A las 3 de la mañana en la capital. Apenas había alguien en las calles, pero de todos modos brillaba con luces de neón. Esta no era la primera vez que admiraba el paisaje en Ayashe, pero se sentía diferente por primera vez esta noche.

Regresó al Chalet de Smith y entró en la habitación de Don Smith. Ese viejo astuto y de carácter extraño nunca volvería a levantarse para atormentarlo. Se quedó allí en silencio, mortalmente quieto.

Se quedó parado frente a la cama en silencio durante más de media hora. El dolor en sus piernas se convirtió en entumecimiento, pero no mostró ninguna reacción. Jett lo había llevado de regreso del hospital. Lo miró mientras estaba allí y supo que sus piernas no serían capaces de soportarlo. “Señor, no se quede demasiado tiempo”, le recordó, incapaz de evitarlo. “Sus piernas no se han curado del todo. Tenga cuidado, podría empeorar”.

Alejandro respiró hondo. “Dile a todos. Empiecen los procesos del funeral, háganlo grandioso. El anciano ha tenido una vida b