MÍAGuardo la foto que Basil me tomó y la dejo debajo de un libro de poemas que traje conmigo desde Italia, dentro de uno de los cajones del tocador, tirando a la basura la foto que me dio Portia, da igual, si ella de verdad atesorara esa foto, no me la hubiera dejado, pero lo que no deja de martirizar mi cabeza, es por qué Basil me llevó al mismo lugar que llevó a Portia hace años. Sé que cuando ellos dos estuvieron juntos, yo estaba con Lance, no nos conocíamos, no sabíamos siquiera que existíamos el uno del otro, aun así, creo que yo jamás le haría hacer algo que hice con Lance, y aun así, me sigo sintiendo defraudada. La puerta se abre, Basil entra quitándose la camiseta negra que se le ciñe al cuerpo, dejándome ver su perfecto cuerpo, él se da cuenta de mi mirada y me sonríe. —Quiero follarte. Mi estómago se encoge, no, no quiero que lo haga. —Yo no me siento bien —mi voz es apenas audible. Se detiene en medio de la estancia, justo cuando tenía la intención de acercarse. —
MÍAEntro a la habitación y enseguida Basil no tarda en hacer lo mismo. —Mía. —Es hermoso el vestido —trato de no sonar demasiado irónica. —Es para que lo uses esta noche —argumenta colocándose a mis espaldas—. Quiero que lo uses. —¿A dónde me llevarás? —me aparto y me doy la vuelta para enfrentarlo—. Tu Voyeviki mencionó un sitio llamado Diamant Basil se me queda viendo por un par de segundos, unos que parecen toda una eternidad. —Pareces molesta. Sí, lo estoy, celosa, molesta, dolida, tengo una lista interminable de palabras y de sentimientos que me ahogan a diario desde que Portia decidió que era buena idea regresar de la tumba, pero me lo callo, no quiero que piense que soy una inmadura, mucho menos ahora que estoy esperando a su hijo. —No lo estoy, ya te dije que estoy cansada, eso es todo —mierda, quisiera sonar tan coherente como en mi cabeza. —Mía, es una sorpresa. —No me agradan las sorpresas, prefiero saberlo antes —me cruzo de brazos.—Estás actuando de manera ext
MÍALas alarmas en mi cabeza me gritan que salga corriendo del auto, cada terminación nerviosa de mi cuerpo me provoca un cosquilleo que parece interminable, estar dentro de un auto con una mujer que me quiere ver muerta, no ayuda en nada, mucho menos el que Portia no me quite los ojos de encima. —¿Por qué me miras tanto? —rompo el silencio, cansada de tener sus ojos asesinos clavándose en mi pecho como espadas con veneno. —Trato de descifrar qué es lo que Basil ve en ti. —Entonces aceptas que él me ama. Esboza una sonrisa maliciosa que va de oreja a oreja. —Por supuesto que te ama, aunque no tanto como a mí, pero en fin, él ama muchas cosas, y esta noche te vas a dar cuenta. —¿A dónde me llevas? Si piensas que matarme para enterrarme en un sitio donde nadie me encuentre va a ayudar a que él te miré como antes, estás equivocada. Su sonrisa se desvanece. —No me des ideas, Mía Bennett. —Sokolov —la corrijo solo para molestarla. —Bueno, pues esta noche demostrarás si eres digna
BASILHORAS ANTES—Pareces demasiado contento, hijo. Levanto la mirada, mirar a mi padre en Rusia, es la cosa más extraña, en especial porque tengo entendido que hace años que él no pisaba este territorio, desde que mi madre estaba embarazada de mí, odia la mafia, la violencia y todo lo que tenga que ver con la Bratva, sin embargo, sigue aquí. —¿No tienes negocios que atender en Estados Unidos? —espeto. —Puedo atenderlos desde aquí. —No me digas que ahora piensas hacer el papel de padre presente —ironizo, terminando de beber mi Vodka. Bill se me queda viendo fijo. —Ahora que serás padre, me parece que entenderás un poco mejor mi posición. Tenso el cuerpo. —No me compares contigo nunca, no somos iguales, la diferencia entre los dos, es que yo jamás abandonaré a mi hijo. Bill no parece afectado con mis palabras, la gente lo considera como alguien bueno, pero es un hijo de puta, lo sabré yo de primera mano, es un arrogante, un hombre que gobierna con mano dura, con mano de acero
