Mireya no supo cuántas horas pasaron, cuántos minutos o el tiempo exacto desde que esa terrible hoja escrita a mano le informara de la manera más sombría que su gemela estaba muerta, pero fue el frío y duro suelo creando molestia, el llanto teniendo que amainar y las esperanzas de que esa realidad r
Todos se encontraban en la mesa en pleno almuerzo al día siguiente de la conversación entre Peter y Pilar. De nuevo se reunían, aunque faltaban Lenis, Gilbert, su pequeño hermano Lain; Seda, la madre de Max, Linda, su nieta; hasta la secretaria de George, Maggie, con quien, en su tiempo de casada, P
—¿Qué pasará con Carol? —indagó ella, despegándose de él, aunque sin apartarse demasiado. Pudo ella ver la piel de la mandíbula de Peter moverse. —Su cuerpo será repatriado, pero no se hará rápido. La policía griega y departamentos antiextorsión se encargan. Pilar le miró con tristeza y se separó
Peter se lo dijo ya en el aeropuerto, que el destino no sería Atenas. Pero él no se lo dijo a Pilar de forma literal, ella se dio cuenta de otra manera. Ella había creído haber aceptado comunicarse con su hermana desde la capital, así aprovecharía para reestructurar un horario de trabajo que siempr
Cayendo la noche, aún el cielo de la enigmática ciudad de Estambul se tornaba claro. Pilar, Peter, George y Jaya descendieron del jet y se embarcaron inmediatamente en un par de camionetas negras, Peter haciéndolo junto a su agente de seguridad, llevando laptops consigo, mientras que el abogado se s
—¿Södoglu? —Señor. —Síganlo —comandó el jefe a un agente de nombre Fatith Södoğlu, colaborador de la policía local, quien se encontraba acompañado por un colega suyo, manejando uno de los carros oficiales, civilmente escondidos en otro automóvil, comenzando a seguir al objetivo. La piel de Pilar
—Mireya... —enarboló Pilar en un susurro de congoja y sorpresa. No esperó verla tan pronto, no esperó nada de lo que allí sucedía, o al menos que así ocurriera todo—. ¿Para dónde la llevan? —indagó, viendo cómo la ayudaban a subirse al vehículo pequeño que lideraba la hilera y que tanto George, el c
—Más habitaciones, más cuartos, más camas, más encierro —susurraba Mireya dentro del tocador de la misma recámara de donde fue sacada por los agentes de Peter. Pidió un momento para ir a orinar, pero lo que ella en verdad quería hacer era estar sola un instante para intentar calmarse mientras la ll