¿Cómo es esto posible? Eduard no me llamó para avisarme que ya había llegado, y además, ¿cómo sabe dónde vivo? Nunca se lo he dicho, y lo más importante, ¿cómo logró entrar y hace cuánto está aquí esperándome?.¡Oh no, maldición! Acabo de recordar algo importante: Eduard está en mi apartamento, y en mi habitación tengo varias fotografías de él, también tengo revistas y fotos recortadas. ¿Las habrá visto? ¡Qué vergüenza! ¿Qué le diré cuando me pregunte? No tengo ninguna explicación en este momento; de hecho, ni siquiera puedo hablar. Estoy helada, en shock, siento que mis piernas están peor que una gelatina.¿Me habrá visto con Max? Ahora entiendo por qué la recepcionista me estaba mirando extraño y me sonrió algo nerviosa. Seguro le dio la llave de mi apartamento, y así Eduard pudo entrar.Ah, y ahora que recuerdo, la batería de mi teléfono murió. Tal vez por eso Eduard vino a buscarme, ya que no respondía a sus llamadas. Pero ¿cómo logró saber la dirección donde vivo? ¡Maldita sea, no
—¿Qué pretendes hacerme? —inquiero con temor. Él sostiene que merezco un castigo, pero ¿realmente he cometido algún error?—¿Tú qué piensas? Debo eliminar hasta la más mínima huella en ti. Dudo que te queden ganas de permitir que alguien más te toque —confiesa, y vislumbro la dirección que toma esto. Trago saliva y me aparto, colocando las palmas de mis manos sobre su pecho, manteniendo una distancia prudente. La última vez fue bastante intenso, ¿cómo será ahora?—Vete, necesito descansar —le digo al pasar a su lado, pero aprieta mi brazo con firmeza y me atrapa contra su cuerpo.—No me iré a ninguna parte. Sabes que no puedes negarme nada, Sandra. ¿O acaso ese tipo te dejó agotada? —concluye, frunciendo el ceño. Todavía piensa que tengo algo que ver con Max, y siempre me recuerda el trato de pasar tres meses en su cama.—Te dije que no me acosté con él —insisto, Eduard persiste en sus dudas—. Si aún no estás convencido, averígualo tú mismo —lo desafío, envolviendo mis manos alrededor
~A la mañana siguiente~Despierto con somnolencia, frotando mis ojos con pereza. Al mirar a mi lado, noto la ausencia de Eduard. ¿Se fue tan temprano? Aunque anoche compartimos el sueño, hoy, su ausencia crea un vacío. Es domingo, un día que debería estar libre, y esperaba pasar el día con él. Max, mi amigo, estuvo a mi lado todo el día de ayer sin aburrirse. A veces desearía que Eduard fuera como él.Los humanos solemos aferrarnos a quienes nos brindan cariño. En mi caso, siento que Eduardo solo está en mi cama por deseo, no por amor. Tal vez uso la palabra "cariño" porque quiero creer que es eso, pero dudo que haya momentos románticos entre nosotros. Él es mi jefe; no puedo exigir más.Decido levantarme y darme una ducha. A pesar de que el día parece perfecto, no sé qué hacer. Quizás visite la biblioteca o vaya a casa de mis abuelos para distraerme.Al salir de la ducha, envuelta en una toalla, me sobresalto al ver a Eduard sentado en mi cama. ¿Cuándo llegó? Tal vez durante mi baño;
—¿Qué dijiste? —pregunté elevando la voz hacia él.—Este apartamento ahora es tuyo —aclaró. No pude evitar mirarlo con sorpresa y desconcierto al mismo tiempo.—De ninguna manera. ¿Cómo puedes darme este apartamento? —protesté.—A partir de ahora vivirás aquí. Hoy mismo puedes traer tus cosas, aunque creo que no es necesario. Este lugar tiene todo lo que necesitas —señaló, y lo miré con el ceño fruncido.—¿Por qué hablas y me ordenas como si estuviera de acuerdo? En ningún momento dije que lo aceptaría. Estoy contigo para pagar una deuda, ¿y ahora me quieres regalar un apartamento? ¿De qué se trata todo esto? —cuestioné, un poco irritada.—La deuda que tienes conmigo no tiene nada que ver con esto. Son cosas totalmente diferentes. Solo quiero que este lugar sea nuestro espacio. Vendré a verte...—¿Cuando tengas ganas de mí? —interrumpí—. Tengo mi propio apartamento, Eduard. No voy a aceptar esto. Es demasiado.Eduard frunció el ceño y dio pasos hacia adelante, quedando cerca de mí. ¿Lo