MÍATrato de cerrar los ojos, hundirme en la fría oscuridad en la que yo sola me he metido, porque el haber dejado que mi corazón me engañara, al creer que las cosas entre Basil y yo iban a estar bien, es algo que me va a pesar. Hace poco más de una hora que llegué del Diamant, las náuseas se me atoran en la garganta y no he dejado de llorar. Pasé más de media hora bajo la regadera, con la esperanza de que el agua helada me quitara esta sensación asfixiante, no fue así, todo lo contrario, luego me puse una pijama y me metí a la cama hecha un ovillo, eso fue lo que pasó realmente. Miro la hora en el reloj, es más de la medianoche, intento una vez más dormir, hasta que llaman a mi puerta, sé que intentan abrir, no pueden, ya que le coloqué el cerrojo para que nadie me pudiera molestar. —¡Mía! —la voz de Viktoria al otro lado de la puerta ni me inmuta—. ¡Abre la puerta, es una emergencia! No, no lo es, quiero gritarle que me deje sola, quiero regresar a Italia, con mi padre, por lo m
MÍA—Mía.Escuchar mi nombre de sus labios, me quiebra por dentro, lo odio por todo lo que me ha hecho pasar, fue poco el tiempo que tuve para pensar mejor las cosas, sin embargo, fue el suficiente para llegar a una conclusión. —Lo que viste… —intenta ponerse de pie para acercarse a mí. —El doctor dijo que te drogaron —interrumpo. Su mirada se oscurece cuando recorre mi cuerpo como inspeccionando algo que estuviera fuera de lugar. —¿Qué sucede? —pregunto por fin ante sus ojos penetrantes. —No traes sostén. Me quedo petrificada con lo que me dice, es decir, su comentario no viene al caso, rechino los molares, es cierto, me puse la blusa y ni siquiera me preocupé por ponerme un sostén. —No vine a hablar contigo sobre su traigo sostén o no —espeto—. Quiero que aclaremos unas cosas. —Pero primero ponte el anillo —frunce el ceño. —No. —Mía, lo que pasó no fui yo, es decir. —No soy una idiota, Basil, sé lo que vi, sé lo que pasó, así como sé que pese a que estuvieras drogado, no
NARRADOR OMNISCIENTELos ruidos de las personas al hablar, de los autos acelerando sus motores, comenzaban a ponerlo de mal humor, incluso estaba molesto con su propia sombra, aún tenía en las manos pequeñas manchas de sangre, su sangre, la misma que corría por las venas, no sentía remordimiento, tampoco dolor, pero ahora mismo estaba consciente de que solo tenía un enemigo, y no era precisamente la mafia italiana, no, sino, la rusa. Estaba asqueado, hastiado, necesitaba volver de nuevo a su escondite, lo que solo lo hacía enfadar más y más con el paso de los segundos, todavía no se había emitido en Italia la orden de su captura, mucho menos un aviso de que él había matado al Capo di tuti capi. No se anunciaba nada y eso era porque quien estaba al frente ahora, era uno de sus mejores amigos, y por supuesto, él le creía, él estaba dispuesto a demostrar su inocencia. ¿En verdad lo era? No, no era inocente, la sangre que estaba en sus manos había sido derramada porque él así lo quiso,
MÍA—Querida, reacciona. La voz que parecía un eco de Bill, me saca de mi ensimismamiento, reconozco que mi relación con mi papá estaba fracturada desde que me rebelé y me marché, cuando creía estar enamorada de Lance, pero esto, es diferente. —Mía —me llama Basil y lo ignoro. Son demasiadas cosas por procesar. Ahora mismo no tengo tiempo para lidiar con el padre de mi hijo. En especial, porque sigo sin creerme que mi padre esté muerto y lo que es peor, que nunca me haya hablado de mi supuesto hermano mayor, no, debe haber un error aquí y lo tengo que averiguar. —Parece ser que alguien ha envenenado a Lucian Bennett, eso no es todo, Italia necesita un líder —la voz de Viktoria rompe el ambiente—. Pero primero quieren a su princesa italiana de vuelta. —¿No es peligroso? Hasta donde tengo entendido, la relación entre Lucian y su hija no era muy buena estos últimos meses —añade Bill con una expresión seria que no hace más que ponerme los pelos de punta. Viktoria le lanza una mirada