La Oveja Negra
La Oveja Negra
Por: Prometeo
Escena I

LA OVEJA NEGRA

Enséñame un héroe

y te escribiré una tragedia.

- Francis Scott Fitzgerald

PERSONAJES

MENDIGO, de la nada aparece, a satirizar los hechos que aquí acontecen.

VIAJERO, sentimental y parlanchín; invitado de honor en este festín.

VIGILANTE, contrahecho y desdentado; aunque eso no le quita lo avispado.

FISCAL, perspicaz y elocuente; el muy taimado parece una serpiente.

ESO / COLECTOR, a esta fea alimaña, en todas partes la verás multiplicada.

PASAJEROS, respecto a ellos, solo voy a insinuar, que es mejor no hacerlos molestar.

ACTO ÚNICO

CUADRO I

Terminal de pasajeros de Nueva Ovejuna

Se escucha el bullicio propio de los terminales de autobuses. El escenario es iluminado progresivamente hasta revelar una atmosfera vespertina. Algunas personas cruzan el escenario en todas direcciones; cargando bolsos, arrastrando maletas. Todas comparten la misma expresión silenciosa y amarga. De pronto, un mendigo, salida de quién sabe dónde, y, sin motivos aparente, se dirige al público.

MENDIGO:              

Muy buenas tardes, señores y señoras,

solícito encarecidamente su atención: 

estoy aquí para contarles una historia; 

aunque nadie me pague por ser el narrador.

Algunos pensarán que la misma es absurda;

y otros, que su autor es un completo demente,

y aunque quizás el cuento no los seduzca,

el hecho es real, al menos metafóricamente.

En Nueva Ovejuna tiene lugar el suceso:

un pueblo pequeño, caluroso y ordinario,

donde no sucedía nada extraordinario;    

lo mismo que vivir entre cerdos y borregos.

Aquel día, todo insinuaba un buen letargo:

el Sol, las calles, la brisa que no soplaba,

la gente, a guardar silencio acostumbrada,  

hasta que apareció un intruso en el rebaño.

Hablaba, hablaba y hablaba el desprevenido,

le era imposible mantener cerrada la boca,

además, quiso alterar el orden de las cosas;

hasta que al fin, el pobre, recibió su merecido.

Y es que no sabía este elocuente revoltoso, 

que al mártir le aguarda una gran tragedia:

a las ovejas negras, no se las come el lobo,

sino sus hermanas lanudas: las otras ovejas…  

(Las personas siguen cruzando el escenario. La escena va a oscuro lentamente).

CUADRO II

Interior de la caseta de peaje

Un torniquete divide el escenario en dos mitades, de tal manera que una de ellas esboce el exterior del recinto y la otra sus instalaciones. Algunas personas ya están situadas en el espacio, sentadas en hileras de sillas; otras, aguardan en una fila a que el VIGILANTE revise sus pertenencias y los deje atravesar el torniquete. Este último, ejecuta la acción de forma mecánica y con apatía. Aparece el VIAJERO por el lateral que apunta al torniquete, y se ubica al final de la fila. Viene fatigado. Lleva una pequeña maleta consigo. Las personas que ya atravesaron el torniquete vuelven a salir y se posicionan detrás de él, de tal manera que la fila represente un ciclo interminable.

