Narra William
Ciudad de New York, Estados Unidos; Viernes, 01, abril, 2022
Caminé hasta mi habitación cuando escuché a Maddie gritar, no era común que ella hiciera ese tipo de cosas. Hasta podría decir que fue algo alarmante escucharla gritar de esa forma, como si algo o alguien la hubieran asustado a propósito.
Maddie corrió hacia mí cuando observé que entre sus manos tenía un objeto extraño, que parecía ser como los que las mujeres siempre llevaban consigo. No lo pude distinguir bien, ya que, al ella estar tan emocionada, no lograba tampoco entender el porqué de su emoción.
— ¡Will! —exclamó emocionada. — ¡Cariño, te tengo una gran noticia! —se sentó a mi lado y me extendió el objeto que no había visto bien producto a su emoción.
— ¿Qué es esto? —pregunté mirando el objeto que traía entre sus dedos.
—Es una prueba de embarazo, Will. —respondió de forma irónica. — ¿Puedes ver lo que dice? —ella sonrió.
Yo asentí ante su petición, y justo en ese momento fue cuando ahí recordé algo que me hizo sentir muy nostálgico pero también muy mal. Era como si sintiera ganas de gritar, pero una señal de que estaba demasiado sorprendido, pero no quería que ella lo notara.
Así que, simplemente me levanté de la cama y le di la espalda para irme a poner mi mejor traje pero allí, Maddie me detiene en seco.
— ¿Qué quieres ahora? —la miré y me estaba haciendo un puchero. — No tengo ganas de hablar contigo ahora.
—Pero, ¿a dónde vas? —ella preocupada me sigues mirando. — ¿Por qué no te alegra que esté embarazada? —preguntó confundida.
—No es asunto tuyo, Maddie. —la aparté para que me dejara pasar. — Hazte a un lado, necesito salir. —le dije sin mirarla.
—Al menos alégrate un poco por mí. —dijo tratando de convencerme.
—Oh, ¿quieres que haga eso justo cuando quiero salir? —pregunté sarcásticamente. — Por favor, no empieces a ser infantil con eso. —caminé hasta salir de la casa para dirigirme hasta el estacionamiento.
No le creí debido a que si me parecía sospechosa su actitud de hacía días, no hablaba conmigo sobre los planes de salir a reunirnos con mi padre, pero, por alguna razón era. Comía poco, hablaba solo cuando yo le hablaba, algo parecía no concordar.
Después de que Maddie y yo tuviéramos esa pequeña pero incómoda discusión, me dirijo hacia donde había estacionado mi auto. Ya sabía que esto lo hacía para evitar volver a discutir con ella y en ello, recordé lo que me había ocurrido con Samantha, era algo que sinceramente me pegaba fuerte como si no pudiera olvidarlo del todo.
(…)
— ¿Qué tienes, Sami? —la miré llorando y ella levantó la mirada.
—Lamento decirte esto, Will… —me dio la prueba de embarazo y ésta salía negativa.
—Ah, Sami… —lo coloqué sobre la mesa y la abracé. — no importa, pronto lograremos tener una familia, ya verás. —limpié sus lágrimas y le di un beso en la frente.
Cuando recordé sus ojos llorosos, golpeé el volante del auto porque realmente quería tener una familia con ella, pero mi padre me había impedido acercarme a ella, lo único que ni siquiera podía hacer era tener algunos encuentros con ella, trataba de hacerlo. Pero ella y yo no podíamos ni siquiera tener nuestro espacio, era un dolor de cabeza para mí y Samantha ya no aguantaba esto.
No lo soportó y ya estaba cansada de esto.
De mi dificultad por encontrarme con ella para decirle que quería aún continuar con los intentos de tener hijos, pero todo quedó en palabras, y eso arruinó la promesa que una vez, le había dicho.
Volví a la realidad cuando ya había llegado hasta el bar más cercano y decidí no pensar más en el asunto y comenzar a beber. Estaba de mal humor y eso que Maddie decía era una completa locura, de verdad no podía hacer mucho. Estaba incrédulo todavía.
(…)
—Eh, ¿y esa cara larga, Will? —escuché la voz de Markus de repente.
—No es nada, ya sabes… —me encogí de hombros y me senté a su lado.
—Venga, entonces… debemos hablar sobre lo del negocio que estoy planeando para esta semana. —pidió al mesero dos bebidas y me pasó una carpeta.
—Joder, ¿tenemos que hablar de eso justo cuando vamos a beber? —suspiré.
—Relájate, solo hablaremos de ello mientras bebemos, ¿no quieres hacer eso? —yo tomé la carpeta.
—Me molesta leer estas cosas cuando sabes que no quiero volver a decir lo mismo de siempre, —tomé un sorbo del vaso. — además… es molesto.
