—¡Infeliz, bastardo! —le grita Hunter intentando ir hacia él, pero no lo logra porque lo sujeto del brazo.—Basta ya —le exijo—. Por favor, Hunter. Hablemos como personas civilizadas. Quiero que me expliquen…—No hay nada que explicar —dice Ethan—. Este hombre, junto con mi madre adoptiva, se encarg
Aria Estoy espantada por haber confesado la verdad a Alec, pero más espantada estoy por la salud de mi hijo, así que no pierdo el tiempo y salgo con Ethan del edificio sin fijarme en quién me sigue, sin poder centrarme en otra cosa que no sea llegar junto a mi niño. Él es lo único que me importa e
—Doctor, soy su mamá —le informo—. ¿Cómo está mi hijo?—Vamos a necesitar operarlo, señora —me dice—. Se confirmó la apendicitis. Y usted tiene que firmar el…—Sí, sí, lo que sea, pero tiene que curarlo —lo interrumpo—. Quiero verlo, por favor, por favor.—De acuerdo. Él está preguntando por usted.
Alec Por el momento no insisto demasiado en que Jack deje de pensar que soy un monstruo, ya que los doctores entran de manera apresurada y hacen que Aria firme diversos formularios para que puedan operar a nuestro hijo, el cual me mira todo el tiempo con el ceño fruncido. Los niños no son algo que
Mientras estoy conectado, pienso en lo irónico que es todo esto. Yo jamás habría donado mi sangre para nadie de mi familia, pero ahora lo estoy haciendo sin dudarlo para un hijo del que no sé más que su nombre y edad.Un hijo al que no necesito conocer para amarlo como lo estoy haciendo.Cuando me d
Aria La cara que pone Alec con la noticia de los trillizos es digna de ser fotografiada, aunque al mismo tiempo me arrepiento de haberle dado la noticia de esa manera. En definitiva, mi hijo heredó la bocota de su tío Jackson y no solo el cabello. —¿Te sientes bien, señor monstruo? —le pregunta J
Alec La palabra sufrimiento se queda corta para todo lo que estoy sintiendo en estos momentos. No me puedo imaginar a Aria, que ahora mismo está cuidando de nuestro pequeño hijo que duerme, estando tan grave y a punto de morir. Y no me importa no haber estado ahí, tampoco que ahora Aria esté sana y
He dejado la puerta entreabierta, por lo que antes de salir puedo escuchar que mi hijo se despierta.—¿Mami?—Aquí estoy, mi vida —le responde ella—. Mami está contigo, mi cielo.—¿Y papá? ¿Se fue? —pregunta con la voz rota, lo que me llena de nuevo los ojos de lágrimas.«Nunca me iré», pienso antes