Todo el dolor

ATENEA-

Abrí lentamente los ojos y miré al techo. Me quedé mirándolo un rato, intentando recordar dónde estaba. Poco a poco, los acontecimientos volvieron a mí y lo último que recordaba era haber caído en los brazos de Karim, o al menos eso pensaba.

—Karim —murmuré.

—Estás despierta —dijo alguien.

Giré la cabeza rápidamente para ver quién era, y allí estaba Morfeo sentado al lado de mi cama con una sonrisa agridulce. ¿Cómo estuvo él aquí? ¿Cómo diablos era él el que estaba sentado a mi lado en este momento? Rápidamente me senté.

—Aléjate de mí —le dije.

Él asintió y se secó los ojos. Ese surco de confusión, pero mi corazón se hundió en mi abdomen cuando pensé en lo peor.

—¿Dónde está Karim?

Fue entonces cuando Karim entró corriendo como si sabía que pregunté.

—Atenea —llamó suavemente, mirándome como si yo fuera una maravilla—. Oh, Atenea. Estás despierta.

Corrió hacia mí y me envolvió en su cálido abrazo. Todos mis nervios se calmaron cuando sus brazos me rodearon. Karim era mi lugar
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