La camioneta rodando y el ambiente dentro era silencioso, tenso. Peter se atrevió a estirar una mano hacia Pilar, pero ella emitió con su cuerpo un lenguaje de rechazo que le hizo arrepentirse y retroceder. —Déjame verte. Por favor. Renuente a hacerlo, ella obedeció, girando su rostro hacia él, qu
—¿Qué es eso, Peter, qué vas a hacer? —Lo siento, nena, pero no puedo arriesgarme. —Expandió la tela demostrando ser una busaca y cubrió la cabeza de Pilar con ella, encegueciéndola. *** Pilar sintió un baño de tensión y zozobra caer sobre sí. El vehículo se puso nuevamente en marcha y ella calcu
Ella debía responder bien, no sabía qué podría suceder en ese lugar, Peter acudió a ella decidido a descubrir el paradero de Karlos y él no tenía idea con lo que se iba a encontrar si ella decía sus verdades, datos que no revelaría tan fácilmente porque la incluían a ella, los incluían a los dos. É
—No hablaré sobre el pasado, Peter, solo de los atentados y ahórrate las preguntas ya, por favor, agilicemos esto. ¿Quieres una ubicación real de Karlos? No sé dónde se esconde ese sujeto, pero no debe ser muy difícil dar con su paradero si es que aún se encuentra en el país, por lo pienso que se fu
—¿Puedes repetirme lo que esa mujer te dijo? —Peter ya sabía de quién hablaba Pilar, por ese hecho no lograba captar las cosas con precisión, su mente era una nebulosa. Ella bufó, cansada, harta. Dio un paso y se mareó de pronto, el mundo a su alrededor se movió como un sismo. —¡Hey! ¿Pilar? —Pete
—A tu amante. Dilo. —lanzó ella entre su llanto, secando su cara una y otra vez. Él no dijo absolutamente nada. «Hay tanto que debo decirte...» pensó él. —Ella y yo no fuimos nunca nada. ¿Amantes? Jamás te engañé hasta ese día —reconoció, hablando sobre el acostón del cual no se acordaba, el mism
—Señorita Pilar, qué bueno ver... ¡Oh, santo cristo! —Pilar disminuyó la preocupación de la niñera con un gesto de su mano derecha—. Dios todo poderoso, ¡¿qué le ha pasado?! Mire su cara… ¡Y el brazo! —exclamó la anciana, mirando el bello rostro de su jefa golpeado y el brazo metido aún en un cabest
En vez de ir a un bar, se dirigió a un parque que a esa hora se encontraba abarrotado de gente, sin embargo, conocía un punto donde casi nadie solía estar: enteras lagunas, aceras solitarias y un claro entre matorrales. Era allí donde Pilar y él solían ir de picnic, rodeados de naturaleza y quietud