SANDRA. Dios, es demasiado temprano, hoy debería ser mi día libre, pero mi teléfono no para de sonar, y no quiero levantarme de la cama. Sin embargo, me sobresalté al recordar que Eduard me llamaría. Mi decepción fue palpable al ver en la pantalla iluminada el nombre de Max. ¡Qué insoportable!.Parece que Eduard no tiene intenciones de llamarme; desde ayer no sé nada de él. Entiendo que tuvo que atender algo importante, pero no me avisó si sería fuera de la ciudad o un asunto familiar. Tal vez no lo hace porque no ve la necesidad, pero de todos modos no tiene derecho a llamarme o enviarme mensajes. No paso de ser su acompañante de cama, y no debería ilusionarme con él. Todo está claro entre nosotros, y sé cuál es mi posición.—«¿Qué demonios quieres? Es muy temprano».—«Vaya, también me da mucho gusto escucharte, linda».—«No hagas que me enoje, Max».—«Bien, princesa, te recuerdo que hoy te robo todo el día para mí. Además, no es temprano; son las diez de la mañana y sigues durmiendo
Llegamos al restaurante y ocupamos una de las primeras mesas. Max pidió el menú en mi nombre; la verdad es que no tengo preferencias culinarias, incluso en el supermercado compro un poco de todo.—¿Te agrada este lugar? —me pregunta con una dulce sonrisa. ¿Por qué no deja de hacer eso?.—Sí, me gusta mucho. Hace tiempo que no visito un restaurante; mi trabajo apenas me deja tiempo, y bueno, no tengo con quién venir —le comento.La realidad es que no podría salir con Eduard a un restaurante. Sería un escándalo en los medios que el dueño de la empresa Walton esté saliendo con su asistente personal. Además, él no tiene nada serio conmigo; solo estoy saldando una deuda. Sin embargo, si no fuera por eso, también estaríamos en una relación sin compromiso un tanto íntima, ya que antes de este acuerdo, ya nos habíamos involucrado.—Pero ahora me tienes a mí; puedo ser tu compañía —manifiesta Max con un toque de coqueteo.—Bueno, si tú lo dices —me encojo de hombros, restándole importancia.Des
—Oh, vamos, ya me siento mal —me quejé al dejar caer mi espalda en el sofá, concluí la nueva copa de vino que Max me había dado, además de la botella que ya habíamos agotado.—Esta vez fuiste tú quien quiso beber más; yo no te incité —se lavó las manos Max, y sí, era cierto, esta vez fui yo quien quiso beber. Tal vez me afectó un poco hablar de Eduard.—Bien, lo admito, pero déjame decirte que este día fue increíble —manifesté con los ojos cerrados. Creo que ya estoy ebria.—¿Lo fue?.—Por supuesto, me divertí mucho. Lo necesitaba. Gracias —señalé con un tono de voz más bajo, como si estuviera quedándome dormida.—Hey —escuché decir a Max—. No respondo por lo que pase ahora si sigues así. Dije que no me iba a controlar por mucho tiempo.—Haz lo que quieras —solté un balbuceo, restándole importancia.¿Qué demonios fue lo que dije?.Debí pensarlo antes. Estaba sentada en el sofá con Max, pero en un momento sentí algo pesado sobre mí. Arrugué la nariz cuando mi cuerpo se deslizaba hasta c
¿Cómo es esto posible? Eduard no me llamó para avisarme que ya había llegado, y además, ¿cómo sabe dónde vivo? Nunca se lo he dicho, y lo más importante, ¿cómo logró entrar y hace cuánto está aquí esperándome?.¡Oh no, maldición! Acabo de recordar algo importante: Eduard está en mi apartamento, y en mi habitación tengo varias fotografías de él, también tengo revistas y fotos recortadas. ¿Las habrá visto? ¡Qué vergüenza! ¿Qué le diré cuando me pregunte? No tengo ninguna explicación en este momento; de hecho, ni siquiera puedo hablar. Estoy helada, en shock, siento que mis piernas están peor que una gelatina.¿Me habrá visto con Max? Ahora entiendo por qué la recepcionista me estaba mirando extraño y me sonrió algo nerviosa. Seguro le dio la llave de mi apartamento, y así Eduard pudo entrar.Ah, y ahora que recuerdo, la batería de mi teléfono murió. Tal vez por eso Eduard vino a buscarme, ya que no respondía a sus llamadas. Pero ¿cómo logró saber la dirección donde vivo? ¡Maldita sea, no
