BEATRIZ
Parece tan sorprendido como ella al verme, mantengo mi postura y abro la boca para decir algo, cuando ella interrumpe.
—La señorita Belinda ha solicitado para el puesto de tu asistente personal, pero le decía que el puesto ha sido cubierto —balbucea rápidamente—. Por lo que ya no necesitamos que esté…
La mirada del hombre cambia a una furiosa.
—Yo me encargo, Bianca —espeta con dureza.
—Hermano, ya tengo a la mujer que tiene lo que se necesita para el puesto, no es necesario que ella se quede —insiste.
Sin embargo, él parece no prestar atención a lo que dice, sus ojos siguen fijos en mí, a tal punto que comienza a hacerme sentir un poco incómoda.
—Nicola —le llama.
—Déjanos a solas, Bianca —pide en tono neutral.
—Pero…
—Ahora.
Rompe todo contacto visual conmigo, para lanzarle una mirada cargada de advertencias a su hermana. Ella termina asintiendo de mala gana, toma sus cosas, entre ellas, la carpeta con mi documentación, me echa un último vistazo de arriba abajo y sale de la oficina dejando un nuevo silencio sepulcral.
Nicola Hill, el CEO de Company Empire, se queda mirándome, sus ojos son como un par de hoyos negros.
—Bea —mi nombre se atora en su garganta y doy un respingo.
—Mi nombre es Belinda Astor, señor —replico lo más amable que puedo.
La fugaz sonrisa que se había esbozado en su rostro, desaparece, dándole paso a un fruncimiento de labios implacable.
—¿A qué estás jugando? —esta vez su tono de voz es hostil.
Frunzo el ceño.
—No sé de qué habla —trago grueso—. Vine por la vacante como su asistente personal.
Una risa siniestra brota de su garganta y me veo obligada a retroceder solo un paso, tratando de mantener toda la distancia posible entre los dos.
—Bea, deja de jugar conmigo —rechina los molares.
Al algo en su actitud que me inquieta, por lo que por acto de protección, giro sobre mis talones dispuesta a marcharme, cuando siento que su cuerpo se impacta contra el mío, acorralándome contra la pared, mi corazón palpita con fuerza y siento su respiración sobre mi nuca.
—Qué hace —recupero mi voz.
Sus fuertes brazos me rodean en un fuerte y sólido abrazo de oso.
—No tienes idea de lo mucho que te extrañé —susurra a mi oído—. Bea.
Tenso el cuerpo, creo que está demente y me está confundiendo con alguien más, por lo que mi primer pensamiento es marcharme, pero Leah viene a mi memoria, no puedo solo abandonar esto, ella me necesita, por ello, recurro a todo el valor posible y tomando una bocanada de aire, lo aparto de mí, tratando de ser lo más delicada y cordial posible.
—Escuche, supongo que me confunde con alguien más —le regalo una de mis sonrisas falsas—. Vine por el puesto de asistente personal, y si este es el modo en el que intenta conquistar a las mujeres para llevarlas a su cama, pierde el tiempo conmigo, no soy esa clase de mujer.
Vuelvo a apartarme de él, tomando más distancia entre los dos.
«Este sí que está loco»
—¿Seguirás jugando? ¿Cómo te atreves? —cierra los puños.
Abro la boca para decir algo, pero justo en ese momento, merma el espacio entre los dos, rodea mi cintura, y levanta mi mentón.
—Debería destruirte por lo que hiciste.
NICOLA
Miro a la mujer que está frente a mí, sus ojos, de un verde casi brillante, hace que la rabia me consuma poco a poco, la adrenalina recorre mi torrente sanguíneo, cuando la vi por primera vez, tuve la misma reacción, provoca una colisión en mi pecho que me altera y amarga mi genio.
¿Cómo se atreve a querer regresar y avergonzarme? Soy Nicola Hill, el hombre más poderoso y millonario del país, dentro del mundo empresarial, nadie juega conmigo, mucho menos ella, Bea me ha roto el corazón, me dejó atrás y quiere seguir su vida aparentando que no ha pasado nada, no lo voy a permitir, esta vez le daré una lección, un duro castigo.
—Lo preguntaré una última vez —apunto—. ¿Seguirás jugando este juego, Bea?
Un sentimiento de angustia nace en sus ojos, parece confundida, sin embargo, levanta el mentón y con voz decidida declara la guerra entre los dos.
—Le repito, mi nombre es Belinda Astor, vine a una entrevista por la vacante de asistente personal —finaliza con simpleza—. Creo que no se encuentra bien, por lo que si pudiera alguien más entrevistarme, se lo agradecería.
Tenso el cuerpo.
—Yo me encargo.
Si quiere jugar, actuando como si fuéramos dos desconocidos, bien, jugaremos, pero con mis reglas, ella era mi reina en el tablero, ahora parece que está decida a ser solo un peón, bueno, veremos cuál es su siguiente movimiento.
