34. Las Cosas que no Viví

La aprieto fuerte contra mi pecho, aun acostados sobre el sofá mientras que intentamos respirar con normalidad. Me siento enviciado por su fragancia y de verdad que desearía detener las agujas del reloj y quedarme en este momento por una eternidad con ella así entre mis brazos —Te has quedado callado. — Me dice inclinando su rostro para mírame.

—Solo pienso. — Respondo enredando mis dedos en su cabello.

—¿Puedo saber en qué? —  Esa manera tan tímida y sensual a la vez de preguntarme eso me provoca querer comérmela a besos nuevamente.

—En ti preciosa. En lo absolutamente perfecta que eres, en lo feliz que me haces. — Le confieso con mis ojos perdidos en ese bosque verde que son sus ojos.

—Tú también me haces muy feliz. — Comenta sonriente y luego se acomoda boca abajo apoyando sus brazos sobre mi pecho y su
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