El entrenamiento de Camille junto a Nicholas era agotador, pero estaba rindiendo buenos frutos, la joven poseía dones defensivos muy poderosos, era suficiente razón para que Jonell estuviera interesado. Con cada práctica Camille se hacía más fuerte y ejercía mayor control sobre ellos.

— ¡Bien, buen trabajo Camille! puedes descansar –El pecho de la joven subía y bajaba con agitación.

— Quiero agradecerle, sé que puse en peligro a su gente, quiero decirle que no fue mi intención... si me permite ser sincera solo deseaba ser parte de algo, recuerdo a la manada que me protegía de niña, todos eran muy amables –Se encogió de hombros con la mirada fija en el horizonte.

— Lo entiendo, cuando se es joven no se miden las consecuencias de nuestros actos, créeme pasé por mucho y hubo una persona que fue la que más me ayudó a entenderlo.

— ¿Quién? debería hablar con esa persona –Nicholas sonrió.

— Fue mi luna –Ella frunció el ceño confundida- la madre de Daven –Camille por primera vez veía en