—¿Qué pretendes hacerme? —inquiero con temor. Él sostiene que merezco un castigo, pero ¿realmente he cometido algún error?—¿Tú qué piensas? Debo eliminar hasta la más mínima huella en ti. Dudo que te queden ganas de permitir que alguien más te toque —confiesa, y vislumbro la dirección que toma esto. Trago saliva y me aparto, colocando las palmas de mis manos sobre su pecho, manteniendo una distancia prudente. La última vez fue bastante intenso, ¿cómo será ahora?—Vete, necesito descansar —le digo al pasar a su lado, pero aprieta mi brazo con firmeza y me atrapa contra su cuerpo.—No me iré a ninguna parte. Sabes que no puedes negarme nada, Sandra. ¿O acaso ese tipo te dejó agotada? —concluye, frunciendo el ceño. Todavía piensa que tengo algo que ver con Max, y siempre me recuerda el trato de pasar tres meses en su cama.—Te dije que no me acosté con él —insisto, Eduard persiste en sus dudas—. Si aún no estás convencido, averígualo tú mismo —lo desafío, envolviendo mis manos alrededor
~A la mañana siguiente~Despierto con somnolencia, frotando mis ojos con pereza. Al mirar a mi lado, noto la ausencia de Eduard. ¿Se fue tan temprano? Aunque anoche compartimos el sueño, hoy, su ausencia crea un vacío. Es domingo, un día que debería estar libre, y esperaba pasar el día con él. Max, mi amigo, estuvo a mi lado todo el día de ayer sin aburrirse. A veces desearía que Eduard fuera como él.Los humanos solemos aferrarnos a quienes nos brindan cariño. En mi caso, siento que Eduardo solo está en mi cama por deseo, no por amor. Tal vez uso la palabra "cariño" porque quiero creer que es eso, pero dudo que haya momentos románticos entre nosotros. Él es mi jefe; no puedo exigir más.Decido levantarme y darme una ducha. A pesar de que el día parece perfecto, no sé qué hacer. Quizás visite la biblioteca o vaya a casa de mis abuelos para distraerme.Al salir de la ducha, envuelta en una toalla, me sobresalto al ver a Eduard sentado en mi cama. ¿Cuándo llegó? Tal vez durante mi baño;
—¿Qué dijiste? —pregunté elevando la voz hacia él.—Este apartamento ahora es tuyo —aclaró. No pude evitar mirarlo con sorpresa y desconcierto al mismo tiempo.—De ninguna manera. ¿Cómo puedes darme este apartamento? —protesté.—A partir de ahora vivirás aquí. Hoy mismo puedes traer tus cosas, aunque creo que no es necesario. Este lugar tiene todo lo que necesitas —señaló, y lo miré con el ceño fruncido.—¿Por qué hablas y me ordenas como si estuviera de acuerdo? En ningún momento dije que lo aceptaría. Estoy contigo para pagar una deuda, ¿y ahora me quieres regalar un apartamento? ¿De qué se trata todo esto? —cuestioné, un poco irritada.—La deuda que tienes conmigo no tiene nada que ver con esto. Son cosas totalmente diferentes. Solo quiero que este lugar sea nuestro espacio. Vendré a verte...—¿Cuando tengas ganas de mí? —interrumpí—. Tengo mi propio apartamento, Eduard. No voy a aceptar esto. Es demasiado.Eduard frunció el ceño y dio pasos hacia adelante, quedando cerca de mí. ¿Lo
—¿Te gusta? —le pregunté a Eduard, quien estaba a mi lado colaborando con la preparación de la comida.—Es delicioso —asintió después de probarlo.—Entonces, espera a que ponga la mesa —le dije mientras se retiraba, dejándome un beso en los labios.Eduard regresó al apartamento después de que organicé mis pertenencias, pero no le pregunté a dónde fue; si él no lo mencionó, tal vez no quería hablarlo.Me sorprendió cuando expresó su deseo de ir al supermercado. Compramos muchas cosas y llenamos la despensa. Luego se ofreció a ayudarme en la cocina; ¡resulta que también sabe cocinar! Aunque la mayor parte la hice yo.Preparé la receta secreta de mi abuela con la que conquistó a mi abuelo, esa que nunca falla, y le encantó.Mientras colocaba la mesa, Eduard me observaba moverme de un lado a otro con los recipientes hasta que finalmente todo estuvo listo. Serví un poco de vino en las copas, una buena combinación.—Ven aquí —me dijo, y lo miré confundida. Me hizo señas para que me sentara e