—¿Te gusta? —le pregunté a Eduard, quien estaba a mi lado colaborando con la preparación de la comida.—Es delicioso —asintió después de probarlo.—Entonces, espera a que ponga la mesa —le dije mientras se retiraba, dejándome un beso en los labios.Eduard regresó al apartamento después de que organicé mis pertenencias, pero no le pregunté a dónde fue; si él no lo mencionó, tal vez no quería hablarlo.Me sorprendió cuando expresó su deseo de ir al supermercado. Compramos muchas cosas y llenamos la despensa. Luego se ofreció a ayudarme en la cocina; ¡resulta que también sabe cocinar! Aunque la mayor parte la hice yo.Preparé la receta secreta de mi abuela con la que conquistó a mi abuelo, esa que nunca falla, y le encantó.Mientras colocaba la mesa, Eduard me observaba moverme de un lado a otro con los recipientes hasta que finalmente todo estuvo listo. Serví un poco de vino en las copas, una buena combinación.—Ven aquí —me dijo, y lo miré confundida. Me hizo señas para que me sentara e
Me desperté temprano, notando la ausencia de Eduard a mi lado, esa sensación vacía volvió. Recordé que me había dicho que no se quedaría anoche.Me levanté bostezando y me dirigí a la ducha. A pesar de mi deber en el trabajo, recordé que no debo abusar de mi posición con el jefe, quien es también mi pareja.Opté por una falda de tubo color vino tinto, que caía justo encima de las rodillas, y una camisa blanca entallada con un sugerente escote y algunos botones sueltos. Complementé el conjunto con tacones de aguja y dejé mi cabello negro suelto y bien arreglado.Para finalizar, me rocié con el perfume favorito de Eduard y evité las joyas llamativas, optando por unos sencillos, aunque costosos, aretes. Al mirarme al espejo, quedé satisfecha con mi apariencia.Tomé mi bolso, metí el celular y la tarjeta del apartamento, saludé a la recepcionista al bajar y luego tomé un taxi que me llevó en pocos minutos a la empresa.—Hey —saluda Amanda al llegar.—Hola —le regalo una sonrisa.—Estás her
Después de la reunión, regresé a mi escritorio, y como era de esperar, el señor William se acercó, indicando que era hora de almorzar.Lilian y Amanda se fueron sin mí, intercambiando miradas cómplices. Ni lo piensen, con el subjefe no.Acompañé al señor William en su auto a un restaurante cercano. Al llegar, las miradas curiosas nos rodearon, dando la impresión de que éramos una pareja. Él, como subjefe de la ahora empresa Walton, y yo, conocida junto a Eduard.Al ordenar, sentí incomodidad por su mirada y el ambiente del restaurante, claramente a su nivel.—¿Te sientes cómoda? —preguntó al notar mi distracción.—Oh, sí, señor —respondí, disimulando mi inconformidad.—Solo estamos aquí para comer, no serás el plato principal —bromeó, y no pude evitar sonreír, relajando mis músculos. Quizás me sentía así porque Eduard estaba distante, y aceptar almorzar con el subjefe no le agradaría.—Estoy bien, no se preocupe —dije, más relajada. Él sonrió satisfecho.En pocos minutos, el mesero sir
Antes de girar la perilla de la puerta, reflexioné, tratando de ocultar mi nerviosismo. No entiendo qué le sucede a Eduard, pero su mal humor me intimida un poco.Finalmente, decido entrar. Lo encuentro revisando unos papeles. Al levantar la mirada y verme frente a su escritorio, me escudriña de arriba abajo, apartando los documentos a un lado.Ahora su rostro carece de expresión, y me frustra no saber qué piensa o si su enojo está dirigido hacia mí por algo que haya hecho mal y le haya molestado.—¿Me llamó, señor?—rompo el silencio tras unos segundos parada como una tonta.—¿Por qué tanta formalidad?—me pregunta, frunciendo el ceño al instante.—¿No es usted el formal, señor Eduardo?—replico, y esta vez soy yo quien frunce el ceño mientras él se levanta de su asiento.—¿Por qué aceptaste almorzar con él?— formula, apoyándose sobre su escritorio.—Porque el señor William es el subjefe; no podía rechazar su amable invitación. ¿Algo más?— alzo una ceja, observando cómo se tensa.—Ya veo