CAPÍTULO 9

Camille se quedó mirando a Nathan con la boca abierta, como si hubiera visto un fantasma. Nathan parecía igual de sorprendido. Sabía que los tenía contra las cuerdas.

—Vaya, vaya, vaya… —dije, acercándome a ellos—. ¿Te has quedado muda? Dime, cariño, ¿qué se siente al saber que eres otro juguete más para Nathan? Se cansará de ti tarde o temprano, ¿sabes?

Camille parecía un conejo encandilado por los faros de un coche. Antes de que pudiera responder, Nathan saltó en su defensa.

—¡Agatha, basta ya! ¡Camille es mi prometida! ¡Va a ser mi esposa!

¡No podía creer lo que oía! ¿Camille, su esposa? ¡Era una locura!

—No seas ridículo, Nathan —me burlé—. ¡Si apenas tiene edad para beber! ¡Podrías ser su padre!

Camille se sonrojó, pero al menos tuvo el sentido común de quedarse callada. Nathan, sin embargo, actuaba como si todo fuera de lo más normal.

—Camille es una mujer adulta y ha aceptado casarse conmigo —dijo con mucha tranquilidad—. Estamos enamorados.

¿Enamorados? Casi me echo a reír. ¡N
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