—Siempre ganas, eso tampoco cambia. ¿Me darás la tarta o no? —extendió las manos, a lo que él sonrió. Qué extraña esa chica, de pronto molesta, y ahora... —Sí, ten. Toda tuya, pero no comas todo ahora mismo, te podrá hacer daño. —No te preocupes, ahora déjame sola. Asintió con la cabeza y estaba apunto de marcharse pero fue ella quién ahora lo retenía. —No, quédate. Has comprado este pastel para mí pero no me lo comeré todo, quiero compartirlo contigo. —Oh no, sabes que no me van los postres y esas cosas. —¿Bromeas? Eso no decías la noche en la que te comiste varios trozos de la tarta de queso. —Pero esa tarta, puedo apostar, que tenía menos azúcar y calorías que esta. —Pareces una chica, ¿es que te preocupa engordar? No tiene nada de malo comer o consumir azúcar siempre que no sea con regularidad. Además yo te veo en forma —añadió, aunque luego se dio cuenta de que había sido innecesario la añadidura —. Ven, come un poco conmigo. Victoria tocó la colcha a su lado para que f
Rashid entró a su habitación, sintiéndose extraño y distinto a lo que solía. Pensó seriamente en las palabras de su asistente y también con mayor ahínco en lo que le había mencionado la novia de su mejor amigo. ¿De verdad estar cerca de Victoria podría hacer que algo crecer dentro de él? Estaba seguro de poder tener el control de sus emociones nunca antes tenía que haberse preocupado por eso, ahora sí. Ya no estaba tan seguro de poder quedarse sin inmutar en su lugar y no sentir como cualquier otra persona. Sin embargo, nada de eso era cierto. Sentía más que nunca, y por ella. Solo que aún no le daba un nombre a ese sentimiento y sinceramente no quería hacerlo. Después de un rato meditando y dándole vueltas al asunto en su cabeza, decidió darse una ducha, a diferencia de otros días estar un rato bajo la cascada, no logró que ordenar su mente, seguía siendo la misma maraña y un desorden loco. Se metió en la cama con el nombre de Victoria clavado en su cabeza, no importa las veces qu
Rashid terminó de firmar el documento y se lo entregó a su asistente que aún esperaba recibir dichos papeles devuelta para hablarle sobre cómo iba la organización de la fiesta. —¿Qué pasa? —El organizador quiere verlo de nuevo, es que aún no elige el menú que se va a servir esa noche. Y es algo que usted debe hacer —explicó temerosa a su respuesta. —Está bien, déjale saber que iré esta tarde al lugar que me indique. ¿Eso es todo? —Sí, ¿quiere algo más? —No, llévale eso a Carlo, ¿ha llegado no? —Sí, de hecho se encuentra en la sala de reuniones, porque su oficina aún está siendo remodelada. —Le advertí qué para cuando regresara a trabajar, aún estarían con eso, bueno, hazle saber que mientras tanto puede ocupar la oficina de arriba. —Sí señor, se lo dejaré saber.—Gracias. Entonces se retiró. Entrelazó las manos sobre el escritorio y aguardó una sola señal que le dijera lo muy equivocado que estaba al pensar una y otra vez en Victoria, esa chica tan hermosa, tan perfecta en s
Deslizó el dedo en la pantalla, respondiendo a la joven. —Victoria. —Rashid. —Supongo que ya sabes qué saldrás con Amina, para elegir el vestido de compromiso.—Lo sé, pero habría estado bien que me lo dijeras tú personalmente esta mañana. Aunque no me extraña que todo sea siempre a última hora. —No te enfades, además creo que te hará bien ir de compras, para que despejes la mente, no te hace bien estar todo el tiempo en el piso. —Eso también lo sé, y sería un problema resuelto si no fueras tan sobreprotector conmigo o si me permitieras salir sin necesidad de que alguien más tenga que seguir mis pasos. Por lo que el culpable de mi encierro eres tú y nada más que tú. —Vaya, sígueme culpando de todo. —Y tú deja de eludir la culpa, como siempre. Solo te llamo para que sepas que no voy a tomar un solo centavo de tu bolsillo. Es decir, me compraré algo con el dinero que tengo. —¿Te oyes? De todos modos este dinero que tienes ha salido de mi bolsillo. Victoria resopló sonoramente,
