La emoción del momento me había hecho descuidada con las palabras. Cerré los ojos arrepentida por haber abierto mi corazón y regresé la atención hacia mi ventana. ―No deberías de hablar así… ¿Qué harás si Sofía te escucha?
―¿Sofía? ―preguntó desconcertado.
―Sí, la doctora Duran ―agregué en un susurro―. Parecen muy felices cuando están juntos.
―¿Qué? ¿De qué estás hablando, Layla?
―¡No necesito ser muy inteligente para saber que…! ―Me sentía tan estúpida hablando de eso con él.
―¿Qué…?
Por suerte el auto había llegado a nuestro destino y no tardé en abrir la puerta y huir de esa plática tan incómoda. No quería que se burlara de mí una vez más. Ca
―Solo aceptaré guiar a una sola persona hacia esos niños… Quiero que su hermana, esa mujer arrogante, venga a Dubái. La veré en el aeropuerto y la llevaré al orfanato ―indicó Zayn con frialdad.―¿Mi hermana? ―fruncí el ceño―. ¿Por qué ella?―¿Por qué no? No pienso hacerle nada malo. Solo no quiero tener que tratar con usted o cualquiera de su personal. Creí que la señorita Mina sería la indicada para tal situación. Ese es el trato… ¿lo toma o lo deja?―No irá sola…―Si veo que al salir del aeropuerto esa mujer trae seguridad o algún acompañante indeseado, me retiraré de ahí sin cruzar una palabra. Así de sencillo. ¿Quieres saber dónde están tus hijos? Espero a tu hermana a medio día en el aeropuerto. Tómalo o d&
―¿Qué ocurre? ―preguntó Zayn con el ceño fruncido―. ¿Cómo? ¿Quién te lo dijo?De pronto su mirada se posó en mí y lo único que pude hacer fue esconder a André detrás de mis faldas, temerosa de perderlo de nuevo.―¿En Rusia? ¿Por qué no me sorprende? Bien… Voy para allá ―dijo antes de colgar―. Gracias por su tiempo, director. Nos vamos.―¡¿Qué?! ¡No me iré sin Azhar! ―Pese a mis gritos, no pude evitar que Zayn me tomara por el brazo y me arrastrara hasta afuera del orfanato, con el pequeño André pegado a mí.―Muy inteligentes… ―dijo el príncipe iracundo―. ¿Cuánto tiempo planeaban vernos la cara?―¿De qué estás hablando?―Layla, está en Rusia con el imbécil de tu hermano. Fue
―¡Viktor! ¡Qué gusto me da recibirte! Hacía mucho que no nos visitabas ―dijo Mikhail con una enorme sonrisa, disfrutando tener el control. Sabía que tenía su pie en mi cuello y no me mostraría altanero o grosero mientras mi hija estuviera en sus manos―. Layla… es bueno verte de nuevo. Su tono cambió, con ella se mostraba piadoso y parecía comprensivo. ―Mikhail… Sabes por qué estamos aquí ―dijo Layla acercándose dócil, causando estragos en mi hermano que parecía compartir su tristeza―. Regrésame a mi bebé, por favor. ―Layla… ―Tuvo que desviar la mirada para no sucumbir ante la dulzura mezclada con agonía que derrochaba mi hermosa mujer―. Lo siento, pero… no sé de qué hablas. Guardé silencio, pues era consciente de que mi hermano tenía un corazón muy débil y la forma en la que la actitud de Layla comenzaba a dominarlo, era más que suficiente. Mikhail no necesitaba de fuerza bruta y opresión. Era terco como una mula, pero dócil cuando lograbas endulzar su oído. ―Sabes de lo que habl
―¿Estás de acuerdo en que Mikhail se quede con mi hija solo para satisfacer a ese hombre y no perder el dinero que les dará? Creí que estabas en contra de esa cultura, que odiabas a cualquiera que no tuviera nuestro tono de piel, pero a este hombre lo dejas definir el futuro de la empresa ―dije sorprendido e iracundo. Claramente mi madre podía ignorar cualquier diferencia cultural si había una cantidad considerable de dinero en la mesa.―¡Viktor! Entiende… No me gusta esto, pero si no lo permito, la empresa se irá a la ruina. Tú mismo absorbiste a muchos inversionistas. No podemos darnos el lujo de seguir perdiendo… ―Caminó hasta la ventana y al asomarse, sonrió. Estaba seguro de que veía el auto y dentro de este a Layla, quien había preferido esperarme, y no la juzgaba. Después de lo ocurrido el
