**Mikail** La tensión me carcomía por dentro. Estaba sentado en el borde de la ventana de mi estudio, mirando hacia el jardín sin verlo realmente. Llevaba días sin acercarme a la habitación de Lyra. No porque no quisiera… sino porque no le iba a rogar. Y aunque estaba convencido de que había exagerado, cada parte de mí deseaba ir a buscarla, pero mi orgullo era más fuerte. Esperaba que fuera ella quien se disculpara, que entendiera que había exagerado. No podía estar corriendo detrás de ella cada vez que discutíamos. No con todo lo que yo también estaba enfrentando. Pero la verdad era otra: me dolía. Extrañaba su voz, su risa, incluso sus silencios. Fue ella quien entró esta vez a donde estaba, los brazos cruzados, los ojos encendidos por una furia que apenas intentaba contener. —¿Cuánto tiempo más vas a ignorar lo que pasa, Mikail? —preguntó Lyra con una mezcla de rabia y tristeza en los ojos. —¿A qué te refieres? —ni siquiera alcé la mirada de los papeles que
**Mikail**Desde que Lyra me habló de su terquedad por encontrar un empleo, supe que no iba a rendirse hasta volverme loco. Hoy, mientras caminaba junto a Krimson hacia el límite del bosque, decidí contarle lo que ella planeaba. —Aceptó el trabajo que le ofreció el anciano Joshua —le dije, sin rodeos, con las manos en los bolsillos y la mirada fija en el sendero de tierra. Krimson se detuvo. Me miró con esa ceja arqueada que siempre lanza cuando algo lo impresiona. —¿Lyra? —inquirió, como si necesitara asegurarse—. Vaya... no deja de sorprenderme. Esa mujer tiene temple, Mikail. No muchas habrían aceptado trabajar en una tienda polvorienta cuando podrían tenerlo todo en bandeja de plata. Tragué saliva. Asentí, pero el leve retorcimiento en el pecho me molestó más de lo que estaba dispuesto a admitir. —Sí... es decidida. Él sonrió de lado, como siempre hace cuando admira a alguien. —Tiene garra. Va a llegar muy lejos —su tono de total admiración me punzaba el pecho—. Si
**Lyra**No dejé una nota. Tampoco dije adiós. Solo caminé hacia la salida como quien escapa de sí misma, con pasos firmes y la esperanza de que la ausencia doliera más que mi presencia ignorada. Necesitaba silencio. Paz. Respirar sin sentir que el corazón se me desgarraba al ver a Mikail mirarla a ella. Sienna. La mujer perfecta. Elegante, poderosa, con una loba que brilla tan fuerte que opaca cualquier rastro de lo que yo solía ser. Y yo… una simple loba rechazada. Mikail me hacía sentir amada... pero solo por las noches. Antes de que Sienna apareciera. Desde entonces, algo cambió. Su mirada, su forma de callar cuando pregunto, el modo en que se ríe con ella… como si no pudiera evitarlo. No quería compararme, pero lo hacía. En cada paso que daba lejos de la casa, me pesaba la comparación. Ella tiene lo que yo no: un lugar. Una presencia que no necesita rogar. Me abracé a mí misma, sintiendo cómo la brisa me acariciaba la piel como una madre triste. Me abracé a m
**Mikail**—¡Krimson! —rugí al cruzar la línea del bosque con Lyra en brazos—. ¡Manda a alguien por el médico, ahora!Su rostro se tensó al verla, y se acercó un paso, con expresión de espanto.—¿Está viva? —preguntó con voz ronca, preocupada.—Apenas —escupí la palabra, con la rabia y el miedo retumbando en mi pecho—. ¡Muévete!Sin decir más, me lancé hacia la casa. No podía pensar en otra cosa que no fuera su aliento entrecortado, su piel fría, el olor a sangre empapando mi ropa.La llevé directamente a mi habitación y la acosté con sumo cuidado. Mis manos temblaban. Su respiración era débil, su cuerpo temblaba como si aún estuviera en ese maldito bosque.—Estoy aquí —murmuré, agachándome junto a ella y sujetando su mano con fuerza—. Vas a estar bien. No te voy a dejar.Estaba limpiando su frente con un paño húmedo cuando escuché pasos apresurados y voces molestas en la entrada.—¿Qué está haciendo aquí esa? —bufó Ágata.