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LOS HEREDEROS DE LEDEBEV
LOS HEREDEROS DE LEDEBEV
Por: Livi Ruiz
La chica de la bufanda roja

Cuando tenía dieciocho años conocí a la mujer más hermosa que jamás imagine

Un golpe, otro golpe un jadeo, otro más, no paran de llegar agresivos puñetazos hacia mi cuerpo y rostro, no dejen de llegar uno y otro ataque, el cual tengo que bloquear al cien por cien, pues debilidad es algo que no me tengo permitido, dolor, es algo que no puede llegar a invadir a mi cuerpo, debo ser como el granito puro, debo ser impenetrable, debo ser fuerte como la misma madre patria, enorme majestuoso, pero sobre todo imposible de derrocar, debo ser como todo lo que espera mi clan, mi padre, pero más que nadie lo que espero yo mismo de mis habilidades

--¿qué esperas? si sigues de esa manera no lo lograras… estuvieron a punto de golpearte… ¡levántate ull…!--estaba agotado, no podía continuar con ello, pero al parecer para mi padre no era aún suficiente, mi esfuerzo aun falta de más empeño, algo que no era más que falso, pues cada musculo de mi cuerpo estaba completamente hecho trizas, pero hasta que no lo logrará, no sería considerado digno de su respeto, no dejaría de ser más que un niño mimado que no merecía ser el nuevo líder de nuestra familia, no sería digno se ser llamado su hijo debido a que aquel derecho no era otorgado por aquel exigente hombre en el momento en el que mi madre me dio a luz, aquel derecho de ser considerado su hijo y futuro líder de la familia, debía obtenerlo con sangre y sudor

Mi clan, el clan de belly volk, conocidos más que todos como la gran familia ledebev, nos consideramos despiadados y llenos de maldad, pero ante todo poder, lealtad y familia, esa era nuestra más fiel regla, nuestro legado hacia nuestro futuros hijos. Ya que la familia era primero, no había duda que entre nosotros nos considerábamos amables, leales y protectores.  Aunque no había duda que éramos crueles y despiadados con los enemigos.

Una regla que es enseñada desde el momento en el que tiene capacidad de razonamiento, incluso un poco antes,  debido a que no hay nada más importante para un integrante de belly volk que su integridad familiar, y al ser así el jefe debía ser el que determinara las reglas, alguien impenetrable y lleno de mucha malicia, inteligencia pero sobre todo fuerza tanto mental como física, todo era simple en mi vida, solo debía recibir una paliza diaria, debía ser resistente y debía aceptar cada una de mis enseñanzas con mucha sabiduría y fuerza. Todo era una rutina bastante fácil de seguir a las expectativas que llevaba con mi día a día, pero todo fue de aquella manera hasta aquel día, aquel día en el que la conocí; y mi vida dio un giro por completo, asegurándose de jamás volver a ser igual.

Me encontraba en la ciudad de Yakitia Rusia, una de las ciudades más heladas del mundo, esta solía ser mi lugar de entrenamiento y de tortura, al menos asi era como solía llamarle, aquella era mi gran jaula de hielo desde que tenía nueve años, era mi hogar, pues al ser el futuro heredero del patriarcado familiar, me era exigido ser el mejor entre armamento, lucha y resistencia física en un lugar como este, además de que era enseñado como si un una persona universitaria se tratara, estudiaba administración, ciencias políticas y todo respectivo a normas y reglas familiares, aquí era todo un desafío, no solo estudiar hasta el cansancio, lo más extenuante eran aquellas pruebas físicas las cuales costaba hasta respirar, debido a que vivimos en menos 60 grados Celsius, lo que es terrible, ¿pero que puedo decir? ya estaba bastante acostumbrado al lugar, se puede decir que ya me había adiestrado a mi entorno

