NICOLANo soy idiota, sé lo que pasó anoche, me encuentro confundido, no por el hecho de haber descubierto que Bea no me mintió realmente, sino, por lo ocurrido, me he devanado los sesos esperando encontrar una razón por la cual alguien nos hubiera querido separar hace seis años. No la encuentro, la gente con la que solíamos rodearnos, eran allegados y siempre recibimos halagos, buenos deseos por estar juntos. Y ahora, me siento perdido, por una parte, está el sentimiento de angustia e impotencia, al saber que he perdido tiempo, porque pese a que parece haber vuelto a mí, realmente ya no es mía, y eso es lo que más me cabrea. Y ahora la tengo frente a mí, con una maldita falsa plisada, bucaneras negras, que hacen juego con sus valerianas de tacón alto, y un crop top, se ve tan antojable, que me tengo que dar la vuelta para no ponerla en cuatro y penetrarla. Además, hay asuntos más importantes que tratar, como el hecho de que soy padre. Un sueño que siempre compartí con ella. —Sient
BEATRIZLa cabeza me da jaqueca, mi pecho sube y baja debido a la adrenalina que recorre mi torrente sanguíneo, mi corazón galopa a toda prisa, las piernas me tiemblan, rozo mis labios con los dedos de la mano, no puedo creer que estuve a tiempo de volver a follar con Nicola, lo cierto es que él ha sido mi único, no he estado con ningún otro hombre en mi vida, y ahora, casi cometemos una locura. De no ser por la llegada de Bia, su hermanastra, estaríamos cayendo al abismo, y posiblemente lastimando a una persona inocente. Respiro con dificultad, ahora que Nicola sabe que Vladimir es su hijo, quiere que estemos juntos, de regreso a Chicago, prometió ayudarnos, pero… Incapaz de estar en un solo lugar, me pongo de pie, no encuentro a Martín y a Luca por ningún lado, estoy a nada de salir en su búsqueda, cuando la puerta de la habitación de Nicola se abre de par en par. Bia sale con una expresión de seriedad, al verme, cambia a una en donde esboza una sonrisa que va de oreja a oreja, d
BIANCAEn cuanto veo la cara pálida de Bea cuando salimos del salón principal, saboreo el que haya recibido una mala noticia, como las que me gustan dar, observo a Nicola, tensa el cuerpo, está tan empeñado en no marcharse hasta que arreglé las cosas con la zorra y el hijo que tiene con ella, que me frustro y por un segundo creo que mis planes de separarlos no saldrán tal y como los quiero. Mi hermano se acerca a ella como si fuese una damisela en peligro y blanqueando los ojos bajo la sombra de su ignorancia, hago lo propio, actuando como si de verdad me importara. —¿Sucede algo? —pregunta Nicola, tomándola de los brazos para que reaccione. Porque al parecer está en blanco. Estoy a nada de mandarla a la mierda, cuando menciona algo que me interesa. —Leah —susurra.Hay un brillo de esperanza en sus ojos, lo que borra la sonrisa esbozada en mis labios, apenas y menciona su nombre, Lucas y Martín, salen no sé de donde, para unirse al drama. «Solo espero que haya muerto»—¿Bea? —hab
NARRADOR OMNISCIENTEEn Italia, mientras Bea observaba con asombro, miedo y devoción a la que fue como una madre para ella, amiga, confidente y socia, postrada en una cama, con la mirada perdida y sus pupilas dilatadas, sintiendo cómo Nicola, colocaba ambas manos sobre sus hombros en señal de apoyo. A unos cuantos kilómetros de distancia, se encontraba su pequeño hijo; Vladimir, en la casa de Luca Massimo, en compañía de la que finge ser su esposa por mutuo acuerdo; Anastasia Ferrer. Aburrido, tumbado sobre uno de los sofás dentro de la enorme estancia principal. Moviendo sus manos con destreza para arreglar un cubo de rubik. Pese a tener solo seis años, era demasiado inteligente como para darse cuenta de que en realidad, su madre le ocultaba algo, ellos jamás habían tenido secretos, no iba con ellos, toda la vida han sido ellos dos, pese a tener a sus tíos, Martín, Luca y Anastasia, a quien adora. ¿Y cómo no hacerlo? Si aparte de hermosa e inteligente, tenía un amor por los juegos
