Capítulo 4

Narra Patrick.

La mañana me recibe con migraña, se cumple otro día desde mi trinchera.

Me alisto para irme a Miller Company C.A. Es lunes, tendremos una reunión de carácter obligatorio debido al revuelo de la semana.

El problema no es solamente en la casa, también en el trabajo. 

Suspiro frustrado, al bajar mi madre me ve con ojos de culpa, decido ignorarla saliendo por la puerta, subo al Audi que me dejó Alonzo.

Estaciono y entro con seguridad tomando mi maletín.

Los empleados me ven y bajan la mirada al cruzarse conmigo. Ni siquiera las indiscretas de las secretarias.

Subo al ascensor para llegar pronto a mi oficina.

Abre sus puertas luego de unos minutos, me consigo con Erick, no lo veo desde ayer.

- La reunión ya va empezar. - dice.

Asiento con la cabeza.

- ¿Enserio vamos a permitir que esto siga su curso sin hacer nada? - dice en lo que cierran las puertas del ascensor. 

- No lo sé, Erick.

- Si no podemos revocar el testamento podemos jugarle sucio, Patrick, sólo piénsalo. - finaliza al abrirse las puertas del ascensor.

Entramos en la sala de reuniones mientras los demás empleados se encuentran en la mesa de conferencias.

Eleanor no se encuentra por ningún lugar.

- Tremenda CEO. - me susurra Erick al notar su ausencia.

Tomamos asiento esperando que llegue. Todos estamos a expectativas.

Muchos se sirven café mientras esperan hablando con la persona que tienen al lado.

Yo sólo me concentro en tomar mi teléfono celular para revisar las notificaciones. 

- Cero teléfonos, empezamos la reunión. - dice Eleanor. 

Ella estaba vestida con un traje de chaqueta y pantalón negro, con unos zapatos de tacón alto y llevaba su maletín de cuero negro.

Eleanor se veía hermosa y segura de sí misma y su presencia llamó la atención de todos en la sala de espera.

Se posiciona en el lugar que anteriormente ocupaba papá, el gran Alonzo Miller. 

Definitivamente, no era solo una cara bonita, Eleanor Grant había estudiado el mercado y conocía bien a la competencia.

Era astuta e inteligente, su planteamiento era innovador y nadie, ni siquiera yo podía discutirlo. En ciertas ocasiones teníamos un cruce de miradas. 

La reunión duró aproximadamente dos horas, muy productivas. Todos se retiraron a sus labores mientras ella organizaba todo para salir de la sala.

Tomo mi maletín y mis documentos retirándome a mi oficina. Atiendo algunas llamadas importantes que tenía pendiente. 

Erika entra colérica por la puerta sin siquiera avisar. 

«Oh, aquí vamos de nuevo».

- ¿Hasta cuando vas a evitar mis llamadas? 

Cuelgo la llamada disculpándome con el cliente. 

- Erika, estoy trabajando.

- No lo soporto más, Patrick Miller. Esta indiferencia tuya, sé que lo que pasó con tu padre ha sido duro, pero no te dejas ayudar. 

- No quiero hablar de ello. 

- No te pido gran cosa, Patrick. Sólo quiero que no me apartes de tu vida en el momento más duro. - dice sin darme tiempo de responder. Me besa con afán. 

Pronto entra Eleanor Grant viéndonos con molestia. 

- Los horarios laborales son precisamente para trabajar, no para divertirse. Cuando se desocupe de sus asuntos, señor Miller. Búsqueme en mi oficina. - dice con tono autoritario saliendo por donde entro. 

- ¿No es la misma mujer del velorio? - dice Erika con evidente desconcierto.

- Erika. - digo frustrado. - creo que deberías retirarte, yo te buscaré después ¿está bien? 

El ambiente se vuelve tenso. Me da la espalda. 

- ¿Quiero que me digas el porqué entró a tu oficina de ese modo? ¿ Qué se cree esa recién llegada?  

- Erika, de verdad. Retírate, por favor.

Suspira frustrada, pero asiente.

Sale de mi oficina mientras organizo los documentos en mi escritorio.

Voy hacia el lugar que antes ocupaba mi padre. La secretaria me anuncia y pronto entro viendo a Eleanor Grant con unos lentes de lectura mientras analiza la contabilidad de la empresa.  

- Al parecer ya terminaste tu hora de recreo. - dice con voz áspera. 

Noto cierta molestia en su tono de voz.

- ¿Para qué me necesitabas?

- ¿De cuándo acá te di el derecho de tutearme? 

Cruzo los brazos ante su comentario venenoso. 

- Vale, está bien. No hay ningún problema, disculpe usted, señorita Grant. Ahora, me puede decir para qué requería mi presencia en su oficina. - digo en tono sarcástico.

- Necesito que me dé los pormenores del contrato que se firmó con los Holandeses por escrito para mañana en la mañana. - demanda.

- ¿Algo más? 

- Si necesito cualquier otra cosa, le avisaré. - concluye volviendo su vista al ordenador.

Asiento.

- ¿Puedo retirarme ya? 

- Sí.