VIAJERO:     (Mientras habla, la cola sigue avanzando. Sorprendido) ¡¿Y esta cola?! ¡Vaya sorpresa! ¿Hacia dónde irá toda esta gente…? Cualquiera diría que huyen de Nueva Ovejuna. (Ríe) ¡Vaya tontería! Si este es un pueblo de lo más encantador… (Transición) Cuando  viajé desde la capital hasta aquí, no tuve ni que esperar. Sobraban asientos vacíos en el autobús. Espero que, al menos, la fila avance rápido… (Se coloca al final de la fila. A la persona que está adelante) ¡Buenos tardes! (No recibe respuesta) ¿Lleva mucho rato esperando? (No recibe respuesta. Para sí mismo) Quizás no hablé con claridad… (Enfatiza) Disculpe, ¿tiene mucho rato esperando en esta fila? (La persona voltea a verlo; su mirada indaga a viajero) ¡Las detesto! (La persona no reacciona) A las colas…Siempre me han resultado tan degradantes. Uno queda desprovisto de la condición de individuo. ¡Son un insulto para el género humano! (La persona le da la espalda. Pausa. A la persona que esté detrás de él) Qué día tan caluroso… ¿No le parece? ¡Deben ser unos treinta y cinco grados! Seguro es por efecto del calentamiento global: veranos más calientes e inviernos más fríos…Aunque aquí solo tenemos temporada de lluvia y sequía… (Ríe. Transición) ¿Sabía usted que, según los expertos, si en unas cuantas décadas no revertimos todo el mal que le hemos hecho al planeta, no habrá salvación para nuestra especie? ¡Es alarmante! ¿No le parece? Sin embargo, yo creo que aún es posible reivindicarnos. Es cuestión de asumir responsabilidades y obrar conforme al buen vivir. (La persona, al escuchar la última enunciación, emite una especie de gruñido. El viajero se muestra incómodo y decide darle la espalda. Pausa larga. Para sí mismo) Por qué tardará tanto… A este ritmo llegaré mañana en la noche. (A la persona que tiene adelante. Cordial). ¿Y adónde viaja usted? (No recibe respuesta) Yo voy de regreso a la capital. Sabe, es la primera vez que vengo a Nueva Ovejuna. ¡Estoy fascinado! Todo aquí es tan tranquilo. Haciendo a un lado el calor agobiante, me parece un sitio muy hermoso para vivir. El pueblo parece estar suspendido en el tiempo, como en una especie de limbo. Nada parecido a la ciudad, allá todo es caos y demencia. Y ni hablar del crimen y la corrupción. ¡La gente vive atormentada por el miedo y la incertidumbre! (Transición. Nostálgico) Bueno, a decir verdad, viajé hasta aquí para escapar de esa jungla de concreto. Lo que sucede es que hace ya un año que murió mi esposa. Allá todo revive mi tragedia. Hace unos días agarré mi maleta y me vine. Sin más. Ni siquiera avisé en el trabajo que me ausentaría. Eurídice sí nació aquí en Nueva Ovejuna.(Enfático) Así se llamaba mi esposa. Eurídice…Cuando era una adolescente tuvo que abandonar estas tierras por problemas económicos. Según me contó, en aquel entonces la situación aquí no era muy brillante que digamos. Fue muy duro para ella. Pero gracias a su perseverancia y tenacidad logró adaptarse a la ciudad. Sin embargo, nunca pudo acostumbrarse por completo. Era de corazón fiel.(Alegre)Siempre me decía que quería volver, y pasar sus últimos años de vida en este pueblo. (Transición)Venir aquí me hizo mucho bien. Tanto, que tomé una decisión que cambiará mi vida por completo: ¡Me vengo a vivir a Nueva Ovejuna! ¿Qué le parece? ¡Abandonaré la ciudad cuanto antes! Total, ya no tengo motivos para vivir allá. Y, al igual que mi difunta esposa, quiero que mi vejez transcurra lo más tranquila posible, lejos de toda la mezquindad y ajetreo citadino. Aquí moriré junto a su memoria. Imagínala en estas calles largas y rebosantes de flores. (La otra persona vuelve a mirarlo, esta vez con un gesto de incomodidad) Disculpe que le cuente estas cosas, pero es que estoy algo sensible. Hoy es un día muy especial para mí y… (Al pronunciar estas palabras la persona gruñe. Luego vuelve a darle la espalda) Ah, lo siento, no quise incomodarle… (Para sí mismo) Qué irritables vuelve el calor a las personas... (Transición) ¡Ah, ya es mi turno! Ni me di cuenta… Bien es cierto que hablando el tiempo pasa más rápido… (A vigilante) ¡Buenas tardes, caballero! (El Vigilante no responde) Buenas tardes, caballero... (El vigilante no responde. Para sí mismo) Al parecer hoy todo el mundo se puso de acuerdo en guardar silencio… (El vigilante se dedica a revisar su equipaje; mientras lo hace, suena su radiotransmisor. Se escuchan sonidos de interferencia).

MENDIGO:              

Por alguna extraña razón el vigilante no hablaba,

pero sus ojos se clavaron en los del pasajero,

cualquiera diría que algo oscuro tramaba,

alguna cruel villanía contra el locuaz viajero...

(El vigilante termina de revisar las pertenencias del viajero).

VIAJERO:     ¡Muchas gracias! (Agarra su maleta y se dispone a pasar por el torniquete, pero el vigilante lo detiene).

VIGILANTE: ¿Y su tasa...?

