Amaia despertó a causa del llamado a la puerta de su habitación, se giró hacia la cama viendo que Nikolay no estaba y se encontraba completamente sola. —¿Quién es?— preguntó ante el insistente toqueteo, sintiendo que necesitaba al menos media vida mas de sueño. —Soy Katerina, señora. —¡Rayos!— gruñó por lo bajo, advirtiendo de ante mano lo que sucedería— ¡Adelante, Katerina! —Buenos días, señora. — dijo en cuando entró a la habitación. —Es muy temprano, Katerina. Por Dios, déjame dormir— se quejó. —Es hora de levantarse, tiene treinta minutos para estar lista para su entrenamiento. —Creo que no me caes bien— suspiró sentándose en la cama y la mujer contuvo una sonrisa, por el contrario, su nueva señora le agradaba mucho y sabia que lo que decia no era del todo cierto— espero hoy seas misericordiosa porque me siento agotada. —Nunca he sabido lo que es la misericordia — le dijo con tono amable. — no tendremos días fáciles, señora. ¡Arriba!, trotaremos para calentar
—Asi que un gimnasio personal... —No estés tan celosa, puedes usarlo a tu gusto. —Gracias. Te gusta mantenerte en forma por lo que veo. —Es necesario, me da agilidad y me provee un buen cuerpo para que lo disfrutes— Amaia rodó los ojos. —Eres un engreído insufrible — Nikolay sonrió y la tomó de la muñeca, tirando de ella para acercarla a su cuerpo. Amaia chocó con aquella pared de músculo una vez más sintiéndose pequeña ante él, elevó el rostro y lo miró con sus ojos tan azules... Nikolay sintió deseo, hacia mucho que no deseaba con tanta fuerza a una mujer y no es que hubiese vivido en el celibato, ni mucho menos, había tenido varias amantes, unas más importantes que otras. Pero ninguna que despertara en él un deseo instantáneo. — Sé que te gusto, el cuerpo y sus reacciones no mienten. —Y aparentemente es mutuo— respondió orgullosa, elevando el mentón en un gesto desafiante. —Absolutamente, nunca lo negué. Esos ojos son la perdición de cualquier hombre— sus palabr
Nikolay cerró la puerta de la habitación tras él, tomó nuevamente a Amaia reclamando su boca una vez más, no quería seguir alargando aquello, sabía que ella había tenido malas experiencias, así que le mostraría lo placentera que podía ser su cama. La escuchó gemir cuando presionó sus pechos con firmeza, y allí embelesada por sus besos comenzó a despojarla de su ropa, deslizando sus dedos por la enfebrecida piel, Amaia no le permitió tomar gran ventaja, comenzó a desvestirlo buscando ansiosa sentir el roce piel a piel... nunca había estado tan excitada. Pronto ambos estuvieron desnudos, completamente expuestos. Nikolay interrumpió el beso y se alejó para observar su cuerpo desnudo. —Eres jodidamente perfecta— le dijo con sinceridad— cada curva en el lugar perfecto. —A mi también me agrada lo que veo— dijo retribuyendo la sinceridad de su esposo. Un cuerpo grande y sexy. Se acercó a él y colocó las manos en su pecho, acariciando el León, luego descendió con lentitud hasta ap
—¡Corre carajo, corre Irina, no te detengas!— dijo Nikolay, mientras corría en medio de la vegetación, los disparos resonaban con fuerza en todo el lugar, mientras seguía corriendo, con su arma en las manos, disparaba de cuando en cuándo, intentando que sus adversarios se mantuvieran alejados. Necesitaba proteger a Irina. —¡Estoy cansada, Nikolay!—gimió su esposa, sintiendo que las piernas le fallaban, y respiraba con dificultad.— ¡No puedo más! —No podemos detenernos, Irina. ¡Corre!, ¿Dónde carajos están todos?— se preguntó mientras solo veía a Igor correr junto a él y disparar para defenderlos. Igor, sacó su celular y marcó un número, en medio de los balazos resonando. —Hola, Igor ... —¡El jefe necesita un puto helicóptero!, ¡CONSIGUE UN HELICÓPTERO, VAN A MATARNOS!—y de inmediato dió su ubicación, en medio de los jadeos por el esfuerzo físico, cortó la comunicación y pronto un grito escalofriante llenó el lugar, un grito femenino. —¡AHHHH!—le habían dado, a Irina le ha