Antes de salir de su oficina volteo para darle un último ojo y molestarla.

- Para que tenga algo en claro, señorita Grant. Mi vida personal es plenamente mía y usted podrá ser muy dueña de lo que usted quiera, pero en ella no puede decidir ni inmiscuirse.

No le doy tiempo para que responda cerrando la puerta a mi espalda.

La noche se apodera de la ciudad anunciando que ya es momento de salir.

Me ajusto la corbata mientras apago el computador y tomo mi maletín. Presiono el botón del ascensor para volver a casa.

Justo cuando el ascensor cerraba sus puertas oigo como unos tacones rechinan en el suelo pidiendo que frene el ascensor, actúo de inmediato haciendo que nuevamente abra sus puertas. 

- ¿Qué hace aún aquí? - dice Eleanor Grant mirándome con el ceño fruncido.

- Trabajo horas extras, pero no se preocupe, no necesito que me las pague. - digo con tono soberbio.

Ella se queda en silencio ante mi respuesta brusca. 

 «Siente un poco de lo que se siente»  

Con sus manos sutiles marca el ascensor para que bajar. Este cierra sus puertas mientras descendemos.

De pronto un extraño sonido estruendoso hace que el ascensor se detenga y las luces fallen por un momento. 

Nos hemos dejado de mover. 

Golpeo el ascensor tratando de hacer que se mueva pero no hay respuestas de su parte. 

 - ¿Qué sucede? ¿Por qué no se abre? - dice preocupada. - Por Dios, esto no puede estar sucediendo. 

Se lleva las manos a su cabeza en son de angustia. 

- Cálmese, conseguiremos la manera de salir de aquí. ¿Está bien? - le digo mirándola a los ojos. 

Ella asiente no muy convencida. 

- ¿Tiene señal de teléfono? - pregunto.

- Mi teléfono está descargado. 

Trato de agitar el ascensor, pero sigue igual de paralizado.

A esta hora sólo quedan los vigilantes del edificio por los estacionamientos. No tienen acceso a las oficinas por una orden antigua de Alonzo Miller.

Busco mi teléfono en mi bolsillo pero me percato de que lo dejé en el escritorio, cierro los ojos.

- El teléfono está en la oficina. 

- ¿Qué haremos ahora? - expresa con respiración agitada. 

- Creo que tendremos que pasar la noche aquí. 

- Ni hablar - dice entrecortada. - No puedo estar en sitios tan cerrados por tanto tiempo. No lo soporto. 

Agacha la cabeza.

- Estás conmigo. - Le recuerdo con voz suave. Le levanto el mentón con mi mano. 

Hacemos contacto visual, es realmente preciosa. 

Hago una especie de almohada con mi saco para asegurarme de que ella esté cómoda y trato de distraerla.

Al principio se ve algo cerrada.

Siempre se ha mostrado altiva e imponente ante el resto, pero eso se va al suelo cuando le entran los cuadros de ansiedad.

Agarro su mano para que sienta mi apoyo, la ayudo a respirar lentamente y logra salir de su mismo desespero. 

- Todo está bien. - la tranquilizo. 

Se queda dormida en una oportunidad y sólo veo como su respiración es tranquila. Es una imagen hermosa.

De pronto despierta avergonzada. 

- Lo siento.

- No te preocupes. 

Se sienta bien mirándome a los ojos. Sus mejillas se tornaron color carmesí. 

- Tengo sed - le digo.

- Creo que tengo agua en el bolso. - escudriña entre sus cosas y saca una pequeña botellita de 500ml.

Río aceptando el agua. 

- ¿Qué te causa risa? - dice intrigada.

Cierro la botella con su tapa. 

- Siempre pareces estar lista y prevenida para todo. 

- Trato de mantener todo controlado. - explica alzando sus hombros y contagiándose de mi risa. 

Es un pequeño momento de complicidad. Pero parece darse cuenta de ello porque de pronto se queda en silencio.

- Disfrutar un poco de la vida no te hará menos fuerte.

- Si disfrutar es irse besuqueando con cualquier tipeja, no es mi estilo, gracias. 

Alzo la ceja. 

- ¿Acaso estás celosa? 

- Oh, por favor, no seas absurdo. - dice altiva. - No me interesas en lo absoluto. 

- ¿Estás segura de eso? - digo acercándome a ella. 

- Aléjate. - dice muy cerca, su aliento y el mío se unieron.

- ¿Me vas a detener? 

Se queda en silencio observando mis labios.

La tensión entre nosotros se ha ido acumulando desde el primer momento en que la vi.

No puedo resistirme más y uno nuestros labios con ímpetu, la misma ímpetu que he tenido desde que la conozco.

Ella me corresponde con el mismo deseo, y nuestros cuerpos se funden en un abrazo apasionado.

«Esto es indescriptible» 

Poso mi mano sobre su cuello para poder sujetarla mejor.

Nuestras lenguas juegan conociéndose a su paso.

La aprisiono con mis labios por el día de la lectura del testamento, por las aguas termales, por el incidente en el balcón, sus celos de hoy y sobre todo, la beso porque me gusta esta mujer y la altivez que demanda. 

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