VIAJERO:     (Extrañado) ¿Cómo dijo…?

VIGILANTE: ¿Su tasa?

VIAJERO:     ¿Mi tasa? ¿De qué tasa me está hablando, caballero?

VIGILANTE: De la tasa que debe cancelar todo viajero.

VIAJERO:     Perdóneme, pero no sé de qué me habla. Para viajar a Nueva Ovejuna no tuve que pagar ninguna tasa. De hecho, solo compré mi boleto, el cual me costó dos pasajes, y asunto arreglado.

VIGILANTE: Está usted equivocado: Es ley en este terminal, que sin la tasa no se pueda pasar.

VIAJERO:     (Se revisa) Pues… No tengo la tasa… 

VIGILANTE: Pues… entonces no pasa.

VIAJERO:     ¿Y dónde la puedo pagar?

VIGILANTE: (Señalando fuera del escenario). En aquella taquilla que está por allá.

VIAJERO:     Gracias. Enseguida vuelvo.

VIGILANTE: Vaya y venga, aquí lo espero.

VIAJERO:     (Comienza a salir de escena. En algún punto se detiene) Disculpe, pero me dijo que es ley pagar una tasa en este terminal, ¿no es verdad?

VIGILANTE: Así es. Es ley, canon, norma, estatuto, reglamento, ordenanza y precepto.

VIAJERO:     Pero si hasta ahora todo el mundo ha pasado sin la tasa.

VIGILANTE: Imposible: sin la tasa no se pasa.

VIAJERO:     (Inquieto) Caballero, desde que estoy aquí no he visto a nadie cancelar ninguna tasa. ¿Acaso está duda de lo que le digo?

VIGILANTE: No lo haría si me diera lo que le pido.

VIAJERO:     Pero, ¡cómo se atreve! ¡Yo sé lo que vi! ¡Sin la tasa todos han pasado!

VIGILANTE:(Desenvaina el garrote y usa el silbato para llamar la atención de las personas que están alrededor. Todos voltean a mirarlo con detenimiento. En voz alta) ¿Sin la tasa alguien ha pasado? (Nadie responde). Ya lo ve… Está usted equivocado.

VIAJERO:     (Molesto) ¡Pues yo no estoy ni loco ni ciego! Todas las personas que estaban delante de mí pasaron sin pagar la tasa. ¡Me parece injusto que me la pida a mí solamente!

VIGILANTE: Señor mío, usted miente.

VIAJERO:     ¡Pues no la pienso pagar!

VIGILANTE: Entonces, olvídese de pasar….

VIAJERO:     Caballero… (Alza la voz) ¡Me está haciendo enojar!

VIGILANTE: (Hierático) Señor, no es necesario gritar.

VIAJERO:     ¡¿Entonces me dejará pasar?!

VIGILANTE: Para eso la tasa hay que pagar.

VIAJERO:     ¡Qué me deje pasar!

VIGILANTE: Mejor échese pa'tras.

VIAJERO:     ¡Voy a pasar! (Intenta pasar por el torniquete).

VIGILANTE: (Desenvaina el garrote) ¡Atrás, atrás!

VIAJERO:     (Furibundo) Mire, es que no se da cuenta que me está haciendo perder el tiempo; a mí, y a todas estas personas que están esperando… (Señala a las personas que esperan detrás de él; estas siguen perdidas en su sueño).

VIGILANTE: La verdad eso me tiene sin cuidado.

VIAJERO:     (Intenta pasar)¡Uy, apártese!

VIGILANTE: (Interponiéndose) ¡Uy, mejor márchese!

VIAJERO:     Le advierto que si no me deja pasar, lo dejaré en evidencia frente a todas estas personas. ¡Ahórrese la vergüenza! Quizás a otros pasajeros pueda usted embaucarlos, pero a mí no. ¡Conozco las leyes! ¡Sé cuáles son mis derechos! Ahora, apártese de mi camino (Intenta pasar).

VIGILANTE: ¡Que no puede pasar! ¿En qué idioma se lo digo?

VIAJERO:     ¡Se lo advertí!

MENDIGO:              

Entonces el viajero, preso de la indignación,  

decidió poner un alto a semejante villanía,

alertando a todos, cual magnífico orador,

de la injusticia que en el lugar se cometía…

VIAJERO:     ¡Atención, señoras y señores! (Nadie responde) ¡Atención! (Nadie responde. Aclara su garganta. Grita) ¡Atención, dije! (Nadie responde).

