Dulce:Sus besos me quitaban el aire, sus grandes manos sobre mis pechos me hacían suspirar y desearlo aún más, mis ojos se cerraban con fuerza para contener todo eso que me hacía sentir, deseaba tanto escuchar su voz, es lo que más me gusta del demonio, su ronca y profunda voz.— Eres tan única, tan hermosa. — abro los ojos de la impresión al escuchar esa sueve voz y es cuando descubro que quien me está devorando no es Pedro, sino Giovanni.— Tu…— Eres mi princesa y no sabes cómo deseo convertirte en mi reina. — sus ojos negros con motas verdes me ven con devoción y es cuando mi estúpido corazón late a un ritmo diferente.— Gio… — no puedo terminar de nombrarlo, ya que su lengua devora mi vagina, siento la humedad crecer entre mis piernas y sé que no es solo por su saliva, este maldito italiano es mi perdición, con sus palabras lindas, y esos ojos que pondrían a cualquiera de rodillas y es lo que quiero hacer ahora, ponerme de rodillas ante él.— Quiero probarte, quiero tu verga en
Dulce no tomo la bata de hospital, se reusaba a colocarse ese trapo una vez más, que era evidente que alguien con escaso o nulo conocimiento de moda había diseñado, mientras pensaba en hablar con Michel para ver la posibilidad de que Giovanni diseñe las batas que usaría cuando su hijo naciera, eso la hizo detener frente al espejo, una vez más caía en la cuenta que sería madre, ella gozaba de una certeza que tres hombres no tenían, se suponía que debería sentirse mal, pero no podía, no quería que ellos se alejaran, se había acostumbrado a verlos, tocarlos, besarlos, aunque pensándolo bien, no era costumbre, el tiempo que llevaban juntos era muy corto como para estar acostumbrada a tenerlos cerca, era otra cosa, quería descubrir que era, pero el baño de un hospital no era el mejor lugar para pensar, menos cuando Giovanni estaba pegado a la puerta preguntando si estaba bien.— Estoy perfecta, solo me estaba alistando. — dijo cuando salió del pequeño cuarto de baño, encontrándose a cuatr
Los días que siguieron no fueron gratos para ninguno, Dulce escapaba entre los pasillos de una lujosa e inmensa mansión, no solo de su abuelo, también de tres hombres que necesitaban hablar con urgencia con la princesa, pero esta no quería ni siquiera verlos, su cabeza dolía, su corazón sangraba, nada tenía sentido, porque se reusaba a amar a alguien más que no sea Pedro, mientras este también pasaba el día huyendo de los agentes de interpol, por lo manos de dos de ellos, ya que Teodoro solo se dedicaba a seguir a la hija de su prima por toda la mansión, si, aquel lugar se había convertido en el juego del gato y el ratón, donde todos eran gatos y ratones a la vez, solo era cuestión de tiempo para que alguien cayera en manos de quien lo asechaba. La habitación de la reina ya no estaba en calma como en los primeros días, ahora no solo poseía una habitación en la mansión Bach, ella se había adueñado de casi toda el ala sur del lugar, su salud y la de su esposo Lupo ya había mejorado, p
Rocco veía a su hija y la sonrisa en su rostro casi no le cabía de lo grande que era, mientras Lucero se removía incomoda, no quería que la cena se estropeará y el “señor Edgar” no ayudaba.— ¿Quieres que lo mate princesa? — el anciano le dio una mirada censuradora a Rocco, para luego ver a los agentes de la interpol, de los cuales el único que mantenía la calma era Teodoro.— Sabes que no puedes preguntarle eso. — Valentina vio a Rocco con enojo. — Mi niña no tiene por qué cargar con ese tipo de decisiones. — al fin el rostro de Teodoro mostro asombro, una cosa era estudiar a los criminales más buscados de mundo y otra muy diferente era convivir con ellos, ver de primera mano que debajo de ese título de mafiosos, eran padres, madres, cuidaban y protegían a sus hijos, incluso de ellos mismos, de su herencia de sangre, su legado de crímenes, esa era la verdad, que el agente de interpol desconocía y ahora se mostraba ante él, casi burlándose de sus prejuicios y etiquetas morales.— Es v