Nikolay abrió los ojos y se sentó en la cama, su cuerpo estaba perlado en sudor, su corazón latía con violencia... Aquella pesadilla, aquel maldit* recuerdo vuelto pesadilla... hacía mucho tiempo que no soñaba con la muerte de Irina, aquello le atormentaba. Su esposa la mujer de su vida, la única a la que había amado con locura, la única que había logrado ternura y devoción en su corazón. Odiaba soñar con aquello, no solo por la oscuridad que representaba, sino porque le.revordaba todo lo.qie había perdido. —¿Estás bien?— le preguntaron y se giró para encontrarse con el rostro de Amaia lleno de preocupación. Sus preciosos ojos azules mostraban una turbación que antes no había visto. —Si... estoy bien, solo fue un mal sueño. —Muy malo por lo visto, no dejabas de quejarte, no sabía si despertarte. ¿Seguro que estás bien? —Si, por supuesto— se pasó las manos por el rostro un par de veces como queriendo ahuyentar la pesadilla— estoy bien, solo... vuelve a dormir. Volvamos
El viaje fue bastante largo, pero nada novedoso para Nikolay, él estaba acostumbrado a los largos viajes. Durante todo el trayecto no pudo dejar de pensar en su noche con Amaia, el sexo con ella había resultado muy placentero, esos deliciosos sonidos que emitía cuando el se movía en su interior, la forma de aferrarse a su espalda cuando la poseía, o la delicadeza con la que sus labios se separaban para gemir y suspirar de placer... era un banquete visual, un exquisito deleite... Su cuerpo... que deliciosa y jugosa fruta, solo de pensar en la forma en la que ella lo aprisionaba dentro, o lo exquisitamente estrecha que era... solo pensarla bastaba para endurecerlo... Su matrimonio sería muy placentero, sin lugar a dudas. Aún ni siquiera empezaba la gran transformación que sufriría Amaia, y le gustaba que estuviese poniendo tanto empeño. Pensó en que quizás hubiese sido mejor decirle que se marchaba de la isla, pero odiaba las despedidas. La muerte de Irina le había hecho odia
Amaia había tomado la cena, estaba enojada y muy frustrada al encontrarse comiendo sola y peor aún, sin saber cuándo volvería Nikolay. Tenía el cuerpo agotado de tanto entrenamiento, y la mente agotada de tanto pensar. Después de la cena se fue directamente a la biblioteca, le gustaba mucho estar allí, un lugar hermoso que siempre parecía darle la bienvenida con sus múltiples libros como infinitas opciones disponibles para ella. Tomó un ejemplar de una novela romántica y se fue al cómodo sofá para leer, aunque intentaba enfocar su mente en la lectura sus pensamientos divagaban hasta llevarla una y otra vez directamente hacia Nikolay... aquel enorme y musculoso cuerpo, aquellos tatuajes añadiéndole un aura oscura, su largo y abundante cabello, sus ojos grises... la manera en la que había reclamado su cuerpo... y la manera en la que se había marchado aquella mañana sin siquiera decir adiós. ¡Maldit* desconsiderado! Se dijo una y otra vez mientras tras intentaba enfocarse en
Los días pasaron con rapidez y pronto se convirtieron en dos largas y eternas semanas Nikolay no había vuelto a la isla y lo que era peor aún, solo la habia llamado en dos oportunidades, Amaya se sentía frustrada porque cuando solicitaba el teléfono para llamar a su hermana tanto Katerina, como los hombres de la Isla no hacían más que decirle que el jefe no había dejado indicaciones de que ella pudiese hacer llamadas, Aquello la tenía furiosa puesto que en vez de estar en aquella Isla como en calidad de esposa parecía más bien que él la hubiese secuestrado para aislarla de todos, así que mientras los días pasaban, ella esperaba el retorno de su esposo. Se dedicó a enfocarse en su nueva rutina y esforzarse al máximo, confiando en que a su regreso podria tener su recompensa. Escuchar la voz de Aimara asegurándole que todo marchaba bien, nada más. Aquello era lo único que deseaba. El entrenamiento se estaba volviendo rutinario, su cuerpo se había acostumbrado al continuo agotamient