NARRADOR OMNISCIENTEEn Italia, mientras Bea observaba con asombro, miedo y devoción a la que fue como una madre para ella, amiga, confidente y socia, postrada en una cama, con la mirada perdida y sus pupilas dilatadas, sintiendo cómo Nicola, colocaba ambas manos sobre sus hombros en señal de apoyo. A unos cuantos kilómetros de distancia, se encontraba su pequeño hijo; Vladimir, en la casa de Luca Massimo, en compañía de la que finge ser su esposa por mutuo acuerdo; Anastasia Ferrer. Aburrido, tumbado sobre uno de los sofás dentro de la enorme estancia principal. Moviendo sus manos con destreza para arreglar un cubo de rubik. Pese a tener solo seis años, era demasiado inteligente como para darse cuenta de que en realidad, su madre le ocultaba algo, ellos jamás habían tenido secretos, no iba con ellos, toda la vida han sido ellos dos, pese a tener a sus tíos, Martín, Luca y Anastasia, a quien adora. ¿Y cómo no hacerlo? Si aparte de hermosa e inteligente, tenía un amor por los juegos
BEATRIZNo aparto la mirada de Leah, la mujer que me vio crecer, el miedo es tan palpable, que lo respiro con cada segundo que transcurre, el aire me falta cuando escucho los sonidos guturales que brotan de su garganta, tan inconexos, intenta hablar, decir algo, sin embargo, no puede, la parálisis de su rostro, no se lo permite. Su pómulo izquierdo se encuentra hinchado y alzado de manera casi irreal, haciendo que su belleza natural, sea abstracta, mientras que sus labios se fruncen y se enchuecan. Las lágrimas galopan por mis mejillas, dejando surcos a su paso. —Leah —susurro solo para nosotras dos. Tomo su mano entre las mías y siento un fuerte apretón mezcla de un ligero temblor. —La señora Sanders, me temo que debido al accidente, y el golpe que sufrió en la cadera —escucho la voz del doctor a mis espaldas—. Me temo que quedará inválida. Mi corazón se detiene un par de segundos, al ver como sus ojos hablan por sí mismos, al abrirse como platos. Estoy tan adentrada en mis prop
NICOLANo he encendido mi móvil desde que me fui a la fiesta en la que cometí la locura más grande de mi vida, y me comporté como un imbécil, la cabeza me estalla, tengo demasiadas preocupaciones y nada me lo quita, saber que Bea no me abandonó como creí en todo este tiempo, alguien intentó arrebatármela y lo consiguió, de haberla matado, estoy seguro de que ahora estaría buscando al hijo de puta que se atrevió a ponerle un solo dedo en el cuerpo. Por otra parte, está el hecho de que Vladimir es mi hijo, saber que ella estaba embarazada de mí, dos meses antes de que desapareciera, me pone duro, mi semilla, mi legado dentro de ella. Sé que es mío, porque se parece tanto a mí, mi viva imagen, la familia que siempre quise formar con ella, pero ahora está Milenka, que según las palabras de mi hermana, está embarazada. La quiero, pero a Bea la amo. Y eso me pesa tanto. Camino de un lado a otro, las horas son como una soga al cuello, son las tres de la mañana y tengo la boca seca, por l
BEATRIZMirando las gotas de lluvia deslizándose sobre la ventana de la habitación de Leah, siento que un nuevo hueco se ha formado en mi pecho, el abismo en el que me encontré hace seis años, no me abandona y se expande. Leah se fue, mi amiga, mi confidente, mi madre, porque tal vez no nací de ella, pero me crió con amor y comprensión, todo lo que soy es por ella, y ahora, alguien me la había arrebatado. Aprieto con fuerza el mango del paraguas, mientras la lluvia cae ligera a nuestro alrededor. El ataúd color vino, yace frente a mí, resguardando su cuerpo, Martín dijo que los doctores no se explican su muerte, que fue tan repentina, anunciaron que fue por un ataque al corazón fulminante, el problema es que la situación es tan extraña, que no les creo del todo. Aun cuando después, la autopsia comprobó que sí era cierto, el sacerdote sigue diciendo sus palabras, no las escucho, porque estoy demasiado adentrada en mis propios pensamientos, que ni siquiera me importa que Nicola esté
