Sus ojos se cerraron y parecía que estaba teniendo la misma batalla interna que yo. Bajé la mirada hasta su regazo y pude ver su miembro duro, tensando la tela de su pantalón. Con sus ojos todavía cerrados, retiró su dedo y agarró la tela de mis bragas con la mano. Estaba temblando y me miró con furia y lujuria en sus ojos.Con un rápido movimiento, las arrancó de mi cuerpo. El sonido del desgarro rompió el silencio, alzó mis caderas bruscamente, elevándome hasta la fría mesa y abriendo mis piernas enfrente de él. Sentí cómo el calor invadía rápidamente mi cuerpo, y solté un gemido cuando sus dedos volvieron a acariciar mi clítoris. Despreciaba a este hombre y todo lo que tenía que ver con él, pero mi cuerpo me estaba traicionando; ansiaba que me tocara de la manera que lo estaba haciendo. No eran las mismas caricias suaves y amorosas a las que estaba acostumbrada, pero mi cuerpo sentía un frenesí bestial.Eché la cabeza hacia atrás y
—Sara… oye Sara, despierta… —Hmmm… ¿Quién me estaba hablando? ¿Estaba soñando? —¡Sara! —alguien gritó mi nombre tan fuerte, que desperté asustada. Lo primero que oí fueron las escandalosas risas de mi prima y otra mujer que ya había visto antes, su amiga Restregué mis ojos para enfocarlas mejor y las asesiné con la mirada. —¿Por qué ambas están en mi habitación? —les pregunté, sentándome en el borde de mi cama—. Diablos, ¿qué hora es? —me levanté a toda prisa para ir al baño. —No te preocupes por llegar tarde amiga, igual falta una hora para que entres a trabajar —la voz cantarina de Milena me hizo detenerme en el umbral de la puerta. —¿Y estaban aquí para despertarme? —automáticamente crucé mis brazos, observándolas con desconfianza. —Sí —habló Sofía, la amiga de mi prima—. Aunque nos sorprendimos mucho cuando te escuchamos hablar dormida —se tapó la boca para ocultar su risa y mirar de reojo a Milena. —¿De qué hablas? —no entendía a qué se refería, ya que no hablo dormida
Carraspee discretamente, tratando de salir de mi letargo. —Claro, señor Norton, estaré ahí de inmediato… —¡Sara! —Milena me sorprendió con unos golpes en la puerta, de inmediato salí para regañarla, pero ella siguió golpeando—. ¡Estás demorando mucho y tienes que bajar a desayunar! —iba a hablar, pero aún no cerraba la boca—. ¡¿Estás en el baño?! —preguntó gritando a propósito, solo hizo que me avergonzara un poco y mirara mi celular. —Milena, en un momento bajo, aún no estoy lista —le indiqué por lo bajo cubriendo la bocina del celular con mi mano. —¿Estás en el baño? ¿Por qué tu puerta tiene seguro? —comenzó a hacer preguntas tontas—. ¿Estás haciendo cosas indebidas por tu sueño, Sara? ¡Oh, Dios, mi jefe seguía en la llamada! —Cállate Milena, sólo lárgate —chillé, rechinando mis dientes, hasta había dado unos saltos de desesperación y ansiedad. —Okey —habló alargando la Y en tono burlesco—. Diviértete —volví a escuchar su risa. —Señor, ¿sigue ahí? —mi corazón estaba a punto
Sara —Señorita Johnson, ¿a dónde cree que va? —me llamó el ogro, una vez que la puerta que daba las escaleras se cerró. —Vamos a tomar café, señor Norton —hablé con tono despectivo, ya que había dicho mi nombre de la misma manera despectiva y venenosa de siempre—. Por eso estoy bajando las escaleras. No olvide su dosis de cafeína, señor. Escuché un bufido detrás de mí y de pronto lo sentí demasiado cerca. Él me alcanzó en el rellano y agarró mi brazo, empujándome contra la pared. Sus ojos me miraron despectivamente con los dientes apretados. Aproveché y le puse el recibo en la cara, mientras lo fulminaba con la mirada. —¿Qué coño es esto? —sacudí la cabeza sarcásticamente. —¿Sabe? Para ser un pomposo sabelotodo, a veces es bastante estúpido —espeté de mal humor—. ¿Qué m****a cree que es? Es un recibo, ya sabe, se lo dan siempre que compra algo. Lo vi gruñir y sonreí con satisfacción. —Si no fuera porque la necesito aquí, ahora mismo la estaría despidiendo —me miró con ojos en
