El guardaespaldas sacó su móvil y marcó a su jefe. No tuvo respuesta inmediata, pero siguió insistiendo, llamando a súbditos que le rodearan, a B.J o a Jaya y notificando en la central de seguridad del edificio lo que estaba pasando. —Este es su nombre, ¿correcto? La enfermera no había notado hast
—¿Pudiste comunicarte con Peter o con George? —Con el jefe no he podido comunicarme, pero no dejaré de insistir. Esto no me parece una casualidad. —No entiendo qué está ocurriendo, yo no he firmado eso, ¿cómo es posible que...? —Quédese tranquila, esto es una trampa, se ve clara. Todo será resuel
Un día antes, Adam Coney cruzó a la derecha con el Jeep color gris que alquiló recién. Prado, jardines y luego un gran portón de madera muy gruesa a su derecha. "Es aquí" se dijo a sí mismo. El portón se abrió y el abogado pudo entrar con la camioneta, un camino de grava que a lo lejos mostraba una
—¿Tiene alguna duda, señor Coney? —¿Me permite realizar una llamada? —Por supuesto. Y si es internacional, cuenta con servicio de Wifi abierto. Claro, eso cambiará cuando la propiedad sea suya. Coney se levantó y salió de la casona obviando ese último comentario de la vendedora. La tarde caía y u
Ya adentro nuevamente de la casa, miró a su alrededor, ciertamente estaba solo en un lugar nuevo, alejado de todo, de los suyos, del trabajo y del sistema. Pensó que esa mujer que acababa de irse no tenía ni idea de lo no acompañado que quería estar. Salió de la propiedad, ya las camionetas no esta
—Señor Coney, fue un agente de la Policía Internacional quien arrojó el alerta en todas sus sedes dentro de los aeropuertos más importantes del país, la alerta vino desde Londres se hizo efectiva hace muy poco. Donde estamos ahora no es una sede de la Interpol, como ya lo sabe, somos de Inteligencia
Peter ya se encontraba en España. Viajó en un vuelo a aparte del que trasladó a Tarsis y a Saviano. J.T y el rubio se encontraron con B.J dentro de la misma sede donde también pernoctaban Freddy y su mujer. —¿La prensa sigue afuera? —indagó el rubio, dejándose caer en una de las sillas del despacho
—¡Joder! —El escolta golpeó el volante—. Lo siento, no sabía... —Dame coordenadas, enciende el localizador. —A5201 Old Street. Estamos en un atasco. «Jamás me volveré a quejar de los putos atascos londinenses», pensó Jaya. —No cuelgues y ve informando hacia dónde cruzarán, ya te tengo ubicado. —