LOS TRILIZOS DEL PILOTO
LOS TRILIZOS DEL PILOTO
Por: Daria
Cap. 1 Trillizos

Madeleine (Maddy) Lawson, corría usando todas sus fuerzas y con la angustia inundando su cuerpo, había recibido la llamada de una vecina a quien le pidió cuidar de su amiga Diane, ya que no se había sentido muy bien y estaba en el último trimestre de su embarazo; lamentaba haber perdido el autobús y no tenía dinero suficiente para un taxi, así que tomó la opción más viable.

La acogió en su diminuto apartamento para estar más cerca del hospital; subió los escalones sin detenerse a tomar aliento, llegó jadeando al tercer piso y abrió la puerta bruscamente, encontró a su amiga tendida en el sofá con la vecina colocándole compresas frías en la frente.

            –Está ardiendo de fiebre –señaló la amable señora.

            –Llamaré a una ambulancia –anunció Maddy.

Los paramédicos le tomaron la temperatura y la presión arterial, antes de colocarla en la camilla para trasladarla al hospital, seguidamente notificaron que llevaban una paciente con 40 grados de temperatura corporal, presión arterial de 180 sistólica y 130 diastólica, Maddy entendió que su amiga tenía fiebre y la presión arterial muy alta.

            –Nombre de la paciente y edad, por favor –interrogó uno de los paramédicos.

            –Se llama Diane Stuart y tiene veintidós años de edad –respondió segura.

            –¿Cuánto tiempo tiene de embarazo? –preguntó el mismo asistente que parecía llenar una forma médica.

            –Seis…, casi siete meses, falta una semana –contestó la chica mirando preocupada a su amiga.

Ingresaron a Diane velozmente por emergencia, mientras Maddy se encargó de dar todo el resto de los datos que solicitaron antes de sentarse a esperar mordiéndose las uñas por los nervios.

            –Familiares de Diane Stuart –llamó una enfermera tres horas después.

            –Soy yo –expresó, recordando que su amiga le dijo que no tenía a nadie salvo a ella y los gemelos que esperaba.

            –Acompáñeme por favor –le pidió y la condujo por un largo pasillo hasta una especie de consultorio donde la recibió un médico.

            –¿Usted es familiar de la paciente Stuart?

            –Sí señor.

            –A la señora Stuart le hicimos una serie de análisis que arrojan diabetes y anemia, además, presentó hipertensión severa y fiebre alta, debido a lo avanzado de su embarazo debemos internarla para mantenerla bajo tratamiento médico continuo y así asegurarnos que lleve a buen término la gestación.

            –Sí doctor, le agradezco que haga todo lo que esté en sus manos para cuidarla, ¿puedo verla?

            –Deme un momento, puede esperar aquí y una enfermera vendrá por usted.

            –De acuerdo, muchas gracias.

Al fin se tomó un tiempo para respirar profundamente, realmente consideraba que lo mejor era que su amiga estuviera hospitalizada, así tendría cuidado médico profesional porque ella y la vecina solo le ofrecían compresas e infusiones.

La enfermera llegó por ella y la llevó hasta la habitación de su amiga Diane, la que había conocido cuando comenzó a trabajar en la cafetería que buscaba una suplente temporal para una de sus mejores empleadas que, descuidadamente había quedado embarazada de un cliente en su antiguo trabajo, según le informó, indiscretamente, la encargada y dueña del lugar cuando le dio el empleo.

Diane y Maddy enseguida congeniaron y muy pronto eran tan amigas que parecía que llevaban años conociéndose, entró en la habitación sin hacer mucho ruido porque Diane parecía dormir, pero pronto la presintió, ya que abrió los ojos y le sonrió.

            –Hola amiga, gracias por traerme, el doctor dice que actuaste muy a tiempo.

            –Diane, tendrás que quedarte aquí, porque no solamente tienes anemia, que te lo he dicho varias veces, tus análisis dicen que también sufres de diabetes, es mejor el cuidado médico constante, yo con el trabajo no podría atenderte como es debido.

            –Lo sé amiga, también pienso que lo mejor es permanecer aquí, pero todo esto me ha hecho pensar en algo que debo hacer sin demora.

            –¿A qué te refieres? ¿Te puedo ayudar?

            –La casa en la que vivo es de mi propiedad, está totalmente pagada, también tengo algo de dinero ahorrado para los niños y Juanito todavía sirve.

            –No entiendo por qué me dices todo eso.

            –Maddy, mi querida Maddy, si algo me pasa…, quiero que te hagas cargo de mis gemelos.

            –Oye, deja de hablar así, todo estará bien, te harán tratamiento y sanarás para cuidar de tus gemelos en esa bonita casa que tienes.

Las semanas siguientes fueron de altibajos en la evolución de Diane, Maddy comenzó a hacer turnos dobles para tener dinero suficiente y poder pagar el transporte diario y la comida que compartía con su amiga, había descuidado un poco sus estudios para ser sobrecargo de vuelo, pero confiaba en que cuando Diane se recuperara ella podría nivelarse.

Un fin de semana fue el aniversario de la cafetería y la dueña hizo una celebración que se salió de control por la cantidad de gente que atiborró todos los espacios del local, Maddy trabajó casi quince horas, con breves momentos de descanso, así que al terminar se fue directo a su apartamento, apenas se quitó los zapatos antes de lanzarse a la cama.

Al despertar y por ser domingo, estaba libre de la cafetería, así que se levantó con calma, luego de ducharse, desayunó y le preparó unos huevos revueltos a su amiga Diane que acomodó en un envase plástico. Salió con tiempo para tomar el autobús y durante el trayecto contempló la ciudad.

Llegó al hospital y se dirigió al piso donde estaba internada su amiga, en el puesto de enfermería la observaron con una expresión que no logró definir, pero que le hizo arrugar el ceño, no obstante, continuó su camino, Diane no estaba en su cama, al devolverse para preguntar se topó con una enfermera que le dijo:

            –El doctor McCafrey quiere hablar con usted.

De pronto sintió un desasosiego en el pecho que le hizo caminar más lento, al fin llegó al consultorio del doctor que atendía a su amiga, le extendió la mano para saludarla y le pidió que tomara asiento, sus maneras, excesivamente amables, al tratarla le advertían que algo no estaba bien.

            –Usted es familiar de la señora Diane Stuart, ¿verdad?

            –Así es, dígame, ¿qué pasa?, ¿cómo está Diane?

            –Ayer tuvimos que hacerle a la señora Stuart una cesárea de emergencia, presentó unos niveles muy altos en su presión arterial y sufrió un paro cardiorrespiratorio durante la intervención, a pesar de todos nuestros esfuerzos…, no sobrevivió.

            –Los niños, ¿están bien? –repetía en su mente las palabras del médico donde indicaba que su amiga no sobrevivió, sin embargo, algo dentro de ella la llevó a pensar en los niños y preguntar por ellos.

            –Sí, aunque fue un nacimiento prematuro no han mostrado ninguna complicación de salud, salvo las concernientes a su temprano nacimiento.

            –¿Puedo verlos?

            –Sí, venga conmigo, por favor.

El médico la hizo transitar un largo pasillo hasta llegar al área de neonatología, se colocó los implementos esterilizados y pudo entrar al área de incubadoras, el doctor le señaló unas cunitas y sonriendo enternecida preguntó:

            –¿Son estos dos?

            –Son esos tres, no eran gemelos, fueron trillizos.

            –¿Qué?

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