La última reunión que Hernán tuvo con sus amigos terminó mal, por eso sus amigos organizaron otra en nombre de disculparse. Hernán era consciente de que su comportamiento era demasiado impulsivo también, y después de preguntarme mi opinión, aceptó la invitación.De hecho, no tenía ganas de ir con él. Me resultaba incómoda estar con sus amigos. Si no fuera por las súplicas insistentes de Hernán, yo no iría. Cuando estábamos casi terminando de comer, salí para tomar aire. Al regresar, escuché a sus amigos hablar de mí.—¿Ya decidiste?—Sí, solo quiero casarme con ella. —Pero, has pensado en el origen de su familia...Se quedó en silencio por un momento y luego dijo con determinación:—Si ella me acepta, podría enfrentar a todo con ella. A mí no me importa perder todo.—No seas tonto, Hernán. Ustedes ni siquiera son personas de mismo mundo. Tu familia no te permitirá hacer lo que quieras. De hecho, Lola te encajas más y ya sabes lo que siente por ti ¿no?—Lo sé, pero yo no siento nada p
Al levantar la vista, vi a Sergio y Flora tratando de detener un taxi.Era temprano, y pasaban pocos coches en este momento.Parecía que habían estado esperando un tiempo, ya que ningún auto se detenía. Flora estaba visiblemente ansiosa, pataleando el suelo con impaciencia.Precisamente en ese momento, llegó el coche para recogerme:—Señorita Lánchez, el señor Hernández me pidió que te llevara al aeropuerto.Coloqué mi mochila y estaba a punto de subir al auto para irme, pero esos dos me miraban expectantes en el costado de la carretera.Como solo había un vuelo al día, y si lo perdieran, tendrían que esperar hasta mañana.—Suben al auto.Flora, llevando su maleta, se me acercó sonriendo de manera obsequiosa. Sergio se quedó en silencio por un momento y luego se unió a ella.Desde que Flora subió al auto, no dejó de hablar casi gritando, haciendo que el conductor la mirara constantemente a través del espejo retrovisor.No fue hasta que Sergio la atrapó en sus brazos que finalmente se t
Después, Martín me sonrió y hizo una señal para que subiera.Al ver que no le hice caso, bajó del coche, sacó un pañuelo para limpiar el cojín y con un gesto caballeroso, extendió la mano derecha hacia mí:—Mi querida princesa, suba al coche, por favor.No pude contener la alegría que sentía y di dos pasos adelante, pero de repente, recordé que ya no éramos vecinos ahora.—Pero ya no vivimos en la misma zona. Puedo volver sola.Durante las vacaciones de mi último año en la universidad, dejamos de vivir allí y nos mudamos a una nueva casa. Sin embargo, a mi madre todavía le gustaba el pequeño jardín de la casa anterior y no la vendió. De vez en cuando, volverían para cuidarla. Y mi padre lo consideraba como un viaje entre dos casas.—Tu madre ya ha ido a la casa antigua esta mañana para hacer limpieza. Dicen que prepararán un hot pot para recibirte.—Genial. Los restaurantes de hot pot en la Universidad Nacional no tienen el mismo sabor que los de la Escuela Nacional de Pintura. Martín
—Muchas gracias, Carmela, pero no es para tanto jaja.Mientras estábamos charlando alegremente después de mucho tiempo sin vernos, Sergio, con el pelo revuelto, cargaba una gran mochila en sus hombres, empujaba, además, una gran maleta y sostenía una bolsa llena. Era como si un refugiado escapando de la guerra. Verlo así, me esforzaba por contener mi risa.Y Flora, que llevaba una pequeña bolsa con un pan dentro, seguía detrás de él. Se acercaron hacia nosotros.La presencia de Flora degradó a Carmela, quien se limitó a saludarla y no dijo nada más.A pesar de que ya se había dado cuenta de que no era bienvenida, se negaba a irse. Si fuera yo, no podría aguantar quedarme aquí por ni siquiera un segundo.—Está bien. Dejemos de hablar en la perta. Luna, entra en la casa. Los platos ya están listos.Siguiendo las indicaciones de Flora, Sergio también quiso entrar, pero Martín lo detuvo y dijo:—Cada uno a su casa. No vayan a entrar a la casa equivocada.Sin embargo, después de detener a
