Pilar vio un arma en el suelo junto a unas botas femeninas de escuadrón. Las había visto antes, en los pies de una de las empleadas de su exesposo. Dejando que la puerta se cerrara sola, fue dando lentos pasos siguiendo el rastro de las prendas abandonadas por doquier como trapos viejos: un par de j
Peter abrió sus ojos, se encontraba solo y no fue testigo del despertar de C.H, tampoco del momento en el que ella rodeó la cama y vio los regalos que Pilar le dejó con la cámara fotográfica. Tampoco se percató de su risa al leer lo que su exesposa escribió y mucho menos sintió cuando se fue. De ig
*** —¡Jodido Peter! —gritó Pilar no muy lejos de allí, golpeando el volante con fuerza. Se detuvo en una acera por no poder seguir manejando. Su corazón parecía salirse por su boca, necesitaba calmarse. Cuando lo consiguió, decidió concentrarse en el lugar al que iría, no podía volver al hotel de
Pilar sintió un toque en la puerta que la puso más nerviosa de lo que ya estaba. No se encontraba sola y el hecho de que alguna mucama o cualquiera del personal apareciera de la nada, ponía en peligro tanto la vida de esa persona como la de ella misma. Pilar no podía ver bien el rostro de quien le
Peter gruñó, separándose del cuerpo inerte de quien le recibió con agresiones en esa habitación. Se levantó y sintió un fuerte dolor en un costado. Ya lo había sentido en el pasado, se diagnosticó alguna fisura en las costillas, pero eso no le detuvo para correr hacia ella. —¡Pilar! La mujer cayó
—Te darán de alta en menos de quince minutos. —¿Perdón? —Un doctor ya la ha firmado, solo será cuestión de entregarte el parte médico para que puedas salir de aquí. —¿Qué...? —Allí está tu maleta. —Señaló una esquina—. En ella encontrarás un pasaje de avión y tu pasaporte. Saldrás del hospital l
—¡Puja, puja! No dejes de hacerlo. Pilar hacía un nuevo esfuerzo por pujar. Sufría por el dolor, pero en su rostro surcaba la gran expectativa del alumbramiento. —Vamos, Pilar, tú puedes, ¡puja! Vamos, que falta poco, ¡puja...! Peter despertó de súbito, sentándose en la cama con la respiración mu
—¡Quitarán los toldos de esta zona, tenemos que trasladarnos! ¡Quitarán los toldos de esta zona, por favor...! —¿Perdón? —Ella levantó la cabeza y divisó al joven vestido de jean, camisa y bata blanca quien se acercaba por el pasillo de camillas, avisando a todo el personal que debía prepararse par