—Toma asiento, por favor —le indico.
Ella parece dudarlo por un segundo, pero al final, lo hace.
—La carpeta…
—No es necesario —la interrumpo—. ¿Dónde has estado todos estos años?
Frunce el ceño.
—Vivo en uno de los vecindarios de la manzana Weber, con cuatro hermanos, en la carpeta viene toda mi información, como puede ver, tengo necesidad, si la vacante como asistente está disponible…
Aparto la mirada de ella, llamo a mi secretaria para pedir una copia de su información, no tarda más que cinco minutos.
—Por lo que veo, tienes gran experiencia y referencias buenas —comento lleno de dudas—. Pero tal vez pueda ofrecerte un puesto en el departamento de supervisión de modas.
Su sonrisa decae un poco, es fugaz, pero ahí está, la reacción que buscaba.
—No puedo permitirme aceptar esa oferta, el sueldo es bajo a comparación de la taza como asistente, no podría cubrir mis gastos personales, el alquiler y los servicios —replica realizando una suave mueca.
—El sueldo base es de 2,500 euros al mes, me parece que no es tan malo —refuto, tratando de ver a dónde quiere llegar.
Ella se remueve en su asiento, incómoda, lo sé porque la conozco muy bien.
—Tengo un préstamo del banco, y el alquiler del carro que uso, no me conviene, ¿puedo saber por qué se niega a darme el puesto de asistente personal? —se muerde el labio inferior.
Guardo silencio, esperando, aún con la esperanza de que termine con esta farsa, sin embargo, no lo hace, sigue en su postura fría y distante conmigo, ni siquiera me ha dado una explicación. ¿Acaso no regresó para rogarme que regresemos? ¿Para pedirme una disculpa por hacerme ser el hazmerreír de todos, hace seis años?
—Bien —tomo mi decisión—. El puesto, como mi asistente personal, es tuyo, el suelo base es de 5,000 euros al mes, una cantidad razonable, pero de guardia, lo que significa que estarás a mi disposición las veinticuatro horas del día, incluidos los fines de semana, y eso incluye el asistir a mi domicilio particular.
Lo que le digo parece no gustarle mucho, sin embargo, asiente.
—Lo tomas o lo dejas —enarco una ceja con incredulidad.
—Lo tomo, señor Hill.
Se pone de pie, regalándome una genuina sonrisa que me hace enfurecer aún más.
—Muchas gracias por la oportunidad, prometo no defraudarlo ni traicionarlo —estira su mano hacia mi dirección, con la clara intención de estrecharla con la mía.
Me pongo de pie, le sigo el juego y la estrecho, el contacto cercano trae a mi cabeza grandes recuerdos, la miro y el corazón no deja de latir como la primera vez.
—Señor Hill.
—Valoro mucho la lealtad, señorita Belinda —arguyo con poca sutileza—. No perdono una traición o engaño, espero que eso quede claro.
Ella asiente y suelta mi mano, la falta de contacto contra su piel, me deja un hormigueo que me obliga a apartar la mirada de la mujer que me destrozó.
—Puede pasar al área de recursos humanos, ahí le informarán los pasos que tiene que seguir, comienza mañana.
—Muchas gracias, señor Hill.
Bea sale de la oficina, dejando un vacío, uno que me hace seguirla con la mirada a través de los cristales de las ventanas. Detallo su mirada, su cuerpo, lo que me hace levantar el teléfono y marcar a uno de mis detectives privados.
—Consígueme información acerca de una persona, su nombre es Belinda Astor, quiero saber todo de ella —ordeno.
—Enseguida, señor.
Cuelgo y paso la siguiente hora tratando de mantener mi mente fría hasta que mi móvil suena.
—¿Conseguiste algo? —la impaciencia me retumba.
—Tengo lo que me pidió, señor Hill, al parecer Belinda Astor, ha regresado de Italia, por asuntos familiares, hay un historial médico donde se recalca que hace seis años, tuvo un aborto inducido al segundo mes de su llegada —me explica.
Me congelo, eso no parece algo que hubiera hecho la Bea que conocí en el pasado.
—Eso no es todo —continúa el detective—. Dos años después de su llegada a Italia, se casó con Tommy Danessi, un rico empresario italiano, en una ceremonia privada, luego tuvieron un hijo. No conseguí más información acerca de eso, pero te he mandado una foto adjunta.
La ira mezclada con la decepción, se apodera de mí, al ver la foto del niño de cabello oscuro y ojos azules, hago mis cuentas, y no parece tener la edad que está en sus archivos, es más grande, tampoco se parece al italiano Tommy Danessi. Cierro los ojos un segundo, hace seis años, Bea me dejó el día de nuestra ceremonia de compromiso.