Al oír lo que dijo Martín, mi madre nos sonrió de manera extraña, pero no dijo nada al respecto y continuó preparando los platos.En poco tiempo, todo estaba listo y justo cuando estábamos dispuestos a disfrutar de la comida, alguien llamó a la puerta. Eran Sergio y Flora. Decían que habían venido a buscar a Martín para llevarlo a comer en casa. Flora, que estaba al lado de Sergio, miraba constantemente hacia el comedor.Sergio, en vez de esperar mi respuesta, intentó entrar directamente en la casa, pero lo detuve firmemente y no lo dejé pasar.Sin ganas de lidiar con ellos, no quería que los dos arruinaran nuestra comida.—Luna, ¿qué estás haciendo? Por qué no nos dejas pasar. Realmente solo venimos a buscar a Martín. Era evidente la intención de Flora, pero no pensaba que Sergio se dejara llevar por los antojos de ella. Pasara lo que pasara, no los dejaría entrar. Mientras defendía la puerta, acudí a Martín:—Martín, Sergio y Flora han venido a buscarte para comer en casa.En real
Al escuchar mi respuesta, Martín se burló:—¿Por qué será una conversación abierta? Prefiero que hablemos en privado con puerta cerrada.—Desde tiempos inmemoriales, la proximidad entre hombres y mujeres es peligrosa. Cerrar la puerta podría afectar la reputación del caballero. Al abrir la puerta, no solo se preserva la reputación de nosotros dos, sino que también se puede respirar aire fresco. ¿Por qué no hacerlo?Martín se rio ante mi forma de hablar, y me tiró del brazo para llevarme a mi habitación:—Entonces, vamos a tener una conversación abierta.Desde que me convertí en adulta, eran escasas las oportunidades de ver a Martín. Ya hacía mucho tiempo la última vez cuando Martín entró en mi habitación. —No hay muchos cambios.Mientras que Martín miraba la habitación y se sentó a el escritorio leyendo un libro, sonó mi teléfono. Era una videollamada de Hernán. No tenía la idea si debía contestarla o no. Miré nerviosamente a Martín, quien me indicó:—Respóndela. Ten un poco de educa
—¿Y yo? ¿Acaso no soy un chico?«¿Qué quiere decir Martín? A qué viene esta pregunta», me pregunté a sí misma, perpleja.—Ya sabes cómo es la familia de Hernán, ¿no? Luna, no abrazo la idea de las distinciones de clases, pero sobrevivir en la familia de Hernández no era cosa fácil.Martín tenía razón y ya lo había pensado detenidamente. A pesar de que mis padres tenían buenos ingresos, y yo era hija única, no se podía comparar con la familia de Hernández. Era una familia distinguida en el Capital y se había vuelto cada vez más prominente. Encema, Hernán era el nieto mayor y llevaba la responsabilidad de heredar el negocio familiar. Seguramente sus padres iban a buscar para él una unión adecuada, una dama de una familia de igual estatus.La diferencia de clase entre nosotros era demasiado grande, y esta era una de las razones principales por las que no podía decidirme a estar con él.No me encajaba en su mundo y no quería ser el hazmerreír en su círculo social.—Por cierto, ¿te parezc
Rara vez el jefe de la clase regresó y propuso que los compañeros de clase de Survilla salieran a reunirse al mediodía. Martín nos envió a Sergio y a mí a la puerta del hotel y se fue, y diciendo que le informara que nos recogiera cuando termináramos. La reunión entre compañeros debía ser sencilla y alegre, todos debían hablar de la situación de los demás y luego el cariño de compañeros de clase del auel entonces. Pero habían unos cuantos antipáticos, que constantemente hacían alarde de lo buenos que eran y de cuánto dinero ganaban, y simplemente convirtió la reunión en una conferencia de comparación de los vanidosos. Si hubiera sabido que la reunión sería así, yo no hubiera venido.Aprovechando la oportunidad de sus vanaglorias, encontré un momento para salir del cuarto e ir a la terraza a esconderme en silencio. Este hotel era el que pasó Sergio cuando llevó por primera vez a Flora a casa. En los últimos años, el estilo de decoración del hotel había cambiado, y si no fuera po