Leo.
Era relajante estar en aquella parte del mundo, en aquella cabaña, junto a Lucas. Le había echado tanto de menos, y relajarme después de una dura semana en la academia y en mi día a día… lo necesitaba.
Me toqué los brazos, había refrescado, el sol estaba a punto de desaparecer, a lo lejos, en el horizonte, y el sonido de los pájaros era cada vez más lejano. Parecía que pronto se marcharían a dormir, pero yo aún no quería hacerlo, no quería volver a soñar con él, con sus besos, sus abrazos…
Le añoraba, demasiado, a pesar de lo mucho que me lo negase a mí misma. Me había pasado toda la semana sin tener noticias suyas, y eso sólo me hacía preguntarme a cada minuto si estaría en los brazos de esa mujer.
¿Realmente me compensaba? ¿Tenerle a medias? ¿Esperar por algo que ni siquiera sabía si era seguro?
Quizás debería dejarle ir de una vez por todas, centrarme en otras etapas de mi vida, atreverme a conf
Os traigo un extra, espero que les guste :D
Charlie: Me fumaba un cigarro en la sala de fumadores del hotel, con una camisa roja de flores y unos pantalones de pinzas, como un verdadero chulo de playa de la época de mis padres, totalmente metido en el papel, más que dispuesto a llevar a cabo mi misión. Levanté la vista, luciendo despreocupado, justo cuando el puto ruso de m****a entró por la puerta, seguido de sus tres secretarios. Se notaba a leguas de que eran tipos peligrosos, con tan sólo una mirada. Siguieron su camino, tras hacerle una señal a la recepcionista, que corrió a recibirles. Para nadie era un secreto que aquel tipo era respetado por allá por dónde pisaba, como si sus pisadas fuesen dejando un rastro de billetes. Sonreí ante mi estúpida imaginación, mientras escuchaba al equipo de operaciones, más que listo para entrar en acción. Me levanté, y eché a andar hacia el casino, apagando el cigarro en una maceta cercana, sin poner demas
Samuel. Un tono. Mi impaciencia. Dos tonos. Pasos ligeros por la habitación. Tres tonos. Me paso las manos por la cabeza, nervioso. Cuatro tonos. Y resoplo molesto. Cinco tonos. Y salta el puto contestador. “Hola. Soy Poli. Seguramente estoy ocupado en un asunto importante. Si lo tuyo también lo es… deja tu mensaje después del tono” - Poli, llamamé, joder, es importante – colgué el teléfono, dejándolo sobre la mesa, y caminé a paso ligero hacia la cama, observándola, allí dormida, sin poder creer aún tenerla de nuevo de esa forma. Aún no podía creerlo, cuando la llamé anoche y la encontré totalmente destruida, porque un imbécil se había atrevido a golpearla, a abusar de ella. Lo habría matado. A ese hijo de p**a. Pero llegué demasiado tarde. Me acerqué, despacio, levantando la mano, dubitativo, rozando su mejilla, sin atreverme a hacer más, pues ella ni siquiera er
- Leo – se quejaba Samuel, justo cuando me ponía en pie, totalmente decidida, colocándome los altos tacones y el vestido. No iba a dejar que un idiota como el de esa noche me jodiese la vida. Ya no más. No después de todo lo que soporté con mi hermano – tienes que volver a la cama, descansa un poco más, aquí estarás a salvo. - Samuel – le llamé, metiéndome las manos en los estrechos bolsillos del vestido – no soy una muñeca de porcelana, no voy a romperme por esto. Voy a salir ahí fuera y a … - mis palabras se perdieron en el jaleo del momento. Giré la cabeza para ver que ocurría, había demasiado ruido fuera, voces varias y hasta forcejeos. - Tío, vas a hacer que te maten – escuché decir a Poli, justo cuando la persona con la que discutía entró en la habitación, dejándome plenamente sorprendida. No esperaba encontrar a Charlie allí. - ¿Charlie? – pregunté, con un hilo de voz, viniéndom