Intenté comunicarme con ella, jamás atendió el teléfono, rastrear su móvil, nada, solo desapareció, me abandonó sin una explicación, con lo que me acaba de decir el detective, al parecer ha optado por una identidad falsa, como Belinda Astor, si eso es cierto, quiere decir que me dejó para marcharse a Italia, luego abortó a nuestro hijo.
—Gracias —respondo molesto—. Quiero que averigües todo, sobre Belinda Astor, necesito más información, así como de su esposo Tommy Danessi y el hijo, también quiero que vuelvas a abrir la investigación sobre Beatriz Terson.
—Señor, puedo investigar todo a fondo sobre Belinda Astor, pero me temo que referente a Beatriz Terson, no se puede.
—¿Por qué?
—Me temo que hay alguien que no ha dejado de bloquear la información.
—Les pago porque se supone que son los mejores, hagan lo que tengan que hacer, compren a quien tengan que comprar por información, quiero esos informes.
—Entendido, señor Hill.
Cuelgo y me dejo caer sobre el respaldo de la silla, no soy idiota, hago las cuentas y llego a una valiosa conclusión; hay una ligera posibilidad de que ese niño sea mío, y por el momento, estar cerca de Bea, me hará averiguar qué es lo que realmente esconde y por qué me abandonó hace seis años.
BEATRIZ La alarma del despertador suena estridente, pero de nada funciona porque me he levantado dos horas antes de lo previsto, luego de haberle llamado a Martín y a Luca para saber sobre los pedidos de la galería, y del estado de salud de Leah, quien sigue en coma. La tarde de ayer fue extraña, en especial por el señor Hill, quién no solo me miraba como un objetivo al que aplastar, sino, como si me conociera bien. Me remuevo inquieta, pero me alisto y salgo media hora antes, tengo dos objetivos claros, investigar quién dentro de Company Empire está detrás del accidente de Leah, sus razones, y fingir bien mi papel de asistente personal. Reviso mi atuendo, no es de marca, trato de ponerme accesorios normales, los tacones me resultan incómodos, pero me mantengo firme y segura. Le mando un mensaje de texto a Martín, avisando que voy de salida y que trataré de conseguir la información que sea necesaria. Al llegar a la oficina, el enorme edificio que se presenta ante mí como una
BEATRIZ Estaciono a las afueras de la mansión del Sr. Hill, no es que me sorprenda, personas millonarias como él, suelen ser ostentosas al momento de adquirir alguna propiedad, esta es al estilo colonial, pero mantiene un aire urbano, en cuanto llego, las rejas se abren al mostrar mi tarjeta de identificación de la empresa. Para cuando llego a la puerta, subo los pequeños escalones, cuando el rechinar de unas llantas sobre el pavimento de piedra, llama mi atención y detiene mi paso, el dolor de pies me quema y dar un paso más, no podría. La señorita Hill, sale del Mazda rojo, y camina hacia mí con decisión. —¿Qué haces aquí? —espeta con crudeza en su mirada. —El Sr. Hill me ha pedido unos documentos. Ella me fulmina con la mirada. —¿Piensas engatusar a mi hermano con artimañas de nuevo? —merma el espacio que hay entre las dos. No me muevo, no sé de lo que habla, pero no le temo, pase gran parte de años atrás hundida en la oscuridad, no soy de las que se dejan amedrentar
NICOLA Me quedo congelado por un par de segundos al ver cómo Bea, se desploma ante mis ojos, no importa cuánto se empeñe en decir que es Belinda Astor, ella es Beatriz Terson, la mujer con la que me iba a casar hace seis años, la mujer que amé más que a nadie en el mundo. Perdí los estribos y ahora estaban frente a mí, las consecuencias. La tomo entre mis brazos y la dejo sobre el sofá, sacando mi móvil para llamar al hospital privado Hilton, luego la cargo y la llevo hasta mi auto con rápida acción. Le coloco el cinturón de seguridad y piso el acelerador. Al llegar, un par de enfermeras ya nos están esperando, dejo que los doctores hagan su trabajo, quedándome en la sala de espera, hasta que el doctor Herman, me pasa a su oficina privada. —¿Cómo se encuentra? —pregunto directo. —La señorita Belinda Astor se encuentra perfectamente de salud, puede que el desmayo haya sido provocado por falta de buena alimentación, necesita algunas vitaminas, descansar y tomar mucha agua natur