Después de estar varias horas en esa tienda se marcharon a otra y luego vino la siguiente y después de la última, Amina la convenció para ir a comprar ropa interior en Victoria Secret. —Vas a volverte loca por todo lo que hay aquí —dio por hecho. No entendía cómo podría haber tanta ropa interior con transparencias y en su opinión, en la de muchos seguramente, muy sexys. Se cohibió, nunca había estado allí. Además, sentía que muchas se le quedaron mirando. —No seas tímida. Solo es ropa interior y de la buena. ¿Compramos? —¿Hay algo más decente? Créeme que no me llama la atención lo que estoy mirando —confesó provocando que la otra casi explotara en risas, pero ante la mirada de varias mujeres prefirió aguantarse. —Sí, ¿qué cosas dices, Victoria? Pero... ¿Es que nunca has pensado en hacer algo de esto para enseñar y seducir a un hombre? —le inquirió moviendo las cejas de arriba a abajo, pícara. —No, de ninguna manera. A mí esas cosas no se me dan, soy fatal, además ya te dije que
Se quedó en la cocina todavía pensando en lo que Rashid le había dicho. Es que no podía creer que Amina hubiera sido capaz de hacerle eso para ponerla en un aprieto. No era una broma cualquiera, de hecho era algo de mal gusto y no se lo imaginó venir de su parte. Estaba convencida de que luego la llamaría para hablarle al respecto. Por el momento se contenía de hacerlo ya que en cualquier momento podría retornar el magnate y no quería que interviniera. Terminó de servir la comida y aguardó por su llegada. Pues hace rato que se había ido para contestar una llamada, no era nada raro que a cada rato le llamarán al teléfono, siendo un hombre demasiado ocupado y con negocios por doquier, muchísima responsabilidad sobre sus hombros que al reflexionar un poco sobre ello, entendía que muchas veces pudiera sentirse agobiado. Ella no podría imaginarse una situación parecida. Aunque ya se sentía lo suficientemente estresada con todo el asunto del compromiso y la fiesta, Además de que no deja
Y cuando la muchacha por fin tomó la bolsa de mano y se dirigió la salida, abrió la puerta y los ojos del hombre se clavaron en su fisonomía quedando boquiabierto ante lo que admiraba parecía otra persona, tan distinta y llamativa que no podía creerla real, pero sí lo era. Tragó duro, y también trato de disimular el efecto poderoso que había causado hay que hay imagen sobre él. Por supuesto quiere hermosa hasta en pijama, pero así era otro nivel. —¿Te vas a quedar allí mirándome o ya nos vamos? —expresó mientras se atrevía a deslizar una sonrisa victoriosa a sabiendas de lo que había provocado en él. —Estás preciosa, pero sigues teniendo esa actitud. —Y no cambiaré, así que ni lo sueñes —le señaló mientras avanzaba por su lado pero él se apresuró a tomarla por la cintura y obligarla a avanzar a su par. Gruñó, mas no se sacudió, ni lo intentó, Además de que la palma abierta del hombre sobre su cintura le transmitía seguridad y una oleada de calor atravesando cada parte de su piel
Cómo si fuera todo un caballero, él fue el primero en bajar del automóvil y luego de rodear su flamante y deportivo auto, se aproximó a la puerta de copiloto entonces procedió a abrir la portezuela, pero en su mente la muchacha estaba enfadada porque era algo que ella podía hacer sin ningún inconveniente, aunque luego pensó que lo hacía solamente, Y eso era más que obvio, para llamar la atención de esos desconocidos varados en la entrada principal. Cuándo bajó, no podía creerlo, la lluvia de flash sobre ambos, no paraban, ella intantaba ocultar su rostro pero era imposible ante la luz casi cegadora cayendo sobre los dos. En lugar de apresurar a la entrada el magnate la obligó disimuladamente a atender a esos periodistas que buscaban encontrar información e incluso alguna primicia. —Solo debes seguirme la corriente y sonreír, haz eso y todo estará perfectamente bien —le dejó saber al oído y ella en lugar de sentirse aliviada solo se llenó de más tensión y ansiedad pero increíblement