—Mireya... —enarboló Pilar en un susurro de congoja y sorpresa. No esperó verla tan pronto, no esperó nada de lo que allí sucedía, o al menos que así ocurriera todo—. ¿Para dónde la llevan? —indagó, viendo cómo la ayudaban a subirse al vehículo pequeño que lideraba la hilera y que tanto George, el c
—Más habitaciones, más cuartos, más camas, más encierro —susurraba Mireya dentro del tocador de la misma recámara de donde fue sacada por los agentes de Peter. Pidió un momento para ir a orinar, pero lo que ella en verdad quería hacer era estar sola un instante para intentar calmarse mientras la ll
La hicieron esperar unos minutos que, en medio de esa soledad, donde ni siquiera podía entretenerse con su móvil o la televisión, los sintió como horas, dedicadas a pensar para seguir manteniendo la calma y de que esa decisión que había tomado fue la correcta. La puerta se abrió, ella frunció el ceñ
Mireya miró la hoja y sin casi leerla, firmó su declaración de inocencia y otra planilla que establecía solo colaborar para la agencia de Peter Embert y para nadie más. A ella le parecía todo muy extraño, atípico, pero ya no retrasaría la situación. George se levantó, ordenó sus documentos dentro d
—Ya veo que hablar con usted es todo un protocolo. Es mucho más fácil hablar con un capo, que con un agente hoy en día. Peter se echó a reír. —No te escapas de tener razón. Relájate, Mireya. Y puedes tutearme. Me he enterado que sabes que tu hermana está aquí. Ella quiso venir y la he complacido.
—Muy bien, es justo que quieras recuperar a tu hijo. A él lo vas a ver y estará contigo, puedo y me quiero atrever a asegurártelo, de hecho, eso te lo prometo. Además, mis hombres, en mi nombre y antes de yo llegar, te lo han asegurado, ¿no es así? Pero tienes que darnos tu entera colaboración en to
Peter asintió y se levantó, comenzando a caminar al rededor de la interrogada. Necesitó alejarse de ella un momento, colocando sus brazos en jarras, dándole la espalda y regresando a ella sin sentarse. —¿Dónde está Tarsis? Ella absorbió por su nariz. —En Italia —lo dijo con una expresión de liger
Después de escribir el mensaje, Peter se acomodó mejor delante de Mireya y contó hasta cinco para retomar la palabra. —¿Qué fue lo que le viste a ese imbécil? Ella se enderezó de súbito, notando el cambio brusco en el agente. —¿Perdón? —Siempre has sido su amante, le diste un hijo y jamás te dio