Pilar tenía llamadas perdidas en el teléfono móvil con el cual solía comunicarse con su hermana. Luego de cumplirse las 00:00 horas, anunciado ya su cumpleaños y sin poder dormir, queriendo irse de La Ciudad y no al mismo tiempo, decidió levantarse, ser sigilosa en ese apartamento con la intensión d
En Grecia debían ser alrededor de las siete de la mañana. Sola, en ese rincón del apartamento de Lenis y George, miró hacia atrás para asegurarse bien de que nadie pudiese ver u oír, y marcó. Mireya abrió los ojos, la vibración de su móvil la despertó. Irguió su cuerpo de inmediato en ese apartahot
Mireya se alertó, casi lo estropea todo. Para muestra: el vigilante que Karlos contrató, entrando a la habitación, cerrando la puerta tras de sí. Mireya sintió caer encima de sí toda la presión del universo. Habló al teléfono sin dejar de mirar al sujeto. —Pilar, necesitamos vernos. —Prefirió irse
Peter despertó y por primera vez no sintió tanto dolor. Eso le incentivó a querer levantarse. Antes, ubicó su celular, encontrándolo sobre la pequeña mesa a su izquierda. No prestó atención a los mensajes, ni a las llamadas. Después del desespero por sentirse ardido todo el tiempo, lo único que de
De inmediato, ella le mostró los vídeos de las cámaras. El corazón de Peter rebotó al ver a Pilar entre ellos, acompañada por ese chico. Una Pilar jovencita que le abrió sus venas, sobre todo al ser golpeada por ese hombre. Jaya investigó: se trataba de un griego que hacía vida en ese bar, siendo co
Carol observaba de lejos el edificio donde residía la familia J. Miller-Evans, porque era allí donde se habían llevado a su hija, ella misma vio cómo George la sacaba en su carro junto a la niñera, mientras en una ambulancia sacaban a un Peter malherido. Con su cabello pintado de amarillo, cortado
Peter llegó a su apartamento junto a Jaya, que bien pudo haberse quedado abajo o fuera del piso, en el pasillo cercano a los ascensores también, pero el rubio no era tan descabellado como para alejar de sí a una de sus mejores agentes mientras aún seguía un tanto débil. Su teléfono móvil vibraba,
—Sí lo he pensado, pero aún no me decido. —Rascó su frente, sintiendo pena. En ese momento escuchó el llanto de un bebé y supo que no era Piero. Dándose cuenta que él aún dormía, que tal vez faltaba una hora cuando mucho para que despertara, se devolvió al pasillo y miró hacia el punto exacto desde