CHRISTIANO Miro con determinación el cielo cubierto por nubes grisáceas que anuncian la llegada de una nueva tormenta, cuando se es más viejo, con el paso de los años, vas disfrutando cada uno de los detalles más insignificantes que la naturaleza nos regala. Hay decisiones que conllevan consecuencias de gran peso, eso me lo enseñó mi padre cuando era un niño, y lo saboree cuando tomé el puesto como Capo de la mafia italiana. —¿Sigues pensando en Bea? La voz de Dioniri, me saca de mi ensimismamiento. Le doy una nueva calada a mi puro y volteo para tomar asiento. —Ella siempre está en mis pensamientos, desde el día en el que nació. Asiente. —Pero sabes que es arriesgado lo que estás haciendo, creo que debes cambiar de táctica, el haber mandado a Levi sin saber la verdad de los orígenes de Bea, es arriesgado —me comenta con preocupación en la mirada. En especial porque los dos hemos criado a Levi como un segundo hijo, el mío lo es, pero de él no. Siempre le tuvo cariño, y el
BEATRIZEl tic tac del reloj, no hace más que ponerme de malas, es lunes, y el fin de semana, el Sr. Hill, estuvo teniéndome a su disposición, si bien no me pidió gran cosa, no paraba de darme órdenes por medio de llamadas para que lo comunicara con alguno de sus socios, como si él no pudiera hacerlo por su cuenta. Por otra parte, no confío en Bianca Hill, ni en Milenka, esas dos me tendieron una trampa, estoy segura de que no tuve sexo, pero ¿por qué tanta saña conmigo? Puede que las dos estén celosas, de cualquier modo, de esas dos arpías, tendré cuidado de ahora en adelante, entre más lejos, mucho mejor. Tampoco hay muchos avances con el caso de Leah, y comienzo a sentir la desesperación como una soga invisible alrededor de mi cuello, a nada de ahorcarme, me siento como el ratón acorralado por un gato. —¿Cambiaste la cita con el embajador de la Company Elle? La voz del Sr. Hill, rompe el encanto de mis pensamientos y levanto la mano, sus ojos azul eléctrico me cautivan, y me re
BEATRIZ El llanto del pequeño hace que salga de mi total aturdimiento y me aparto por completo de Nicola, quien tensa el cuerpo y fulmina con la mirada a Milenka, su novia. Tomo mis cosas, cuando ella cierra la puerta dando un fuerte golpe que retumba y hace eco por toda la estancia. —De aquí nadie se va, hasta que me expliquen, qué estaban a punto de hacer —replica, dando un puntapié. —No hagas drama, lo que sea que crees haber visto, no es cierto —arguye el Sr. Hill, volviendo a su asiento. —¡Pues explícame, porque a mi parecer, parece que estaban a punto de darse un beso! —alza los brazos con dramatismo. —Considero que mejor me voy —susurro—. Hasta mañana, Sr. Hill. Intento pasar por el lado de Milenka, sin embargo, esta rodea mi brazo con su mano, clavándome las uñas. —¡Tú no te vas a ningún lado, m*****a zorra! —brama, tirando de mi brazo con más fuerza. Tanta, que provoca que el niño suelte en llanto de nuevo. —¡Milenka! —exclama el Sr. Hill con voz demasiado ro
NICOLAMi idea era sencilla, incomodar a Bea, hacerla sentir tan mal, que la orillaría a un abismo del que caería conmigo, bueno, las cosas no funcionaron como las planeé. Porque eso funcionó para mí, desde que llegamos noté cómo ella miraba a Luca con demasiada amabilidad, les regaló una sonrisa real tan genuina, que me puse celoso de inmediato. Todo desmejoró cuando conocimos a Martín, con él, su sonrisa y actitud cambiaron, se comportaba cuando era mía, lo cierto es que si yo no soy feliz, ella no tiene por qué serlo tampoco, ese es mi objetivo. Me aseguró que no folló con Carlos, no le creo, y aunque fuera cierto, eso no quita el que se hubieran besado. Cierro los puños sin darme cuenta ni poner atención de las palabras que brotan de la garganta de Luca Massimo. —¿La Sra. B, es hermosa? —la pregunta de quien dice llamarse Sr. CL, nos toma a todos los presentes por sorpresa. En especial por Bea, quien casi escupe la sopa de zanahoria que estaba probando, teniendo que limpiar lo