BEATRIZNo aparto la mirada de Leah, la mujer que me vio crecer, el miedo es tan palpable, que lo respiro con cada segundo que transcurre, el aire me falta cuando escucho los sonidos guturales que brotan de su garganta, tan inconexos, intenta hablar, decir algo, sin embargo, no puede, la parálisis de su rostro, no se lo permite. Su pómulo izquierdo se encuentra hinchado y alzado de manera casi irreal, haciendo que su belleza natural, sea abstracta, mientras que sus labios se fruncen y se enchuecan. Las lágrimas galopan por mis mejillas, dejando surcos a su paso. —Leah —susurro solo para nosotras dos. Tomo su mano entre las mías y siento un fuerte apretón mezcla de un ligero temblor. —La señora Sanders, me temo que debido al accidente, y el golpe que sufrió en la cadera —escucho la voz del doctor a mis espaldas—. Me temo que quedará inválida. Mi corazón se detiene un par de segundos, al ver como sus ojos hablan por sí mismos, al abrirse como platos. Estoy tan adentrada en mis prop
NICOLANo he encendido mi móvil desde que me fui a la fiesta en la que cometí la locura más grande de mi vida, y me comporté como un imbécil, la cabeza me estalla, tengo demasiadas preocupaciones y nada me lo quita, saber que Bea no me abandonó como creí en todo este tiempo, alguien intentó arrebatármela y lo consiguió, de haberla matado, estoy seguro de que ahora estaría buscando al hijo de puta que se atrevió a ponerle un solo dedo en el cuerpo. Por otra parte, está el hecho de que Vladimir es mi hijo, saber que ella estaba embarazada de mí, dos meses antes de que desapareciera, me pone duro, mi semilla, mi legado dentro de ella. Sé que es mío, porque se parece tanto a mí, mi viva imagen, la familia que siempre quise formar con ella, pero ahora está Milenka, que según las palabras de mi hermana, está embarazada. La quiero, pero a Bea la amo. Y eso me pesa tanto. Camino de un lado a otro, las horas son como una soga al cuello, son las tres de la mañana y tengo la boca seca, por l
BEATRIZMirando las gotas de lluvia deslizándose sobre la ventana de la habitación de Leah, siento que un nuevo hueco se ha formado en mi pecho, el abismo en el que me encontré hace seis años, no me abandona y se expande. Leah se fue, mi amiga, mi confidente, mi madre, porque tal vez no nací de ella, pero me crió con amor y comprensión, todo lo que soy es por ella, y ahora, alguien me la había arrebatado. Aprieto con fuerza el mango del paraguas, mientras la lluvia cae ligera a nuestro alrededor. El ataúd color vino, yace frente a mí, resguardando su cuerpo, Martín dijo que los doctores no se explican su muerte, que fue tan repentina, anunciaron que fue por un ataque al corazón fulminante, el problema es que la situación es tan extraña, que no les creo del todo. Aun cuando después, la autopsia comprobó que sí era cierto, el sacerdote sigue diciendo sus palabras, no las escucho, porque estoy demasiado adentrada en mis propios pensamientos, que ni siquiera me importa que Nicola esté
NICOLAMuevo mi mano con frenesí, hasta que suelto mi derrame, el agua caliente de la regadera parece ser un comodín, cuando de borrar evidencia se trata, y es que no puedo evitar sentir la necesidad de querer estar cerca de Bea, tal y como lo había soñado, ella es la madre de mi hijo. Para cuando termino, salgo con solo una toalla enrollada a mi cintura, me alisto, no pienso irme de Italia hasta ver esos resultados, Bea me aseguró que iba a hablar primero con Vladimir, quise insistir en que podíamos hacerlo los dos, pero argumentó que no era necesario y que debía hacer esto sola. Le di lo que quería, y ahora, bajando las escaleras, me encuentro con un par de brazos rodeando mi cuerpo. —Buenos días, hermano —me saluda Bianca. Me aparto de ella, últimamente se comporta más empalagosa de lo normal. —¿Has hablado con Bea? —pregunto.—Por supuesto, te recuerdo que en el pasado éramos las mejores amigas —responde con una cálida sonrisa en los labios. Frunzo el ceño. —No quiero que e