Jimena estaba escondida entre papeles, en cada párrafo no podía evitar pensar en la conversación con Sofía. Había decidido no solo ir a cenar con Adam, sino también regresar con él. Ahora era una pérdida de tiempo llevar el acuerdo de la custodia al juzgado. Si era la forma en la que Sofía sería feliz, podía tolerarlo. ¿Qué era lo peor que podía pasar?
De pronto sonó el timbre, Eugenia se levantó del sillón de un brinco y se precipitó hacia la puerta. Bennet entró por el pasillo hasta llegar al comedor donde se encontró con Jimena. Eugenia había intentado detenerlo, pero fue imposible.
—Eugenia… ¿Nos puedes dar cinco minutos a solas? —preguntó Jimena suspirando con cansancio.
—Sé que no soy el mejor bailarín… —dijo Adam al ver la duda en el rostro de Sofía.—Pero… tu lesión…—Creo que puedo bailar un vals hasta morir. —Adam se levantó ignorando el dolor de su espalda. Cada paso era una agonía, pero valía la pena hacer el esfuerzo por Sofia.Tomados de la mano llegaron hasta la pista de baile. Siguieron el ritmo de la melodía y de pronto el lugar estaba vacío ante sus sentidos, solo existían ellos, la música y los recuerdos que embargaban sus corazones. Sofía comenzó a llorar mientras su sonrisa se hacía cada vez más grande. Después de recorrer la pista y dedicarse miradas tiernas y sonrisas de complicidad, la música se d
—Eres el mejor médico neurocirujano del país. Si… pudieras… —Sofía no sabía cómo expresarse, temía el rechazo de Bennet. —¿Verlo? ¿Quieres que le dé consulta? —Su odio era el que dirigía su lengua—. ¿Quieres que lo ayude? ¿Crees que tengo ganas de hacerlo? —Bennet… Eres un gran médico… —Soy un gran médico. Tú lo dijiste, el mejor del país y podría atreverme a decir que de varios otros países… —También eres una buena persona… —No lo soy Sofía. Da gracias que no he sacado a tu madre a la calle. —Eso había sido un golpe directo al corazón y Bennet lo sabía. —Bennet… No es justo. —Sofía sentía que en cualquier momento se desmoronaría.
Sofía retrocedió como si hubiera recibido una bofetada. No tenía motivos para celar a Bennet, pero le dolía pensar que había recibido una cucharada de su propia medicina y recetada por su propia mejor amiga. —¿Cuándo? —preguntó casi sin voz. —Ayer —contestó Jimena agachando la mirada—. Lo siento… —No deberías… —Sofía no sabía qué sentir y mucho menos qué decir—. ¿Te gusta? ¿Lo quieres? ¿Desde hace cuánto que sientes esto por él? Cada pregunta se estampó contra el cerebro de Jimena dejándola desconcertada y perdida. ¿Qué sentía por Bennet? En ese momento no era algo que quisiera aclarar. —Sofía, eso no importa. Sé que no te ha tratado bien, pero entiéndelo, ha sufrido mucho por ti. Comprendo que no quiso atend
—¿Qué hay de mis hijos? ¿Qué pasa con Adam? ¿Cómo les explico que su padre también es su tío? —Levantó el rostro hacia Enzo. Estaba destrozada. —Sofía… —¡¿Qué tan miserable debo de ser para que la vida me deje en paz?! ¡¿Qué más me tiene que quitar?! —exclamó y se alejó de Enzo, con el corazón roto y la cabeza revuelta. Recorrió el pasillo, dispuesta a encontrar un lugar donde poder llorar a solas. Pasó al lado de Arturo, impregnándolo con su miseria, mientras este veía a su amigo con el alma rota. Había empujado a Enzo en ese abismo al llevarlo con Lucía y sabía que él era el único que podía solucionarlo diciendo la verdad, pero… tenía mucho que perder. ¿Valía la pena? Ѻ Jimena tocó un par de veces la puerta de Bennet antes de que este la hiciera pasar. La recorrió desde los tobillos hasta su angelical rostro y la mirada turquesa deparó en los ojos miel, con reproche. —¿Qué se supone que estás haciendo? —preguntó Jimena molesta y defraudada. —¿A qué te refieres? —Supe de l
—Acompañaré a Jimena a llevar a los niños —dijo Bennet en voz baja—. Adam… —No era fácil ver al dueño del corazón de la mujer que amaba, pero si era fácil hacer su labor como doctor—. Supe que tienes problemas con tu espalda. Cuando quieras ir al hospital para una revisión, eres bienvenido. —Gracias… —respondió Adam confundido. No se esperaba un comentario tan benevolente de parte de Bennet. —Vengan niños… —dijo Jimena y Bennet le ayudó cargando al pequeño Ezio mientras que ella se llevaba en brazos a Clara. Ambos niños no dejaron de ver a sus padres y sería un momento que guardarían en su memoria el resto de sus vidas. Sus corazones les advertían que algo malo había pasado y estaban intrigados por saber. Cuando Sofía escuchó que el auto se alejaba entonces entró a la casa en silencio, con un nudo en
Arturo se encerró en el baño y caminaba de un lado a otro, peinando su cabello hacia atrás, arrepentido de haber reunido a Enzo con Laura. Solo quiso hacer algo bueno por su amigo, pero ahora todo era un caos.—Sí le digo a Enzo que Adam es mi hijo… La boda seguiría en pie y ellos podrían ser felices, pero… Yo perdería a mi mejor amigo, perdería mi trabajo, Adam no querría volver a verme, así como mi esposa me abandonaría por haberle guardado un secreto tan grande… ¡Además! La compañía estaría en aprietos. Enzo tendría que explicar que Adam no es su hijo. ¿Lo mantendría como CEO? ¿Qué tal si lo desprecia por no tener su sangre? —le preguntó con horror a su reflejo en el espejo. —No me arroje por las escaleras a mí también. Por favor —dijo Jimena como primera petición y retrocedió sin quitarle los ojos de encima. Era como estar ante una serpiente que en cualquier momento podría atacar.—Si quieren, revisen las cámaras. Estaba hablando con el abogado cuando este decidió bajar las escaleras y cayó. No soy responsable de nada y no tengo miedo a enfrentarme a la justicia. —Dio un paso hacia Jimena, el mismo que esta retrocedió.Se notaba el miedo en los ojos de Jimena, su cuerpo estaba listo para brincar como resorte y salir corriendo de ahí, mientras que Isabella se movía con la elegancia de una cobra.—Suficiente… —Bennet se levantó del escritorio y se pus50. Verdades dolorosas.
Con cada palabra Sofía se sentía más ligera y a la vez más fuerte. Ver a Isabella reducida como víctima en el piso era placentero, esta permanencia con las manos alzadas, temerosa de que Sofía volviera a pegarle y a la vez quería recuperar algo de orgullo, pero estaba en desventaja.—Di lo que quieras Isabella, pero siempre serás más miserable que las personas a las que has herido, incluso con tus juegos y trampas, nunca podrás ser tan feliz…De pronto la puerta se abrió y Bennet entró rápidamente con Jimena, que de inmediato se acercó a Sofía para ver su rostro herido.—Señora Dupont, le voy a pedir que se retire del hospital —dijo Bennet intentando verse imponen