— ¿Por qué te molesta leer esto, Will? —señala la carpeta que me había pasado hacia un momento.
—Porque ya sé lo que vas a decir, —dije sonando irónico. — es obvio que trabajas para mí, ¿no lo ves? —leí lo que decían los primeros documentos.
—Viejo… —soltó el vaso de whisky. — ya sé que eso suena como cliché y toda esa m****a, pero, ¿sabes lo que estás diciendo? —alcé la mirada y él tenía el ceño fruncido.
—Creo que ya estoy muy ebrio… —dejé de leer los documentos y le entregué la carpeta. — en fin, no me importa… —solté un eructo y me levanté para salir del bar.
—Pareces malhumorado. —me gritó y yo alcé la mano despidiéndome sin decir ninguna palabra.
(…)
Cuando llegué a casa, caminé como pude hasta la habitación donde solía dormir, y me quedé allí; sin camisa y con ese pequeño calor que mi cuerpo comenzó a emanar.
Me quedé acostado por un momento y desde allí, Maddie se acercó con la misma preocupación de siempre que traía consigo hacia unas horas y yo levanté la mirada.
— ¿Qué estás mirando? —la miré con el ceño fruncido.
—Ah… nada, nada. —se encogió de hombros y desvió la mirada hacia otro lado.
— ¿Y por qué desvías la mirada? —me levantó de la cama para acercarme a ella de forma cautelosa, como si la estuviera acechando. — Eh, mírame. —la tomé del mentón y me miró con algo de miedo.
— ¿Qué su… sucede? —me preguntó con las mejillas ruborizadas.
— ¿Por qué pareces estar nerviosa, Maddie? —acaricié su mejilla.
—Por… lo del… —le interrumpí.
—Creo que con esa mirada me estás pidiendo una cosa. —me acercó a sus labios pero ella me detiene.
—No… no quiero hacerlo… —ella se aleja pero yo la acorralo contra la pared donde por fin procedo a besarla y la cargó haciendo que sus piernas abracen mi pelvis.
La acuesto sobre la cama y comienzo a besarla a pesar de que ella aún no estaba interesada o no tenía ganas de querer hacerlo. Pero ella parecía no dispuesta a ello, conseguí besarle el cuello.
Hicimos el amor esa noche, y después de eso, ella me dio la espalda; dejándome verla su silueta que me hacía recordar cuando Samantha y yo hacíamos lo mismo producto a que la estaba ayudando a moverse cuando teníamos ese acto de unión entre los dos. Su precioso cuerpo no era comparado con el de Sam, Maddie no sabía de esto, pero no podía negar que eso presentaba un verdadero placer verla así.
Mirando hacia otro lado.
Las mantas le cubrían de la cintura para abajo. Mostrando también sus caderas, pero, Sami era quién tenía mejores caderas; si les soy honesto.
Ella y yo cuando nos veíamos a escondidas y hacíamos el amor en algunos de los sitios más atrevidos pero solitarios, siempre tenía la manía de desnudarla por la parte superior de su ropa y besar sus caderas. Ella siempre me pedía que la besara en dichos sitios y en sus labios, era una verdadera adicción. Pero a veces me costaba salir de esa fantasía que tenía con ella, aún sentía algo.
Aún sentía la necesidad de recuperarla.
Pero ella quizá no quiera lo mismo que yo.
Era una sensación terrible de querer escapar, abandonar mi relación con Maddie e irme a los brazos de Samantha para que me perdone por todo lo que he hecho. Aunque me esperaba recibir una bofetada producto a mi estúpida actitud.
Pero de qué recibiría una paliza así porque ella sabe que le hice daño, de eso no cabía duda, y estaba completamente en lo cierto producto a aquello. Así lograría volver y recuperarla.
No tenía miedo, pero si estaba un poco preocupado por esto ya que, parecía arriesgado hasta cierto punto.
Pero si, pronto lo haría.
Muy pronto.
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Narra Sam.06: 23 p.m.Me tiro a la cama, Lorena abre la ventana como si fuera la primera vez que nos quedáramos en este hotel.— Tenemos que ir a ese casino y festejar que después de 5 años, seguimos siendo las mejores amigas de siempre — exige, la miro sin despegarme de la cama y niego con mi dedo — No me hagas esto, Sam, tenemos que ir y festejar — le vuelvo a negar.— Es lunes, Lorena — me mira con seriedad.— Estamos de vacaciones, se permite todo, así que a levantarse, por cierto te traje el mismo vestido rojo que usaste en esa cena de negocios — me siento en la cama viendo como ella saca el vestido de su bolso, niego a su idea pero ella asiente con emoción.— Chicas, vamos al casino, ¿vienen o qué? — pregunta Guillermo entrando a la habitación ya que alquilo la suite presidencial.