--Si logras librarte del entrenamiento sin un solo golpe en tu rostro el día de hoy, te daré un descanso… ya sabes que no puedo arriesgarme a enojar tu padre, pero esto será entre tú y yo…-- y ahí está mi tío Edmon ledebev, el cual me ha ayudado a cuidar de mí mismo por todo este tiempo, por lo que es de agradecer, pues cuando mi padre viaja a Moscú que es todo el tiempo, mi consentidor tío, es quien se encarga de mis entrenamientos y aunque todo no es bombones y miel, él me muestra más amabilidad de la que mi padre me ha mostrado jamás—no hagas esa cara ull, ya es hora de que lo hagas, es regla que cada hijo supere a su padre, y tu padre lo hizo a la edad de veinte años, es hora de tú a tus dieciocho años lo logres—hago un mueca pues esto es una completa locura

Nuestra tradición más fuerte es muy sencilla, entrenas por toda tu vida, para que demuestres que eres un ser capaz de soportar el dolor, para ello nos entrenan desde la niñez en la que recibimos palizas hasta el cansancio,

hasta que eres capaz de defenderte y lograr dejar a todos igual de destruidos a como habían sido tus palizas iniciales, aquello demuestra tu fuerza y maestría, pero el único problema de aquello era que debía salir intacto, ni un solo golpe, ni un solo rasguño, algo era realmente difícil por no decir imposible, debido a que el frio no era el mejor concejero, cuando solo te dejaban unos pequeños guantes hechos con tela en las manos y sin ningún tipo de ropa mientras demuestras que el clima no es un inconveniente para ti,  todo era un desafío inalcanzable, no solo por el hecho de tener que soportar el dolor de cada uno de los golpes, también debías soportar que tus manos estaban completamente congeladas, ya que si al sacar un pez del lago se congela en menos de tres minutos, es fácil imaginarse como llegaban a estar tus manos al estar solo protegidas con una fina venda, era una porquería completa, todo con el fin de que con ello afianzabas tu carácter, tu fuerza y resistencia, aquellas debían ser las cualidades de un buen líder y yo no debía fallar, no lo tenía en lo más mínimo permitido

Doy un gran suspiro al tener la vendas completamente llenas de sangre y cada uno de mis contrincantes en la nieve completamente inconscientes, mientras mi respiración es agitada y mis pulmones piden a grito un descanso, estoy agotado, pero aún no se si es suficiente, tengo uno que otro golpe en mis costillas y la piel de mis manos de dejan de sangrar, al parecer aquella sangre no es solo de mis víctimas, pues me he fisurado la piel en cada uno de los golpes que había obsequiado a aquello imbéciles,

al parecer Edmon se ha ido algún lugar de la mansión, observo a mi alrededor y decido que he terminado por el día de hoy, mis contrincantes han sido vencidos, aunque estoy algo golpeado, mi rostro sigue sin un rasguño, aquella era mi meta por el día de hoy, mañana me propondré otra parte del cuerpo, ahora solo deseo un baño de agua muy caliente y mi premio de un descanso merecedor por cumplir la meta impuesta por edmon

Me dirijo hacia el cuarto de baño y decido que es hora sumergirme en aquellas termales agua de las regaderas, tal vez dar aquel paseo por los límites de la mansión, debía salir a respirar un poco de aire fuera de este enorme y tétrico lugar. Si era sincero cada hora, día, semana, mes y año que se extenuaba mi estadía en este sitio, me sentía como un prisionero sin derecho a un mínimo trato como al de un ser humano: y esas era otro de los regalos otorgados al ser quien era.

Camino hacia las salidas del río siniy, el cual es una bella extensión entre toda la ciudad, me encanta caminar por los senderos de nuestras tierras y observar aquella extensión de agua tan relajante y tranquila, es un verdadero placer, saber que nadie se entrometerá a mi paso para arruinar todo aquel regocijo de satisfacción que siento en estos momentos, pero entonces allí esta ella

Una chica de cabellos negros como la noche corre tras lo que parece una bufanda, mientras lo poco que logre entender da miles de maldiciones en inglés, al parecer no es de este lugar, juro que en ese momento no lograba  apartar la mirada de aquella despistada chica, solo la observo en completo silencio, e intento seguir cada uno de sus desastroso intentos por lograr atrapar aquel pedazo de tela roja, note como aquel trozo de lana color rojo intenso se detiene frente a mí, y luego de tomarla en sus manos levanta su vista y allí logro verla en totalidad, observo los ojos más hermosos que jamás en vida habían llegado a atravesarse en mi camino, junto con la sonrisa más perfecta y adorable que jamás llegue a pensar que nadie pudiese llegar a tener, lo cual es delirante para alguien como yo