Subo a mi auto y enciendo el motor, mientras me alejo, siento que el aire vuelve a llenar mis pulmones. Al llegar a mi casa, reviso mi correo, el real, al parecer, Company Empire está insistiendo mucho en que yo, La Sra. B, trabaje con ellos, pero no es una opción, no en estos momentos. Son las diez de la noche, cuando mi móvil suena. He cerrado los ojos, pero termino incorporándome. El nombre del Sr. Hill aparece y frunciendo el ceño, respondo. —¿Hola? "Vamos, Nicola, eres tan juguetón" Se escucha solamente la voz femenina seductora en el telefono.No puedo controlar mi sentimiento aun sabiendo que alguien me provoca delibradamente. con el corazón acelerado ,cuelgo de inmediato y me meto debajo de las sábanas. [...] A la mañana siguiente, me levanto muy temprano, hoy debo avanzar con la investigación. Para cuando salgo de casa, y llego a la oficina, voy directo hacia el área de recursos humanos, aún no está Alan, el encargado, por lo que me cuelo verificando que nadie me v
BEATRIZ La firma con los nuevos socios de Company Empire, ha salido tal y como el Sr. Hill predijo, reviso su agenda sin pensar en la información que permanece dentro del drive, regresando a casa tendré que revisar la información y enviar una copia a Luca para que sus hombres investiguen. Termino de engullir el emparedado de carne enchilada, y pienso en que el que venga Luca va a ser un problema. El Sr. Hill ya sospecha, y me está investigando, a más, algo que noté es que hay un déficit en las acciones que recién entraron a la empresa y de las que Nicola aún no está enterado, lo sé porque he verificado todo lo que hace. Termino de pagar y salgo del local de comida rápida. Estoy a punto de irme a mi departamento para hablarle a Vladimir, cuando mi móvil suena. Se trata del Sr. Hill, pero no es una llamada, sino, un mensaje de texto. “Calle brumo, No. 569, manzana 8, ven de inmediato, tengo que hablar con usted sobre un asunto importante” Frunzo el ceño, él no suele mandarme men
NICOLA Cuando llego a la comisaria, Bianca se me acerca, Milenka me pone al tanto de la situación, al parecer encontraron a Bea en una de nuestras propiedades, con el collar Bulgary de mi madre, no solo eso, destrozó la casa, rompió los vidrios de las ventanas, los muebles los rompió con un hacha, en su mayoría, el recuento de los daños es enorme. —Debe pagar por lo que hizo —apunta mi hermanastra. —No puedo creerlo, y tan santa que se veía —añade Milenka a mi lado. —¿En dónde está? —pregunto. — en la oficina, están escuchando su versión de los hechos—me explica Bianca—. Me parece también que ha llamado a un abogado. Yo sí que lo sé, porque ella no es quien aparenta ser, pero no digo nada, muevo el cuello con estrés y me dirijo hacia la recepcionista, mi hermana tira de mi brazo y la miro mal, por encima del hombro. —¿Qué piensas hacer? —escudriña mi rostro a detalle. —Hablaré con ella —confieso con lentitud—. Deja de cuestionar lo que hago. Me suelto de su agarre, pido
BEATRIZ Al llegar a casa, me encuentro demasiado cansada como para poder revisar la información obtenida de recursos humanos, la cabeza me estalla, tomo medicina para el dolor, me doy una ducha y me acuesto, quedando dormida al instante. Para cuando despierto, mi cuerpo está muerto, no tengo ánimos de nada, sin embargo, la vida de Leah está en peligro, por lo que saco fuerzas, me alisto y voy a la oficina. Para cuando estoy en la sección de cocina, preparando el café del Sr. Hill, una de las chicas de recepción me habla. —Belinda, ¿puedes echarle un vistazo a esto? —me dice indicando una carpeta. —Claro —sonrío. Me encanta ser productiva y ayudar a los demás, por lo que dejo el café, le doy la espalda y checo los documentos que me muestra, le doy un par de consejos. —Gracias, Belinda. —No hay de qué. —Nos vemos luego. —Vale. Vuelvo al café, le agrego tres cucharadas de azúcar, yendo directo a la oficina de Nicola, entrando, organizo su escritorio, viendo sobre él, e
Milenka se me acerca, parece preocupada en serio, y me irrita al ver a Bea llegando cinco minutos después. —¿Qué haces aquí? mejor busca un buen abogado, porque esta es la segunda vez que intentas hacer algo en contra de mi familia —me limito a rechinar los dientes. —El Sr. Hill, estaba conmigo, puede que sirva de ayuda. Suelto una risotada que hace eco en la estancia principal. —No me hagas reír, tú lo quieres muerto, no sé qué es lo que planeas Bea, pero juro que si algo le pasa a mi hermano… —sentencio, mermando el espacio entre las dos—. Juro que si la primera vez fallé, no habrá una segunda oportunidad, no me provoques. Ella tensa el cuerpo, levanta la mirada, abre la boca para decir algo, pero me aparto, dejándola con la palabra en la boca. Las horas pasan hasta que el doctor sale. —¿Familiares del Sr. Hill? Me pongo de pie al mismo tiempo que las otras dos, pero apresuro el paso, siendo la primera en llegar. —Soy su hermana, ¿Qué tiene Nicola? —pregunto con angus