Charlie. Entré por la puerta de aquel hotel lujoso, dejé las llaves sobre la mesa y saqué del bolsillo el móvil, despreocupado, pensando en mi preciosa princesa, y entonces… estalló la bomba. - ¿Se puede saber dónde estabas? – preguntó, echa una furia, justo delante de mí. - Salí a dar una vuelta – me quejé, evitando su mirada – ya sabes cuánto odio sentirme encerrado en una caja de cerillas. Se acercó a mí, estudiándome con la mirada, como si no creyese una palabra de lo que decía. Era como un maldito sabueso, oliendo aquí y allá, intentando encontrar algo que usar en mi contra y pareció encontrarlo, porque me empujó, de buenas a primeras. - Hueles a perfume de mujer – espetó. Rompí a reír, descargando un poco de la ansiedad que sentía en aquel momento - ¿te hace gracia? ¿Has vuelto a ver a Leo? - ¿En serio me cree
Las clases eran un incordio, me aburría horrores, ni siquiera chatear con Samuel, que seguía preguntándome a todas horas por mi estado de ánimo me animaba, ni las charlas con mis nuevas amigas, o con Lucas. Necesitaba a Charlie. Habían pasado algunas semanas desde nuestro encuentro, desde esa violación que quería borrar de mi mente, aún me sentía asqueada cuando pensaba en ello, aún refregaba mi piel con fuerza al ducharme, o veía a ese degenerado disfrutar de mi cuerpo al cerrar los ojos… No había vuelto a saber nada de mi camello favorito. Estaba ocupado, por supuesto, metido en líos con los rusos, y sabía que tenía que dejarle espacio, pero … le echaba de menos, eso es todo. - Leo – me llamó Becks, con ese pelazo que llevaba, siempre despampanante, mientras yo miraba hacia el teléfono, y ponía los ojos en blanco. Me apetecía cero hablar con ella - ¿viene
Charlie. Las cosas iban sobre ruedas, en un par de días conseguiría mi más que merecida libertad, y podría dejar de acostarme con esa bruja. Lo que el de asuntos internos tuviese que hacer con ella no era asunto mío, tan sólo quería volver a abrazar a mi princesa, respirar su agradable aroma y dejar de preocuparme por el peligro que corrían las personas que se acercaban a mí. La puerta del apartamento sonó, haciéndome salir de mis pensamientos. Abrí los ojos, aún sentado en aquel sofá y la observé. Llevaba puesto un vestido rojo que resaltaban más aún los atributos que no tenía, marcándole bien los huesos. Me gustan las mujeres delgadas, pero no anoréxicas, las prefiero con curvas, como las de Leo. Una mujer dónde no se pueda agarrar… me parece de lo más antinatural. Sonrió hacia mí, con las bolsas en la mano. Miré h
Leo. Esconderse es la cosa más aburrida del mundo. Nunca se me han dado bien ese tipo de juegos. Cuando era pequeña, terminaba marchándome del juego y dejando a Lucas y a los demás jugando solos al juego del escondite, buscándome por todas partes, mientras yo veía la tele en el salón. Cuando eres súper dotada, como lo era yo, los juegos de niños te aburren. Aquello parecía ser como un juego de niños. Escondida en casa de Poli. Sin poder salir, ni ir a clase (tampoco es que me estuviese perdiendo gran cosa), con la única compañía de Marlen la yonki, que además echaba las cartas, y se llevaba el día poniéndolas sobre la mesa, una y otra vez, mientras Samuel, Poli y los chicos se marchaban a averiguar lo que Mica le estaba haciendo a Charlie.
Samuel: Me estaba perdiendo en el cuerpo de aquella diosa del pecado, iba a pecar, iba a caer en el abismo y a beneficiármela. Pero, el sonido del teléfono me salvó. ¡Gracias a Dios! Porque habríamos tenido sexo de no ser por eso. Sólo era papá, que hizo que el calentón se me bajase de golpe. Hablamos de cosas varias, y eso me ayudó a tranquilizarme, mientras Leo se levantaba de la cama, se ponía la bata y miraba hacia mí. - Lárgate si no vas a hacerme nada – espetó, echándome de su habitación, mientras papá preguntaba al respecto. Me cerró la puerta en las narices, y yo lo agradecí. No era bueno que sucediese algo entre ella y yo. Las cosas estaban demasiado complicadas, así como estaban. - Charlie no va a participar – escuché a Poli, hablando con Smith, c