Tras aquella declaración de Renatto y el resto de los acontecimientos, Isabella comenzó una nueva etapa en su vida dentro de la organización de Renatto. Las mujeres, aunque celosas, sus ojos cargados de furia por su nueva posición, no tenían más que aceptar sus órdenes.
Incluso su apariencia cambió, no por decisión propia, sino por la exigencia de Renatto, quien estaba empeñado en que la vieran con los mismos ojos que lo veían a él o a Riccardo, como una persona importante dentro de la organización.
Pero hay cosas que no cambian, por lo que, pasado otro mes, Isabella se acerca a Renatto en su despacho. El hombre, inmerso en sus asuntos, levanta la mirada lo suficiente para ver a una Isabella hermosa, vistiendo un traje de pantalón y saco que le dan un aire sofisticado.
—Disculpe, señor Corleone…
—Maldición, Isabe
Renatto no es un hombre que disfrute de los viajes innecesarios, pero esta vez no tiene opción. Roma requiere su presencia.Hay problemas con una de las familias aliadas que han comenzado a actuar fuera de los acuerdos establecidos. Negociaciones turbias, movimientos sospechosos, traiciones en el aire. No es algo que pueda delegar, necesita manejarlo él mismo.El avión privado aterriza en la pista reservada de un pequeño aeródromo en las afueras de la ciudad. Apenas baja, su teléfono vibra en su bolsillo. Sabe que no serán buenas noticias.Se voltea para ver a Isabella, la que va bajando de la mano con Alonzo mientras hablan cosas que aprendió su hijo en clases. A medida que sus pasos lo llevan hacia el auto blindado que lo espera, responde la llamada con voz seca.—¿Qué pasó?“El jefe de la familia Bernardini se está moviendo por su cuenta
La oscuridad es absoluta.Isabella abre los ojos, pero es como si aún estuviera atrapada en la negrura del sueño al cual fue sometida. Su piel se eriza con el frío y la humedad del suelo bajo su cuerpo. Un fuerte olor a moho y metal oxidado le llena los pulmones. Intenta moverse y descubre que está descalza, sin ninguna de sus pertenencias. No tiene forma de defenderse.Respira hondo, intentando controlar el pánico que amenaza con instalarse en su pecho. «Piensa, Isabella, no puedes permitirte el miedo», se dice con firmeza, su corazón latiendo más de lo que puede soportar.Estar en esa situación otra vez en lugar de llenarla de miedo, solo la molesta más. tantos años tratando de huir de ese mundo, y ahora está metida en medio de las balas.Se incorpora lentamente, tanteando con las manos el suelo rugoso. No hay ventanas, ni ninguna fuente de luz. Se obl
La humedad en aquel lugar perdido de la mano de Dios cala hasta los huesos. Isabella está temblando, pero no es solo por el frío, sino por el agotamiento extremo. Ha perdido la cuenta de cuánto tiempo lleva en ese lugar oscuro, encerrada entre paredes que rezuman desesperación, en donde sus gritos son lo único que le queda para saber que está viva.Sus muñecas están marcadas por las ataduras, y su cuerpo dolorido por los golpes. El hedor a sangre seca y humedad se mezcla con el sabor metálico en su boca, le produce náuseas, peo no tiene nada que eliminar de su cuerpo más que sangre y sudor. A pesar de eso, no cederá. No importa cuánto duela.Los pasos se acercan de nuevo. Isabella cierra los ojos un instante, preparándose. La puerta se abre y el hombre entra con la misma sonrisa burlona de siempre.—¿Lista para hablar? —pregunta con
La cabeza de Isabella late con dolor, está mareada, la visión se le nubla y por un momento comprende que está alucinando. No puede ser que Renatto esté ahí. No tiene sentido.Él no arriesgaría todo para ir por ella, sabe lo que Renatto piensa de las mujeres. Aunque la declarara su mujer delante de todos, Renatto Corleone no podría arriesgar todo un legado, la mafia más importante que es la ‘Ndrangheta, solo por ella.Su mente juega terriblemente con ella, producto del cansancio, de los golpes, de la desesperación. Aquel anhelo desesperado que tuvo en el pasado ahora se proyecta en el hombre, algo que no pasará.Parpadea varias veces, tratando de enfocarse, pero la figura colgante frente a ella sigue siendo la misma.No puede ser él.En ese cuarto está sola.Respira hondo, tratando de calmar la adrenalina que recorre su cuerpo. Debe