NICOLAMuevo mi mano con frenesí, hasta que suelto mi derrame, el agua caliente de la regadera parece ser un comodín, cuando de borrar evidencia se trata, y es que no puedo evitar sentir la necesidad de querer estar cerca de Bea, tal y como lo había soñado, ella es la madre de mi hijo. Para cuando termino, salgo con solo una toalla enrollada a mi cintura, me alisto, no pienso irme de Italia hasta ver esos resultados, Bea me aseguró que iba a hablar primero con Vladimir, quise insistir en que podíamos hacerlo los dos, pero argumentó que no era necesario y que debía hacer esto sola. Le di lo que quería, y ahora, bajando las escaleras, me encuentro con un par de brazos rodeando mi cuerpo. —Buenos días, hermano —me saluda Bianca. Me aparto de ella, últimamente se comporta más empalagosa de lo normal. —¿Has hablado con Bea? —pregunto.—Por supuesto, te recuerdo que en el pasado éramos las mejores amigas —responde con una cálida sonrisa en los labios. Frunzo el ceño. —No quiero que e
BEATRIZNo aparto la mirada de Nicola, quien al mismo tiempo ve a nuestro hijo, como si se tratara de la cosa más maravillosa del mundo, Vladimir, en cambio, lo observa con estudioso recelo, no porque le caiga mal, él es así. Se pone en cuclillas para poder estar a su altura y mi corazón late con más fuerza. —Soy tu papá —confirma.La emoción me llena al saber que Vlad, por fin, conoce a su papá, jamás me lo decía directamente, pero sé que hacía preguntas que nunca pude responder, evadiendo una realidad que yo misma no tenía idea. —¿Mamá? —me llama mi hijo. Mis ojos se quieren llenar de lágrimas, pero no las dejo salir, me acerco a ellos y me pongo a la par con Nicola, ahora los dos estamos frente a él. —¿Lo que dice es verdad? —me pregunta con ojos curiosos. Asiento. —Sí, cariño, Nicola Hill, es tu padre —confirmo.Una sonrisa que va de oreja a oreja, se ensancha en su rostro, mira a Nicola, temeroso de que lo rechace, lo que no sabe, es que aún con pérdida de memoria, he criad
BEATRIZ—Te extrañé tanto, Bea, no tienes idea de lo que me has hecho falta —mordisquea el lóbulo de mi oreja. Mandando descargas de electricidad por todo mi cuerpo. Estamos desnudos bajo el agua caliente de la regadera, como en el pasado. Sus manos se deslizan por las curvaturas de mis caderas. —Nicola —susurro—. De… detente… No me presta atención, algo brutal y destructivo se acumula en el fondo de mi estómago, cuando comienza a besarme el cuello, mordiendo ligeramente, chocando y rompiendo el ritmo de mi respiración. Quiero mandarlo a la mierda, pero estoy demasiado consumida por su toque diabólico. —Bea, di que no me has podido olvidar —demanda al tiempo que me gira para quedar frente a frente. Nicola, vestido, es demasiado atractivo, el sueño erótico de cualquier mujer, pero desnudo en todo su esplendor, es mejor que una maldita fantasía. Ante mi silencio, toma mi mano y la coloca encima de su grueso y largo miembro erecto, al sentir la suavidad, un gemido se escapa de entre
MILENKAEn cuanto envío la fotografía y le doy a presionar, ladeando una sonrisa de oreja a oreja, ahora sabiendo la verdad de Bea, más que nunca debo ser cautelosa con los pasos que doy, comportarme como una perra frente a la mujer que una vez amó más que nada en el mundo, no funcionará, por lo que debo cambiar de estrategia. Hace unas horas que Bianca me llamó, para informarme que Nicola se ha quedado en Italia, con la zorra, llamé al número que me envió ella, de la casa de uno de sus amigos, el famoso pintor Martín Lovato, pero cuando me atendieron, dijeron que Bea se había regresado a su casa, en compañía de Nicola. Pensar en ellos dos a solas, suelta mi imaginación, dándome ideas morbosas de lo que pudieran estar haciendo en estos precisos momentos. —¿Pensando en Bea? La voz sonora de Bianca, hace que de un respingo, volteo y me encuentro con un par de ojos asesinos. Desciendo la mirada y me encuentro con la hoja que estoy aplastando con la mano. —¿Qué tal el vuelo? —arguyo.