Dulce fue dejada en medio de la habitación por Giovanni, quien la veía de tal forma que a la joven De Luca un escalofrío le recorrió la espalda, por lo que trato de buscar refugio en Pedro, como siempre, como lo hizo toda su vida, pero el caramelo derretido que eran los ojos del latino, la veían con dureza, quitándole el aire, por lo que pensó en Horus, el adulto responsable de todos ellos, pero solo le basto con verlo para saber que pedir su ayuda no era la mejor opción.— ¿Qué les pasa? ¿Por qué me ven de esa forma? — indago quizás con la voz más chillona de lo que debería, pero no podía evitarlo, miedo, ante esas tres mirada sentía miedo.— ¿Y todavía lo pregunta? — murmuro Pedro, y sus dientes blancos se dejaron ver junto con su sonrisa.— ¿O en verdad no es consciente de lo que sucede o no le importa? — Giovanni dio un paso en su dirección y Dulce retrocedió dos.— No es eso… ella no quiere comprender lo que sucede, lo evita adrede. — la voz de Horus era ronca… como el gruñido de
No importo las quejas de la princesa, mucho menos lo que sus padres dijeran, los primos Zabet decidieron que era tiempo de ir nuevamente al hospital, pero esta vez para que Dulce controlara su embarazo y nadie los puedo hacer cambiar de opinión, ni siquiera la princesa, que había escapado al tercer control de su embarazo ya que los niveles de azúcar le habían dado muy altos en su último examen y sabia a lo que se enfrentaría apenas pusiera un pie en el consultorio, y lo peor, era consiente de a quien culparían.— Por favor Dulce, solo debes beberlo, solo así nos aseguraremos de que no tienes diabetes gestacional. — repitió una vez más Michel, buscando convencer a su joven paciente.— Claro que no tengo diabetes, ya te lo dije Michel, solo fue un descuido, un pequeño antojo de medianoche, un pequeño trocito de chocolate. — explico una vez más, pero a nadie le importo.— Beberás eso ahora. — dijo Horus tomando el vaso de líquido trasparente que pasaría por agua, salvo por el olor, olía
Observo por la ventana todo lo que pasa frente a nosotros, como si fuera lo más importante en este momento, pero la verdad es que aun permanezco en esa bruma pos-bombas atómicas que lanzo Michel en el consultorio, quizás este exagerando, quizás no, tener dos úteros, no es el fin del mundo, estar esperando dos bebés que se llevan dos meses de diferencia, tampoco lo es, estar enamorada de tres hombres… y es cuando el miedo me recorre una vez más, ¿y si termino lastimándolos? ¿Cómo puedo estar segura de que soy lo que ellos necesitan? No quiero lastimarlos.— Princesa. — la voz del demonio me hace girar, justo para ver a mis hermanos de pie en la entrada de la mansión Bach.— Algo paso. — informo en un susurro que es perfectamente escuchado por Gio e incluso Horus que es quien esta estacionando justo frente a los diablitos.— ¿Por qué lo dices? — inquiere el italiano que me hace mojar las bragas por el solo hecho de respirar cerca mío.— Mis hermanos tienen cara de santos. — rebató perdi
Lucero veía el cielo a través de la ventana de su despacho, el día había comenzado muy lindo y agradable, sin embargo a medida que las horas pasaban, las nubes se iban tornando cada vez más grises, como el día que perdió a su padre Liam Simons, una presión se instaló en su pecho, temerosa quizás de lo que pudiera pasar, tomo el teléfono y dio la orden de que queria a su Estrella en la mansión, ya no le encontraba sentido a que permaneciera en el hospital si no accedería a someterse a la cirugía plástica para arreglar su brazo. La verdad era que Lucero sentía que pronto perdería a alguien importante y no sabía cómo reaccionar a aquello.— ¿Mamá? — quito su vista del frio cristal, y solo cuando vio a Horus, fue que descubrió que estaba llorando. — Mamá ¿Qué sucede? — inquirió cargado de preocupación quien ella consideraba su hijo y sin perder tiempo se acercó a la mujer que lo había criado, aquella que lleno el vacío que su madre Dulce Ángel dejo y que a su vez él había llenado el vací