BEATRIZ El aire se me atora en la garganta cuando veo que Nicola está golpeando a Martín a puño cerrado, todo sucede tan rápido, que no me da tiempo a reaccionar, lamentando el hecho de que Luca se haya marchado. —¡Sr. Hill! —exclamo—. ¡Por favor, deténganse! No me escucha, al contrario, parece toro desbocado, viendo rojo a un solo objetivo, y ese es mi amigo. —¡Cómo te atreves a tocarla! —brama. —¡No es lo que parece! —Martín intenta soltarse de su agarre. Pero un nuevo puñetazo le cierra la boca, comenzando a sangrar por la boca y la nariz, las manos me sudan, pero como puedo, intento detenerlo, tomándolo del brazo. —¡Déjelo en paz! —chillo. Nicola me empuja y casi pierdo el equilibrio. —¡Ella es mía! —sigue golpeando. Volteo a mi alrededor en busca de algo que me pueda servir, localizando un jarrón de barro, este tiene agua, lo tomo y se lo vierto por encima a Nicola. —¡Si se calma, se lo puedo explicar, joder! —Martín escupe sangre. —No hace falta explicar l
NICOLALa rabia me consume poco a poco, siento que el aire me falta, pero eso es lo de menos, perdí la cabeza, la perdí por completo, el resquemor es tanto, que me pica y me hace sentir incómodo en mi propia piel. Salgo del hospital, sintiendo que ni la brisa gélida aplaca mis pensamientos. Pero ver a Bea en brazos de otro hombre, no mejora las cosas, saca al hijo de perra que era antes. En el pasado siempre fui posesivo hasta la mierda con Bea, ahora, con su regreso, es como estar de vuelta en bucle que me lleva directo, una y otra vez en el pasado. «Maldita mentirosa»Lo vi en su mirada, no me puede engañar, la conozco tan bien, no hay espacio en su piel que no haya saboreado, besado, probado de la manera más salvaje, y en el hospital, cuando despertó llorando y gritando mi nombre entre sus sollozos, supe que me escondía algo. Y ahora, en lugar de correr a mis brazos como en el pasado, recibió el afecto de Martín Lovato, echándome de la habitación, estoy tan confundido, Milenka m
BEATRIZLa garganta se me cierra y el mundo se me viene encima, cuando escucho la pregunta de mi hijo, sus ojos, del mismo color que los de Nicola, provocan que el corazón me lata tan fuerte, que por un momento piense que saldrá de mi pecho. Tanto Martín como Luca se lanzan miradas cómplices, no dicen nada, porque saben que en cuestiones de mi hijo, soy la única con el deber de responder. Cierro los ojos con fuerza, tomo una larga bocanada de aire y me enfrento ante el silencio ensordecedor. —Escuchaste mal, cariño —mi voz es apenas audible—. Ven a saludar, que mamá te extrañó horrores. Vladimir borra de su rostro la duda y corre hacia mi dirección, se sube a la camilla donde le hago un espacio, extiendo mis brazos y lo envuelvo con mi calor, dándome el tiempo para inhalar su olor a loción infantil y a su fragancia natural. —Me asusté, mami —susurra—. Pero el tío Luca dijo que cómo era tu pequeño hombrecito, debía ser valiente. —Así es —le doy un beso en la mejilla. Las cosas so
BIANCAReviso las copias de los últimos contratos que firmó Nicola, con dos de las empresas más importantes del país, una textil y la otra petrolera, los contratos y firmas son millonarias, esto sin duda si aumenta en demasía nuestra fortuna. Pero eso no es lo que me inquieta, sino, el hecho de que no me lo comentara. Hasta hace dos semanas, Nicola y yo éramos un dúo, nos contábamos todo y trabajábamos en equipo, ahora, con la llegada de Bea, me oculta cosas como estas, frunzo los labios a tal punto que termino rechinando los dientes. La odio en demasía. No importa lo que haga, siento que me encuentro pisando el mismo terreno baldío del pasado. Estoy segura de que esto es un jodido descuido porque está empecinado con ella de nuevo. —Pero no voy a permitir que eso suceda —saco un encendedor y quemo los contratos para luego lanzar los restos al bote de metal que yace al lado de mi escritorio. Mi teléfono móvil suena y reviso la pantalla que parpadea, ladeando una sonrisa. —Señorita