--Oh… gracias al cielo me ayudaste… debí ponerle una correa antes de ir a llevarla a pasear…--aquella dice todo mientras respira con dificultad, pero aun así no logra retirar aquella brillante sonrisa—¿hablas ruso? ¿Noruego o inglés? por favor no me digas que otro idioma por que no se hablar más idiomas, a menos que hables español…--la observo aun sin lograr decir una sola palabra, pues ella habla tan rápido y tan animada mente, que el solo pensar que la puedo asustar me llena de un sentimiento que jamás llegue a creer que tendría en mi vida: y aquello es temor.

--Estas en propiedad privada…--y allí estoy yo arruinando todo, por no saber cómo se le habla a una persona, en lo que esta asiente un poco extrañada y observa a su alrededor, al parecer percatándose que en realidad si se encuentra fuera del lugar que la parecer paseaba, a lo que hace un gesto con los hombros y suelta una gloriosa carcajada, al parecer le causa gracia su gran despiste

--Lo lamento, vengó persiguiendo mi bufanda desde hace un tiempo…--ella sonríe y no muestra ningún sentimiento de rechazo o incluso de arrepentimiento por estar en este lugar cerca de mí, algo que me sorprende. pues desde que soy muy pequeño las personas solo demuestran miedo y respeto hacia mi persona, me tratan como el futuro líder de la familia, jamás como a un humano, y en sus oscuros y brillantes ojos solo parezco tener la apariencia de un chico, solo un chico común y corriente, aquello me agrada—pero que modales los míos… soy Gabriela White, soy estudiante de intercambio, por cierto nunca hagas un intercambio de estudios… si jamás sabes a dónde vas, no imagine que este lugar era de esta manera… me prometieron Rusia y creía que iba a vivir en Moscú... --la bella pelinegra de ojos muy negros se abraza a sí misma y logro comprender a lo que se refiere, debido a que yakitia es la ciudad más helada del mundo, a lo que comprendo completamente su gran fastidio, ya que solo haya tres razones para vivir en este lugar, el primero es que seas perteneciente a mi familia y vengas a entrenar para ser un verdadero guerrero del clan, el segundo es que seas una persona que desea huir de su pasado y no hay  mejor lugar para ello que este, y por ultimo ser engañado por los estudiantes para lograr un intercambio con jóvenes de otros países, que seguramente son muy tontos para no investigar bien sobre lugar antes de aceptar el vuelo

--Estas…

--Si… si, estas en propiedad privada o como sea, sé que ya lo hayas dicho, ya me voy… ustedes sí que son helados…--la chica se dio media vuelta y camino hacia donde ella creía que había venido, pero antes de que diera dos pasos más, yo la tenía sujeta de la muñeca

--estas… caminando en dirección contraria…--sus mejillas se tornaron aún más rojas de lo que ya estaban, lo cual me causo muchísima gracia, la verdad no esperaba aquello, pero entonces me señalo con su pequeño dedo el cual estaba cubierto de unos guantes térmicos color rosa, hacia donde se supone que debería caminar a lo que yo asentí, y le di una medio sonrisa, completamente fascinado con cada una de sus expresiones llenas de vergüenzas. Ella era dulzura pura, algo que no era permitido para mí, pero estaba dispuesto a descubrir que era aquello que tanto me llamaba la atención. y desde allí empezó aquel amor hacia la bella chica de bufanda roja, la cual hacia que tu mundo se iluminara con su sonrisa, la que hacía y decía cosas muy extrañas, pero nunca  niego que cada experiencia con ella era inigualable, yo alguien que se consideraba extremadamente frio y destruido por las ambiciones familiares, podía ser yo mismo y sentirme a gusto con cada aspecto de mi vida cuando ella estaba a mi alrededor, todo era perfecto con aquella bella chica de cabellos negros y ojos oscuros como la misma noche, ella era  perfección y me hacía creer que yo tenía salvación, que tonto fui. Pues el día menos pensado, ella solo despareció y con ello se llevó aquella pequeña parte de mí que vivía que había creído que estaba completamente viva

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