―Perdón por no haber protegido a Azhar… ―dijo André sollozando mientras lo arropaba entre sus cobijas. Parecía cansado de llorar y el arrepentimiento pesaba en su corazón. Se sentía responsable de su hermana y no había forma de hacerlo cambiar de opinión. ―Mi amor… No fue tu culpa, nunca te culpes por lo que ocurrió… ―Apreté mis labios queriendo aparentar fuerza, pero me dolía el alma. De pronto ambos volteamos hacia el umbral de su puerta donde Viktor se asomó―. Nosotros fuimos los únicos culpables, por darle prioridad a nuestros conflictos antes que a ustedes. En cuanto mi amado compañero agachó la mirada comprendí que él pensaba igual que yo. Perdimos de vista lo importante, nos fijamos más en los que nos rodeaban, en lo que dirían, en nuestros propios rencores y diferencias. Si hubiéramos estado unidos desde un principio, nadie hubiera podido lastimarnos ni arrancarnos a nuestros hijos. Ahora pagábamos con creces nuestros errores. ―Es hora de dormir, leoncito ―dijo Viktor con
Cuando volteé, vi a Viktor sobre su silla, acercándose a las puertas, la nieve comenzaba a blanquear su cabello y su mirada era profunda y cargada de reproche. Se sentía traicionado. ―Por favor, entrégale a la niña, ya me tienes a mí… ―le supliqué a Mikhail. ―Primero tengo que hablar con el jeque… No puedo soltar a la niña hasta que vengan por ti ―contestó agachando la cabeza, parecía apenado y no sabía si creerle. ―¡Layla! ¡Mírame a los ojos y con la frente en alto! ¡Ten el valor de abandonarme con dignidad! ―insistió Viktor con los dientes apretados. Estaba sufriendo tanto como yo, lamentaba que no se hubiera dado cuenta de mi nota hasta mucho después. Me acerqué unos pasos para poder verlo mejor. Le dediqué una sonrisa escueta, reflejo de mi propio dol
Aunque la doctora Duran había hecho maravillas y recuperé tanto mi sensibilidad como mi movilidad, aún era una tarea complicada moverme como antes y dependía de un bastón. ―Apenas llevo un par de días levantándome de esa silla. No quería hacerlo oficial hasta que tuviera a mis hijos conmigo y a Layla a salvo. ―Querías mantener un bajo perfil… Muy inteligente ―dijo Mina orgullosa. ―Tus enemigos se confían cuando creen que eres débil… No se esmeran de la misma forma ―contesté―. Así que guarda el secreto. ―Soy una tumba ―agregó mientras se abrazaba a mi torso, haciéndome recordar que la única en la que podía confiar era ella, mi pequeña hermanita alcohólica―. Entonces… ¿Iremos a Dubái? ―Yo iré a Dubái… Tú te quedas… Mi tacto hizo retroceder a la mujer, comportándose como un animal herido y lleno de miedo. No quería ni imaginarme todo lo que había pasado al aceptar casarse con Zayn. Samar se había encargado de convencerla de escuchar el plan, pero no nos aseguraba que querría participar. ―Cualquier acto en contra del jeque y su familia termina en muerte… ―dijo con desconfianza. ―Solo si nos atrapan ―contestó Samar con una gran sonrisa. Para ser tan joven, su falta de miedo hacia la muerte, me sorprendía. ―¿Te gusta vivir en el palacio? ¿Te agrada compartir la cama con Zayn? ―inquirí atento a la chica, su nerviosismo y mirada vidriosa delataba su inconformidad, pero no lo admitiría tan fácil. ―Ellos… me… ofrecieron una oportunidad que no podía despreciar… yo… ―coCapítulo 66: La visita de papá