El ogro Norton seguramente se dio cuenta en el momento en que me quedé sin palabras, además era inaudito su propuesta, no solo porque habíamos tenido sexo salvaje en la sala de conferencias, sino porque había intentado soborname y chantajearme con una información que obtuvo sobre mi estado financiero.Malditos riquillos, creen poder tener todo y que todos estén a sus pies.—No lo acepto, señor Norton —lo encaré, alzando el mentón. Cuando su ceño se frunció, no esperé nada más de su parte y salí de la oficina de manera apresurada. Por suerte, cuando estaba a punto de cerrar la puerta, Vicky apareció en mi campo de visión. Estaba arreglando sus cosas en su puesto de trabajo, parecía no percatarse de mi presencia, hasta que escuchó la puerta ser cerrada tras de mí.—Buenos días, señor Norton —se levantó, dándose la vuelta. Se quedó muda por un segundo, observándome, sacudió su cabeza riendo nerviosamente llevando una mano a su cabeza, después se acercó para saludarme.—¿Cómo estás, Sa
—¿Ya está mi cuñado aquí, Vicky? —preguntó el jefe, antes de llegar a la sala de juntas principal. —Así es, señor, de hecho, ya debería estar adentro —Vicky tomó la manilla de la puerta y abrió.El que entró primero fue mi jefe, después Vicky y yo fui quién cerró la puerta, no sabía por qué, pero sentía que algún par de ojos estaban puestos sobre mí, eso me daba escalofríos y un leve hormigueo en mi nuca.Me dirigí hacia el lugar de los asistentes y me senté al lado de Vicky.La que estaba de pie y al lado del vicepresidente de la compañía era Rose, por supuesto, era su asistente personal, además, llevaba varias carpetas en sus brazos.Le eché un vistazo al lugar y todo parecía tranquilo, hasta que me topé con el rostro del vicepresidente mirando nuestra dirección. Bajé la cabeza con disimulo como si fuera anotar algo en mi Ipad, no tenía la menor idea del por qué me miraba así, tan atento a lo que hiciera, ya que no apartaba la vista de mí, sin embargo, no podía podía ser tonta, er
Nunca antes había estado en una situación más incómoda que esa donde casi todos los presidentes estuvieron atentos a las acciones del presidente. Después de haberme dicho aquellas palabras, las cuales me dejaron pálida dudosa intrigada, todos se percataron de tan atrevido acercamiento conmigo.El vicepresidente era uno de los que no dejaba de lanzarme miradas dubitativas, aunque yo no lo comprendía, tal vez era por el descaro de su cuñado en presencia de sus socios.Todos salimos de la sala de juntas, Vicky va a mi lado con la mirada al frente, pero parecía tener su mente en otro lugar. El señor Norton era quién iba delante de nosotras, deteniéndose una que otra vez para atender alguna duda de sus empleados.—Vicky, ¿te ocurre algo? —toqué su hombro, haciendo que reaccionara.Ella agitó un poco su cabeza negando, después tocó su sien y sonrió viéndome.—Solo tengo un poco de dolor de cabeza, no es nada —explicó, aún masajeando su sien.—Creo que tengo algunas aspirinas en mi bolso, p
Nosotros obedecimos, Vicky fue la primera en salir y yo cerré la puerta, ella miró la hora en su reloj al sentarse, soltando un suspiro. —Ya será hora de almorzar, si quieres puedes adelantarte —propuso sin mirarme. —De acuerdo —la observe por un segundo, intentando comprender su actitud—. ¿Estás mejor de la cabeza? —inquirí, tomando mi bolso para buscar el frasco de píldoras. —Así es —revisaba algunos papeles como distracción. —Ten… —le extendí el frasco, con una sonrisa ladina en mis labios. —Gracias… —lo tomó, demostrando lo dudosa que estaba, me mostró una sonrisa de agradecimiento y siguió en lo suyo—. Puedes irte, Sara, que tengas buen provecho. —Estaré aquí antes de que termine la hora para comer, ¿de acuerdo? —me acerqué a ella, depositando un beso en su mejilla como despedida. Ella rió volviendo a ser la misma y asintió. —Adiós. Busqué mi teléfono en mi bolso para avisarle a Estela que estaré esperando en la cafetería que estaba a dos locales de aquí, sabía que era de