De inmediato, Sofía se convirtió en el foco de todas las miradas.Casi todos los presentes adoptaron una expresión de curiosidad morbosa, listos para el espectáculo.—No me digan que vino hasta acá para rogarle que vuelvan.Comentó alguien con malicia.Sofía arrugó la frente. La mayoría eran juniors de familias adineradas; ella no solía frecuentar esos grupos, así que era normal que no reconocieran a una de las herederas Vargas.Pero insinuar que estaba ahí para suplicar por una reconciliación era pasarse de la raya.Una chica de ojos pequeños y almendrados se tapó la boca con la mano y se rio de manera burlona.—Sí, ¿verdad? No sé ni cómo alguien como ella se cuela en nuestro ambiente. Dani, ¿o es que todavía no la olvidas?Daniel resopló.—Como venía de pueblo, pues claro que le presté un poco más de atención antes.—Lo asquerosa no se le quita, mira nomás qué fachas trae a una fiesta. Qué falta de mundo. Dani, ¿cómo te pudiste fijar en ella? Qué mal gusto tienes.Intervino otra pers
Alejandro se rio entre dientes, casi una burla, y al oír la referencia a “una de las herederas de la familia Vargas”, su sonrisa se cargó de un sarcasmo aún mayor.Su mirada se posó en Sofía, quien instintivamente bajó un poco la cabeza.—No me importa quién seas —dijo Alejandro, su voz tranquila pero cortante—. Si vuelves a hablar así de mi esposa, me voy a encargar de que desaparezcas.Prosiguió, con una calma estudiada:—Además, que yo sepa, eres al que mi esposa mandó a volar. ¿Será que insistes tanto porque no la conseguiste y ahora de ardido quieres hacerle daño?—¡Mira...!La mirada penetrante de Alejandro desprendía una intención amenazante, tanto que, en cuanto Daniel se encontró con ella, se quedó petrificado en su sitio.Incluso olvidó qué iba a responder.«¿Cómo es posible que un simple mantenido tenga esta clase de porte?», pensó Daniel, desconcertado.Sus gestos eran elegantes, y todo en él emanaba una distinción que no encajaba con la imagen que Daniel tenía de él.«¿De
Con el rabillo del ojo, Sofía distinguió el borde de una prenda familiar.Era Daniel.«¿Todavía no se ha ido?»Daniel, al notar que Sofía lo había visto, dejó que el rencor en su mirada se intensificara. Irrumpió desde el rincón donde estaba y se plantó frente a ellos.Una sonrisa irónica se dibujó en los labios de Sofía.—Vaya, vaya, ¿no es el mismísimo Daniel Mendoza que salió huyendo del salón hace un rato?—¡Sofía, maldita infeliz, no te creas tanto!Daniel fulminó con la mirada a Alejandro, que estaba junto a ella.«Estar frente a él de nuevo... Todavía me impresiona esa presencia tan imponente que tiene.»Daniel sintió una punzada de temor, pero apretó la mandíbula y dijo:—No es más que un mantenido que te conseguiste. ¿De verdad crees que con eso puedes hacerle frente a mi familia?—Mientras sigan en Monterrey, estarán en peligro. ¡Vamos a ver quién ríe al último!La mirada de Sofía se endureció.—Pues te digo exactamente lo mismo.En ese instante, lo miraba como si fuera un po
Sus manos se movían con delicadeza, secando con suavidad el cabello de Sofía, como si estuviera tratando con un tesoro invaluable.Sofía escuchó la voz profunda de Alejandro.Al abrir los ojos, se encontró con su mirada negra, profunda y llena de ternura.Ante ese atractivo rostro, el pulso de Sofía se aceleró sin poder evitarlo.La invadió una sensación de ternura; sus labios se entreabrieron, justo cuando estaba reuniendo el valor para preguntarle a Alejandro lo de su «amor ideal», un timbrazo insistente rompió la atmósfera íntima.Alejandro apretó los labios, una sombra de fastidio cruzó su mirada por la interrupción.Sofía se levantó de inmediato, tomó la toalla y empezó a secarse el pelo sin mucho cuidado. Con tono neutro, dijo:—Contesta.Alejandro, algo resignado, sacó el celular. Vio que era Raúl Sánchez y contestó.—¿Qué pasa?Tras escuchar lo que le decían al otro lado, su semblante se crispó y su voz adquirió un matiz de urgencia inusual.—Sí, ya voy para allá de inmediato.
