarme detalladamente. 

—Así que es cierto, te vas a ir…

—Sí —respondo tajante y continúo ajustando las maletas.

—¿Estás segura de lo que estás haciendo? —inquiere acercándose a mí.

—Lo estoy. 

—Muy bien, entonces no tengo nada más que hacer aquí. Nos veremos pronto porque no me cabe duda de que dentro de poco entrarás de nuevo por esa puerta diciéndome que te equivocaste y que no debiste irte. 

—No lo haré, mamá y si regreso no será a pedirte dinero. Soy adulta y debo responsabilizarme de mis propios actos. Si caigo me levanto y si me lastiman aprenderé de los errores y seguiré adelante. No le temo al fracaso porque para ser mejor a veces es necesario equivocarse. Debo aprenderlo por mi cuenta, quizás cuando pase piense que tuviste razón, pero aun así me levantaré y haré todo lo que pueda para triunfar en esta vida. Quiero perseguir mis sueños y luchar por ellos, de lo contrario viviré en la zozobra de lo que habría sido mi vida si lo hubiera hecho. Espero que algún día lo entiendas y volvamos a entablar una mejor relación de madre e hija. 

—¿Crees que no te entiendo, Kira? —me quedo atenta escuchándola—. Yo siempre quise ser arqueóloga. Viajar y descubrir el pasado de los animales y de todo lo que nos rodea. No obstante, cuando quedé embarazada de ti no pude hacerlo y era en vano luchar por lo que quería. Me tocó experimentar el trabajo duro y dejar mis sueños a un lado por toparme con mi realidad. Por eso es que me he esforzado en enseñarte todo lo que sé y más, para que no pases trabajo como yo. 

—No lo sabía…

—Por supuesto que no lo sabías, siempre has visto el lado malo de mí, pero no te has puesto a pensar en si tuve que sacrificar algo por ti, o lo que hice a un lado para criarte por mi propia cuenta; a pesar de todo lo que viví no me arrepiento de nada en lo absoluto. Eres una hija maravillosa, lástima que no puedo retenerte toda la vida conmigo y mucho menos si te sientes infeliz a mi lado porque créeme que lo menos que deseo es tenerte como una prisionera en tu propia casa. Así que, si esto es lo que quieres, aunque me oponga, igual lo harás. 

Me detengo a reflexionar un poco en sus palabras y tiene razón. Siempre analizo las cosas desde mi punto de vista y no lo contrario. Quizás es cierto lo que dice, de no ser por ella no estaría aquí porque si fuera por mis abuelos estaría muerta y mi madre viajando por el mundo descubriendo cosas interesantes.  

—Lo siento, mamá… —comento, cabizbaja.

—No te disculpes, levanta la cabeza. Eso no es lo que te he enseñado, no dejes que nadie te haga bajar la cabeza; ni siquiera si se trata de mí. ¿Acaso te arrepientes de la decisión que estás tomando?

—No…

—Entonces no debes disculparte solo para satisfacerme. Ya lo hecho, hecho está. Recuérdalo, Kira; en este mundo se ha acostumbrado a la mujer a doblegarse todo el tiempo mientras que los hombres o superiores, pasan por encima de nosotras, pero tú y yo tenemos una crianza distinta. Sal al mundo y demuestra de qué estás hecha. Si en algún momento deseas volver, no temas porque no voy a juzgarte, pero si te daré una lección; la cual aprenderás únicamente si me desprendo económicamente de ti. ¿Quieres vivir? ¿Estás loca por experimentar y descubrir el mundo? ¡Adelante!, pero no te apoyaré porque si fracasas luego me dirás, ¿por qué no me detuviste? Y la verdad no quiero ser partícipe de ello. Siempre te voy a amar y si en algún momento necesitas hablar, estaré aquí para escucharte. Eres mi pequeño capullo que quiere volar antes de tiempo; sin embargo, no te detendré. 

Es la primera vez en mucho tiempo que tengo una conversación a mena con ella. Finalmente dejamos las cosas claras sin salir discutiendo. Entiendo lo que me expresa y es razonable. Ella me está dando mi espacio, pero no quiere ser partícipe de ello para luego no declarar que me falló como madre. Sinceramente, no puedo decir que me alegra el hecho de que no proteste por esta decisión, porque eso significa que estaré sola allá afuera donde los demonios irrumpen por las calles en las noches en busca de un ángel puro e inocente a quien devorar. No obstante, mi lado osado quiere atreverse y conocer lo que tanto le han restringido. 

—Gracias, mamá. Sé que deseas lo mejor para mí y por eso has actuado de esta forma todo el tiempo. De igual forma estaré en contacto y te llamaré cuando esté instalada en la academia. Lo más seguro es que salga a buscar empleo al llegar para costear mis gastos, así que posiblemente te escriba en la noche. 

—No es necesario que te reportes conmigo todo el tiempo. Tampoco quiero que te sientas ofuscada o te veas en la obligación de tener que mantenerme al tanto de todos tus movimientos. Vive y disfruta, eso es lo que quieres, ¿no?…

—Lo sé. Igual lo haré porque quiero, no por obligación.

—Está bien… 

Observo como sus ojos comienzan a cristalizarse y mi corazón se parte en mil pedazos. 

—T-te dejo terminar tus cosas —profiere con la voz entre cortada.

Asiento y la veo marcharse apresuradamente. Pensé que esta despedida sería muy mala, pero me equivoqué. Al menos no quedaremos enemistadas de por vida y podré regresar a casa en caso de que algo malo me pase. Deshago rápidamente esta idea de mi cabeza porque no quiero pensamientos negativos. Estoy dispuesta a conseguir lo que quiero sin importar lo que me cueste o si le tengo que vender mi alma al diablo para poder costear la academia. 

No deseo verle la cara a mi madre si llegase a fallar en el intento, sería lo peor que podría hacer.

Termino de acomodar mis cosas y bajo las maletas hasta la entrada. Busco a mi madre por todas partes, pero no la encuentro. 

—¿Señorita Kira? —escucho la voz del ama de llaves detrás de mí.

—¿Sí?

—Su madre dejo esto para usted. —me entrega una hoja pequeña con un escrito en la parte inferior.

—Gracias… —ella se retira y leo la nota.

¨No tengo el valor para verte partir, por eso me despido por este medio. Espero que algún día me hagas tragar mis palabras y regreses hecha toda una profesional. Vuela alto mi pequeño capullo. Te ama, mamá¨

Unas lágrimas bajan por mejillas al leer esta nota tan hermosa hecha por el puño y letra de mi madre. 

—Eso haré, mamá. Gracias —susurro.

Salgo de allí y me subo al taxi con un pensamiento en mente: Ensalzar el apellido Petrova por todo lo alto.

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