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Cuando estoy cazando para comer, soy sigilosa y silenciosa como una sombra que pasa inadvertida por nuestro lado. Me deslicé hacia el conejo, con el paso calculado para no fallar en el primer intento, y no querer hacer el más mínimo ruido y que luego el conejo asustado terminara por escapar de mis brazos.

Aren me observa con interés, permaneciendo intacto ante mi solicitud de mantenerse quieto y en completo silencio. El conejo, que se encuentra ajeno a mi presencia, continúa husmeando entre los arbustos, quién sabe que estaba él o ella buscando por allí y que con ansias lo quería agarrar para sí mismo, así como yo quería hacer con él o ella en este preciso instante.

Me agaché con gracia, evitando que mi vestido terminara por revelar las zonas prohibidas de mi cuerpo ante los ojos de Aren a causa de una mala posición mía de caza. Mis ojos se fijaron en los del conejo, el pobre se veía tan inocente, pero a la vez tan delicioso, que mi consciencia en ese instante no era capaz de romper
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