—¿La… llevaste a tu habitación? —soltó Sienna, con un deje d
**Mikail**No podía creer lo que acababa de escuchar. El lobo solitario escupió sangre mientras sonreía con descaro, como si lo que acababa de confesar no tuviera peso alguno.—Alguien importante de la Moonfang me pagó bien… para silenciar a esa perra —dijo, burlándose incluso mientras jadeaba por los golpes que le había dado.Mi puño se estrelló contra su mandíbula con un crujido nauseabundo.—¡Vuelve a llamarla así y te saco los dientes uno por uno! —rugí, mientras lo levantaba del cuello y lo arrojaba contra la pared de piedra del calabozo.Mi rabia ardía en mi pecho como brasas vivas. Pensar que algún imbécil en esa manada de cobardes había osado mandar a alguien para matar a Lyra. Mandarla a la muerte. Así, como si su vida valiera tan poco.Quería mandar a mis mejores hombres a quemar esa madriguera y a Rowan junto con todos sus lamebotas. Pero no podía iniciar una guerra. Aún no.Apreté los dientes y me alejé del cuerpo maltrecho que apenas respiraba. No me detuve cuando algui
**Mikail**Lyra se veía tan frágil que me daban ganas de sentarme a su lado y no moverme nunca más. Pero sabía que cualquier palabra mal dicha rompería lo poco que aún sostenía entre nosotros. Suspiré y me pasé una mano por el cabello. —Estás muy sensible, Lyra. Será mejor que descanses. Ya hablaremos luego… de ese asunto —dije, intentando mantener la calma.Ella me miró con esa mezcla de tristeza y rabia que se le daba tan bien.—No quiero más promesas vacías, Mikail.Sentí el latigazo de esas palabras en el pecho. Mis puños se cerraron con fuerza.—¿Y qué quieres entonces? ¿Castillos? ¿Un anillo? —solté, con más brusquedad de la que pretendía.El sonrojo en sus mejillas me dejó sin aire por un segundo. Tragó saliva y desvió la mirada, pero su silencio habló más que mil reclamos.Mierda. Quería eso. Todo eso. Quería pertenecer. Ser elegida.Y yo… yo no podía dárselo. No ahora.La habitación se volvió un lugar demasiado estrecho de pronto. El peso de la manada estaba sobre mis hom
**Mikail**Entré en la habitación con sigilo, como si el silencio fuera lo único que aún me pertenecía. La noche estaba fría, pero el calor que irradiaba su cuerpo, aún dormido en la cama, bastaba para abrigar todo el maldito palacio.Lyra.Estaba allí, acurrucada sobre su costado izquierdo, con los labios entreabiertos y el ceño ligeramente fruncido. Incluso dormida parecía llevar una carga. Me acerqué despacio, con una mano extendida como si temiera que al tocarla, ella se desvaneciera.Algo en mi pecho se estremeció. No era deseo. Era otra cosa. Algo más profundo, más crudo.—Ya pronto se va a solucionar, dame tiempo, Lyra —le susurré al oído.Ella murmuró algo ininteligible, su cuerpo se agitó levemente, como si una pesadilla la envolviera en sus garras. Me dolió. Me dolió no saber si yo era la causa de ese tormento.Le acaricié la mejilla con suavidad, y sus párpados temblaron antes de volver a cerrarse. Le dejé un beso en la frente, me quedé ahí unos segundos más, como si eso
**Krimson**Lyra estaba sentada en la parte trasera del jardín, envuelta en un silencio que se sentía más fuerte que cualquier grito. La luz del atardecer le bañaba la piel pálida, pero no lograba devolverle el color. Parecía cetrina y gris, casi como una sombra de la mujer que conocí… y eso me revolvía el estómago.No me gustaba verla así.Me acerqué con pasos lentos, casi temiendo quebrar ese delicado momento de tregua que parecía haberse construido entre ella y el mundo.—¿Estás bien? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta.Lyra no me miró. Solo desvió un poco la cabeza, como si le costara incluso eso. Su voz salió baja, casi como un suspiro.—Estoy cansada, Krimson… Cansada de fingir que no me duele, de sonreír cuando siento que me estoy partiendo por dentro.Sentí un pinchazo en el pecho. Esa confesión me cayó como una piedra. Me senté a su lado, sin apuro, dejando que el silencio hiciera su trabajo. No quise llenarlo con palabras vacías. Algunas heridas no se curan con prom