Capítulo 7

Vicente colgó la llamada y respiró profundo. Aquella era su parte menos preferida de ser el dueño de la empresa, lidiar con idiotas incapaces de reconocer sus errores. Quizá Ernesto tenía razón y debía delegar algunas de sus responsabilidades.

De pronto escuchó voces alzadas fuera de la puerta de su oficina.

—¡Un poco de paz, por Dios! —dijo para sí mismo, yendo hacia la puerta. Al abrirla, vio a Sofía frente a su puerta, impidiéndole el paso a Amelia.

—¿Qué demonios está pasando aquí? —dijo, todavía enfadado por lidiar con los encargados de Roma.

—Tu estúpida secretaria no quiere dejarme pasar —dijo Amelia apuntándole su dedo a Sofía.

—¿Disculpa? —dijo Sofía, al parecer a punto de lanzársele encima como una fiera.

—Y

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