Sofía, desconcertada, fue al baño a lavarse la cara y, al darse la vuelta, se topó de frente con unos suaves ojos almendrados que la observaban.Alejandro notó un rastro de espuma de agua jabonosa en la comisura de los labios de Sofía. Una chispa de ternura cruzó por su mirada mientras se acercaba a ella con calma.Sofía lo miró sin entender, sintiendo cómo un ligero rubor le subía por las orejas.—¿Qué pasa?Él no respondió. Simplemente levantó la mano y, con delicadeza, le limpió la espuma del borde de la boca.—Tenías espuma.Sofía soltó el aire que contenía, regañándose en silencio. «Qué ridícula».—Ya que termines, ven a comer. Ya está todo listo.La voz de Alejandro era grave y atractiva. El mandil que llevaba puesto acentuaba su aire de esposo dedicado.Sofía murmuró una respuesta incoherente y, agachando la cabeza, giró para abrir el grifo y echarse agua en la cara.Solo así sintió que el calor de sus mejillas disminuía.Una chispa divertida brilló en los ojos de Alejandro. «Qu
Sofía decidió ignorar por completo a Daniel.«La basura es basura. Si le das demasiada importancia, va a creer que te la pasas pensando en él.»Sofía se dispuso a pasar junto a Daniel sin detenerse y salir del edificio de Inmobiliaria Panorama.Sin embargo, Daniel la vio salir. Al recordar la humillación sufrida en la fiesta del día anterior, sintió cómo la furia lo invadía de golpe.Se acercó a Sofía con rapidez y le bloqueó el paso. La recorrió con la mirada de arriba abajo, y habló con un tono hostil.—Vaya, vaya. Ahora que andas con un viejo rico te das tus gustos, ¿no? Casi me creo tu numerito de niña decente. ¿Y tu galancito ese sabe cómo eres en realidad?Sofía contuvo el impulso de golpearlo, consciente de que estaban en la entrada de Inmobiliaria Panorama y debía cuidar la imagen de la empresa.—La gente sucia cree que todo el mundo es igual. Si no tienes nada mejor que hacer, lárgate.Daniel rio con desdén.—¿Y tú quién te crees? Ya verás que la que va a salir volando de aquí
Sofía notó la mirada curiosa de la recepcionista y bajó la voz.—Te lo advierto, estás en Inmobiliaria Panorama.—Piensa un poco mejor las cosas. Si de verdad quieres conquistar a una de las herederas Vargas, no vengas a hacer el ridículo aquí.Dicho esto, se soltó bruscamente de Daniel. Lo miró con absoluto asco, como si fuera basura en la calle. Sofía incluso sacó un pañuelo desechable y se limpió la mano donde él la había tocado.Al ver esto, Daniel respiraba agitado por la furia contenida. Pero recordó las palabras de Sofía y no le quedó más remedio que aguantarse.—Ya verás. En cuanto vea a la señorita Vargas, le voy a pedir que te corra —masculló con desprecio—. ¡Qué tipa!Sofía soltó un resoplido de desdén.—No hay nada más que decir. Suerte con eso.Terminó la frase y se alejó con paso firme sobre sus tacones.Cuando Sofía ya se había ido, Daniel por fin reaccionó. Furioso, estuvo a punto de salir tras ella para insultarla a gritos.Justo en ese momento, Valeria entró desde la
—¿Buscabas a... una de las herederas de la familia Vargas? ¿Necesitas algo específicamente conmigo? —preguntó Valeria con fingida indiferencia.Daniel sonrió para sus adentros, satisfecho.«Claro, a todas les gustan los tipos como yo. Nadie se resiste a mi encanto».—Bueno, he oído maravillas de la señorita Vargas. Dicen que es bellísima, elegante, muy capaz... Con esa reputación, solo quería conocerte, ser amigos.Mientras hablaba, Daniel le lanzó una mirada coqueta a Valeria.A Valeria se le puso la piel de gallina.—¿Solo viniste a hacer amigos?La mirada de Daniel se volvió insinuante.—Podríamos ver qué pasa, ¿no? Conocernos mejor...Valeria lo estudió con la mirada, entornando ligeramente los ojos. «Hablar con este payaso es rebajarme». Qué ridículo. «¿Y se tomó la molestia de venir hasta acá a buscar a Sofía? Entonces, ¿los tres años que pasó con ella no significaron nada?». La idea le pareció sumamente absurda.—Con razón eres tan despistado y no ves bien... resulta que te enca