VIGILANTE: Tome… (Le entrega el silbato)Úselo, pero con moderación, es la única forma de que le presten atención.

VIAJERO:     (Toma los objetos de mala gana. Usa el silbato. Las personas voltean a verlo. Luego le entrega de mala gana el silbato al vigilante. A medida que habla, las demás personas que esperan en la fila y en los alrededores comienzan a emitir gemidos, y a gruñir como perros) Señoras y señores, antes de comenzar pido disculpas si les resulto inoportuno y hasta quejumbroso. Soy consciente de que todos quieren viajar en paz y llegar pronto a sus destinos, pero es necesario que se enteren de un atropello que acaba de ocurrir en este terminal de pasajeros; y del que, al igual que yo, cualquiera pudo ser víctima. Resulta que el señor aquí presente me prohíbe el paso, porque, según él, debo cancelar una cuota adicional para poder usar el servicio. Pero sucede, señoras y señores, que solo se me demanda a mí pagar dicha cuota. ¡Doy fe ciega a lo que vieron mis ojos! ¡Soy un hombre justo y horado!¡Y podría jurar ante cualquier tribunal y con mi mano extendida sobre las santas escrituras, que todas las personas que estaban delante de mí pasaron sin pagar la tasa! Ahora me pregunto, y seguramente ustedes también se preguntarán: ¿Por qué he de pagar solamente yo dicha tarifa? ¿Bajo qué preceptos designa este sujeto quién debe pagar y quién no? ¡¿No les resulta sospechoso?!(Aumentan los gruñidos de los otros viajeros)¡Esto, señores y señores, es una injusticia, un atropello, una afrenta que seguramente oculta truculentos propósitos! Por esa razón, solicito el apoyo de todos los presentes para poner un alto a este turbio asunto. Es deber de todos tomar las medidas necesarias para que esta y otras tracalerías no se repitan. Si permitimos que un acto ilícito suceda, por pequeño e insignificante que este parezca, y no hacemos nada para defendemos, pronto terminaremos siendo víctimas de la tiranía del vicio. ¡Yo digo que no! ¿¡Quiénes me apoyan!? (Los demás pasajeros comienzan a ladrar y a cercar al viajero. Este no advierte le peligro).

MENDIGO:              

El Vigilante, hasta ahora fresco e impávido,

se asustó al ver la excitación de la gente, 

pero valiéndose de su garrote y su silbato,

restableció el sueño de todos los presentes.

(Mientras vigilante le hace señas para que guarde silencio).

VIAJERO:     ¡¿Qué me calle?! ¡Jamás! ¡Ante los barbaros y los detractores del buen vivir, soy implacable!(el vigilante insiste. el viajero se tranquiliza)¿Ya tuvo suficiente? ¡Puedo seguir si me sigue provocando! Mire que no hay nada más poderoso que una acción abrigada por las multitudes. ¡Ahora apártese! (Intenta pasar nuevamente).

VIGILANTE:(Se interpone) No, mejor márchese…

VIAJERO:     (Furioso) ¡Quítese le digo!(Vuelve a intentar pasar).

VIGILANTE: (Se interpone) Ríndase… No podrá usted conmigo.

VIAJERO:     ¡Ha colmado usted mi paciencia! ¿Dónde está la oficina de su superior? ¡Exijo hablar en este preciso instante con su jefe inmediato!¡Este agravio no quedará impune! ¡Estoy en la obligación de denunciar esta injusticia!¿Dónde está la oficina del fiscal? (El viajero señala hacia algún lugar fuera del escenario) ¡Ya verá el escándalo que armaré allá dentro! ¡Es preciso que sus jefes sepan que tienen de empleado a un vil delincuente! ¡Mínimo lo despiden! ¡Y agradezca que no estoy de ánimos para inmiscuir a las leyes en este asunto! ¡Permiso! (Sale de escena molestísimo. El vigilante en su oficio).

(La escena se va a oscuro lentamente).

MENDIGO:              

Y al fin salió el viajero, agraviado y ofendido,

rayos, centellas y mil demonios invocando,

dispuesto a hacer justicia, a ser escuchado, 

y a restablecer el orden que se había perdido.

La oficina del fiscal era el lugar en cuestión,

una guarida de lo más peculiar y sugerente,

donde anidaba a sus anchas una serpiente,

que vestía con camisa, corbata y pantalón.

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