A la mañana siguiente, cumplieron con una rutina parecida, café y desayuno en Liotrivi. La diferencia la marcó Peter, estando ahora más pendiente de su móvil. Al medio día, entre besos y caricias, Pilar se despidió de Peter, quien salió en el mismo yate rumbo a Santorini, prometiéndose llamadas. D
Pilar chocó contra la mesa al sentir que Carol dio otro paso al frente. —Carol, sé que me odias, pero matarme no es la salida. Tienes tiempo de huir, vete sin causar daño, te prometo que no diré nada —seguía mediando, con sus manos al frente. La rubia se acercó de súbito, Pilar se asustó, Carol p
El dolor en la cabeza era insoportable. Pilar sentía algo húmedo en su frente y parecía estar metida dentro de una noria en acción. A lo lejos, a la vez cerca, lejos, cerca, escuchaba la voz de su hijo balbucear su parentesco: mama, mama, ella escuchaba todo el tiempo, sentía el toque de sus manitas
Pilar se concentró en Susana, dejándola en brasier al sacarle la franela de su cabeza. Se puso manos a la obra, la tela era fina. Las manos le temblaban, le pesaban, la enfermera se sentía terrible y todo lo que acaba de ocurrir (aunque desconocía la exactitud del tiempo que dudaron ambas inconscien
—Nena, háblame, joder… —Piero está bien. Yo estoy... —Suspiró. Blanco y negro, claro y oscuro era como ella que veía—. Peter, Carol tiene el cabello de otro color, lo lleva rubio, casi blanco, corto, muy corto y... —apretó sus párpados, otro flashback le tocaba— dijo que se había cambiado el nombre
Peter, sentado, no quitaba ojos de encima de Pilar, quien dormía. Se veía plácida, respiraba parsimoniosamente, pero su rostro demostraba por todo lo que había pasado. Tenía una de sus manos dentro las suyas, el brazos sobre la camilla acomodados a un lado de su cuerpo e intentando no dañar las vía
Peter apoyó los codos sobre la cama nuevamente y entrelazó los dedos, su boca sobre ellos, sin dejar de mirar a Pilar desahogarse, queriendo que no llorara más así. —No fui capaz de cuidarla bien —lloró ella las palabras y él se enderezó, frunció el ceño—, no fui capaz de cuidar a tu hija, Peter. T
—¿Dónde? ¿En nuestra ciudad? ¿Pero qué…? —Los hombres de Tarsis aquí lo reconocieron, lo hicieron justo al entrar a Atenas y lo aprensaron. Todo los planes de ese sujeto cambiaron, terminó trabajando para Karlos. Era eso, o la muerte. Convencido Tarsis que él había osado con entrar al país por orde