—¿Cuánto tiempo? —Hasta un año. El caso de Madeleine es —Maylene suelta un suspiro—, requiere mucho más tiempo.Amy también le devuelve las mismas sonrisas. Declan no está en casa. Está en las oficinas de Horizon con su padre y Jensen, quien ya se ha recuperado de las heridas, por las acusaciones
—Estamos a nada de perderlo todo. Declan escucha a su padre desde la distancia. Los asesores legales, el vicepresidente qué ahora es Malcolm y junto a Jensen han tenido unos días fatales. No sólo porque la investigación abierta en Horizon ya ha comenzado, sino porque para desgracia de la compañía K
Jensen empieza a explicar, y Damián alza la barbilla, cruzado de brazos. —Espero puedas manejar bien la situación. —No complaceré a nadie salvo a mi mismo —responde Declan—, y sí, hay que limpiar el puto desastre que tú hijo causó. —Porque sino me encargaré de destituirte. No sólo porque juzga
No le toma más de dos segundos darse cuenta de sus palabras, y no tanto eso. Sino lo qué significan. Maylene traga saliva, y no quiere aparentar qué le ha afectado lo que ésta mujer ha dicho. Se toma unos segundos para tomar una bocanada de aire. Sin embargo, la impresión no la deja continuar. —
—¡Vaya, qué poética! ¡Es poesía, hermanita! Lo qué me dices. ¡La única que intenta justificar algo eres tú! —Madeleine carcajea—, te voy a decir algo. Joshua si me vio, pero yo no lo maté. Él solo se murió. La culpa no lo dejaba en paz porque no hay justificación tampoco en que lo haya ocultado a Sa
—¡Lárgate! —grita Madeleine—, ¡No sabes nada! ¡Nada! ¡Lárgate antes de que te arranque la cara! ¡Vete! —No me iré. Grita todo lo qué quieras. —¡Eres una idiota! ¡Por eso Declan no te creyó a la primera! Porque sospechaba de Kieran y de ti. ¿Por qué crees que no me dijo nada esa noche? ¡Porque du
Maylene se queda varada en el pasillo por unos instantes. Es posible qué no sepa cuántos minutos se ha quedado pensativa en ese lugar. Se recuesta de la pared y apoya las manos en las rodillas. Le cuesta pensar. Cada vez que habla con Madeleine algo malo ocurre, algo malo siente y parte de sus pe
Maylene sólo le queda sonreír con debilidad. —¿No lo aceptarás nunca? —Jamás lo acepté —Sam se cruza de brazos—, tienes muy malos gustos, he de decirte. Maylene mira hacia el pasillo, donde acaba de dejar a Madeleine. —¿Sabes? Creía qué una vez estuviera pagando tras las rejas todo se acaba