Punto de vista de Rosario

Tengo el presentimiento de que mis bebés podrían no nacer. Se me llenan en los ojos de lágrimas al imaginarme que no podré verlos. Debería dar la luz en tres semanas, pero ya tuve las contracciones. Respiro profundo, siguiendo las instrucciones del doctor Riacco.

La puerta se abre de golpe y Jacob entra en la habitación, pálido de pánico. Le sonrío sin decir nada cuando, de repente, me abraza, justo lo que necesito en este momento. Después de llorar un rato en sus brazos, me seco las lágrimas.

"Estoy sangrando y tengo calambres terribles", le digo. Él está angustiado y enseguida llama a mi obstetra y ginecólogo.

"Esto no debería estar pasando", me dice, cargándome en brazos hasta mi habitación. Me acuesta en la cama y se sienta a mi lado, sosteniendo mi mano.

"No creo que lo logre", intento reír, pero en lugar de eso, salgo un sollozo. Jacob besa mi mano y acaricia mi cabello.

"Estarás bien, verás a nuestros bebés y te adorarán de inmediato porque, aunque eres