—¿No te irías? —pregunto en voz baja.—No lo sé, solo sé que esto está mal.—No voy a preguntar por qué, que ya lo sé de sobra, pero... —Alec, no volvamos a esto. —Lo siento, pero tú lo iniciaste —le digo con mucha seriedad—. ¿Pretendes ahora que pare?Ella se queda callada, tocándome el rostro ta
Aria No paro de sentir que el corazón se me saldrá del pecho durante todo el camino, y por desgracia no es por ese acercamiento que tuve con Alec, sino a causa de mi pequeño Jack. Mis hijos siempre han sido bastante saludables, sobre todo él, así que me es inevitable sentir una angustia que me quem
Alec Cada poco tiempo reviso la hora en cualquier sitio. Saber que ella no está aquí me tiene demasiado ansioso, sobre todo después de lo que ha pasado entre los dos y tras su encuentro con ese asqueroso doctor. ¿Por qué se miraban y se sonreían de esa manera? Resultó más que evidente que él la ad
Aria El doctor Harris llega a mi casa poco después de que llegamos a casa. Los niños se ponen contentos de ver a su doctor en casa, aunque Alec lo trata de disimular más que los otros y me pregunta por qué está aquí. —Más tarde les voy a contar lo que él está haciendo en la ciudad —le respondo—. A
Trago saliva. Y de nuevo, no me siento lista para la etapa en que se comienzan a cuestionar por qué no hay un padre en sus vidas y solo tíos y abuelos.—Eso no es posible, cariño, pero sabes que el doctor Harris te adora —contesto.—Yo no quiero papá —dice Jack—. Tenemos al tío Ethan.—No quiero un
—Ethan salió, yo vine a robarte esto. —Alza un trozo de pastel, ese que compramos por el cumpleaños de Natasha—. Está muy bueno. Y si me preguntas si pedí permiso, pues no. —Tú no cambias —me río mientras lo beso en la mejilla.—Oye, me manchas —gruñe, aunque no se limpia el beso.—¿Y qué? —le sonr
Alec —¡Maldita sea, nos vamos a matar! —grita Aria cuando aumento la velocidad a la que vamos. —No te preocupes, no está en mis planes matarte —le respondo—. No todavía.—¿Qué? ¿Me vas a matar dentro del departamento? —pregunta con voz muy chillona.Si no la amara como lo hago, le pondría una m***
Al llegar al piso indicado no bajo a Aria, sino, por el contrario, me aferro más. —Estamos llegando muy lejos —dice angustiada; sin embargo, sus acciones la contradicen, ya que está succionando mi cuello—. Alec, debemos parar.—No, no lo haremos. Llevo cuatro malditos años deseando partirte en dos.