Apoyandonos

En mis treinta años no había estado con una mujer que pudiera amarrarme de esta forma, en este momento podría bajarle el mundo a Zafiro o matar a cualquiera que se atreviera a tocarla… No podía parar de gemir, sentí que mi cuerpo convulsionó, mi alma me estaba abandonando y estallé como nunca ¡joder…!

—no podía respirar, esta vez era yo el que había quedado fuera de combate.

—me dejé llevar luego de que mi esposo lo hiciera, pero él ni lo notó, había quedado totalmente desmayado y yo muy satisfecha con el resultado. Me bajé y comencé a lavar su cuerpo, mientras él trataba de recuperarse, sus manos estaban tapando sus ojos y su respiración seguía agitada, quería jugar un poco más con él, así que me acerqué a su oído y comencé a pasar mi lengua ja, ja, ja ¡apuesto toda mi fortuna a que no esperabas esto!

—mami, dame un momento para recuperarme, siento que me dará un paro cardíaco —¡el cazador, casado! Así se le dice cuando la presa devora al cazador, ¡nunca debe subestimarme, señor Vann
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