Ante la situación que se desata afuera, Isabella decide entrar de nuevo al edificio y sellar esa puerta. Las balas golpean el metal, mira a su alrededor y sabe que es cuestión de tiempo para que entren a buscarlos.Isabella sostiene a Renatto con un brazo, manteniendo el arma firme con la otra. Su respiración es rápida, pero su mente está clara. Deben salir de ahí a costa de lo que sea.Deja a Renatto apoyado en la pared, un gesto de silencio y se escabulle para ver qué tiene en el pasillo frente a ella. Regresa rápidamente, se guarda un arma y lo rodea por la cintura para sacarlo de ahí.—Se supone que yo vine a salvarte.—Y lo hiciste, estaba a punto de rendirme, pero tus gritos me sacaron del letargo. Aunque llegué a pensar que eran alucinaciones.Los pasos apresurados en el pasillo advierten que no están solos. Isabella se detiene, presiona su
La mansión se alza imponente en la noche cerrada cuando el convoy de vehículos atraviesa la entrada principal de la mansión Corleone. Los guardias abren las puertas sin demora y siguen con la mirada la camioneta en la que viajan Renatto e Isabella. Apenas detienen el auto, Riccardo da órdenes y el médico de confianza de la familia corre hacia ellos.—¡Llévenlo a su habitación ahora mismo! —ordena Riccardo con voz firme, apartando a cualquiera que intente acercarse sin motivo.Isabella no se separa de Renatto ni un solo momento mientras lo llevan con cuidado a la casa. Su rostro está cubierto de polvo, sudor y rastros de sangre, pero su atención está completamente enfocada en él. Sus heridas son graves y cada minuto perdido puede costarle la vida.—¿Alonzo? —su voz, la preocupación de alguien que piensa en todo.—Dorm
Dos días después, Renatto despierta en la penumbra de su habitación con un dolor sordo latiendo en su espalda. Su primer instinto es moverse, pero un peso cálido sobre su mano lo mantiene inmóvil. Abre los ojos lentamente y lo primero que ve es el rostro de Isabella, dormida en una silla a su lado, con la cabeza apoyada en el colchón.Su ropa sigue manchada de sangre seca y tierra, excepto por la camisa que está mancha, pero es de él. Las sombras bajo sus ojos y la palidez de su piel delatan que no ha dormido bien en días. Su cabello cae desordenado sobre su rostro, y su respiración es pausada, pero irregular, como si incluso en sueños estuviera alerta.Renatto intenta girarse, pero un dolor agudo lo hace gruñir. Isabella se sobresalta al instante, sus ojos parpadean con confusión hasta que lo ve despierto. En un segundo, su expresión se endurece y su mano lo
Isabella despierta con la sensación de que algo está fuera de lugar. Su cuerpo se siente pesado y cansado, pero lo que más la desorienta es la calidez que la envuelve. Su mente aún está aturdida, pero al abrir los ojos se encuentra con un techo desconocido. No está en su cuarto, no está en la bodega...Ese lugar le parece desconocido, hasta que los recuerdo de lo ocurrido hace unos días le llegan. Se gira solo un poco, nota una mano sobre su vientre y al mirar a su lado, lo comprende. Está en la habitación de Renatto.Se incorpora rápidamente, pero al hacerlo, el dolor en su costado le recuerda lo que ha pasado. Siente una punzada aguda, pero lo ignora. Se gira por completo y lo ve. Renatto sigue dormido a su lado, su respiración acompasada, su expresión relajada por primera vez en lo que parece una eternidad.Están solos, lo cual le dice que los dos e